Efímera fue su presencia en tinta y arte circulante, pero la trascendencia de la revista La Siempreviva -a menudo tomada como un intento prosaico y aficionado de conseguir un mensaje de cuerpo e identidad eminentemente criollo- debe ser restaurada y exaltada al sitio que le corresponde dentro de este tipo de publicaciones en el adverso contexto de La Habana colonial.

Quizás cueste asociar al año 1838 el concepto de modernidad y cubanía, pero la realidad es que la aparición de esta revista de tirada quincenal aportó al ambiente cultural habanero exactamente esas dos palabras.

En sus páginas hicieron aparición algunas de las primeras y más conocidas crónicas costumbristas de José Victoriano Betancourt, el saber de Antonio Bachiller y Morales u otras apariciones más sugerentes en el ámbito literario como fue el primer borrador de la novela por excelencia del siglo XIX cubano, Cecilia Valdés.

la bollera

En formato de cuento de 25 páginas, dividido en dos partes, presentó por primera vez a la opinión pública Cirilo Villaverde la obra cumbre de las letras habaneras.

Aunque hay que precisar que aquella primera aparición tenía más de folletín que de novela. El carácter costumbrista de la novela Cecilia Valdés o La Loma del Angel, que dotó a La Habana de un cuerpo orgánico y cultural, de carácter mestizo, marcando las evidentes distancias socioculturales que se interponían ya entre el criollo insular y el español peninsular, vería la luz con posterioridad.

Esos elementos fueron incluidos en posteriores correcciones (1879 y 1882) que realizó al primer tomo que vio a la luz en la imprenta Literaria de Lino Valdés, a mediados de 1839 y que constaba de 246 páginas.

La Siempreviva, digna heredera de Bimestre Cubana

Esta revista, La Siempreviva, se publicó en La Habana durante los años 1838 y 1839. Los promotores de esta publicación fueron Antonio Bachiller y Morales, Manuel Costales y Govantes (Amaranto), José Victoriano Betancourt y José Quintín Suzarte.

El nombre de la revista encierra un simbolismo muy criollo (leer el poema de Plácido La Siempreviva publicado en 1834). Como así señalan en su primer número:

Por eso hemos huido de poner á nuestra obra un título que indica se exclusivas tendencias ó rebajase con falsa modestia el objeto que nos proponemos. Una flor cubana, la siempreviva, es nuestro lema y en su duración hemos querido simbolizar la perseverancia de nuestros desvelos acometiendo una empresa de suyo arriesgada y generosa.

La siempreviva es la expresión de nuestros afectos, pero el éxito de su publicación pertenece ya al dominio de los
hechos, sin que nos atrevamos á vaticinarle. He aquí explicado el nombre de la obra. Al imprimirla por cuadernos, tenemos dos fines, el bien público y nuestra propia comodidad.

Apenas se imprimieron 3 tomos de esta ambiciosa publicación. En el último de ellos no aparece el nombre de Suzarte, discípulo de Betancourt en faenas literarias que además escribió la novela El arrepentimiento tardío, quien radicaba entonces en Caracas.

«LA // SIEMPREVIVA // DEDICADA // A LA JUVENTUD HABANERA.//

CONTIENE// ARTÍCULOS DE CIENCIAS, LITERATURA, BELLAS ARTES, &//

CABECERA DE LA PORTADA DE LA REVISTA LA SIEMPREVIVA

Puede resultar sorprendente al lector que esta revista, de carácter mensual, se imprimiese en la Imprenta del Gobierno y Capitanía General de La Habana. Pero su finalidad alejada de la política y la religión, permitía que se sirviese de una de las pocas imprentas de la ciudad en aquel momento, gracias a sus más de 540 suscriptores.

En su Diccionario Provincial Casi Razonado de Voces y Frases Cubanas (1875), Esteban Pichardo señala que SIEMPREVIVA es una planta común en los jardines, muy conocida, que presenta sus flores esféricas moradas de mucha duración, aún separadas de la mata. Las hay también de flores blancas y de amarillas. muchos le dicen San Diego.

Recordando además que en Villa Clara llaman SIEMPREVIVA a las víboras mientras que en La Habana se consideran SIEMPREVIVA AMARILLA a otra cuyas flores permanentes se cierran si se mojan.

En sus páginas no solo se abrió el espacio para la poesía, la crónica, el cuento y los artículos de ciencia, también se realizaron algunos reportajes profundos sobre la compleja (y tristemente célebre para nosotros) reforma del altar mayor de la Catedral de La Habana, ejecutado bajo el amplio plan de estilo neoclásico que impulsó el querido Obispo Espada.

Uno de los grabados aparecidos en la revista La Siempreviva

Es de destacar además la sentida semblanza dedicada a don Luis de las Casas, en la sección Galería de Hombres Útiles, por mucho, uno de los Capitanes Generales más admirados y respetados por su noble conducta en Cuba. Quien, además de las múltiples obras sociales y civiles, según un artículo de José María de La Torre -publicado en el primer tomo de La Siempreviva- nos legó el cubanísimo término ajiaco.

Entre sus colaboradores más reconocidos, además de sus redactores fundadores y de aquellos que no es posible identificar por el uso de seudónimos, se encuentran Cirilo Villaverde, José María de La Torre y de La Torre, Anselmo Suárez, Narciso Foxá y Lecanda, José Silverio Jorrín, Ramón Vélez Herrera -a quien algunos consideran el descubridor de Plácido-, José Zacarías González del Valle (uno de los más prolíficos colaboradores) e Ildelfonso Vivanco por señalar solo a algunos.

la siempreviva puerto príncipe

No confundir esta revista La Siempreviva (Habana 1838) con La Siempreviva (Puerto Príncipe-Camagüey 1865) ni con La Siempreviva (2007) del Premio Nacional de Literatura Reynaldo González.

Quizás sin llegar a la excelencia de la Revista Bimestre pero sirviendo de origen para la consolidación de una base literaria de un marcado estilo criollo que permitió dar a conocer a nombres que iluminarían las décadas siguientes décadas de las letras cubanas.