La presencia de la infanta Eulalia en La Habana fue un movimiento político, y si se quiere ver de esta manera, hasta desesperado desde la monarquía y el gobierno central de Madrid, dirigido por Práxedes Sagasta, con el fin de templar los ánimos políticos de la Siempre Fiel Isla de Cuba.

El movimiento de apelar a las raíces monárquico-aristócratas de la sociedad cubana de la época fue un buen intento, pero en palabras de la propia infanta Eulalia, vano.

«La revolución latía en la entraña cubana, aunque he de reconocer que en mis siete días de estancia, cruzando entre los que poco después se lanzarían al campo, solo escuché palabras de respeto, de simpatía y de homenaje. Pero vi que en Cuba, nuestra causa estaba perdida definitivamente.”

Memorias de la Infanta Doña Eulalia de Borbón, pagina 187.

Aunque llegó a la ciudad como escala de un viaje oficial a la Exposición Colombina de Chicago, donde se celebraría el cuarto centenario del «descubrimiento de América» (término en desuso en la actualidad pero que dio nombre al festejo), la infanta Eulalia en La Habana pudo disfrutar de los encantos naturales de la ciudad y el sinnúmero de actos oficiales en los cuales, como representante del «trono real» fue usada más como estandarte-objeto que como persona.

Este arquetipo formal de la época que relegaba a las mujeres reales a un segundo plano no debe extrañar, más aún las múltiples restricciones que enfrentó durante su estancia en La Habana entre las que estaba la de no poder comer ninguna fruta del país, ni consumir apenas productos sin cocinar, debido al miedo que tenía el Capitán General con que contrajese la fiebre amarilla o alguna enfermedad tropical y no pudiese seguir rumbo a Chicago.

infanta Eulalia en La Habana
Una imagen de los Infantes al embarcar en las Islas Canarias

La prensa cubana, que reseñó cada paso con sumo detalle, deslizó irónicamente que el gobierno buscaba en realidad que a la infanta Eulalia no le gustase demasiado la ciudad. Dado el buen recibimiento y las muestras de cortesía que realizó durante su estancia hacia todas las personas, sin hacer distinciones de clase social -escandalizando a no pocos «nobles cubanos«-, la fama de la infanta Eulalia amenazaba el status quo, ironizando con una revolución eulaliana que la proclamara «Capitana General» de la Siempre Fiel, echando al gobierno militar e implantando una monarquía criolla.

Este juego superficial retrata el profundo descontento y tensión social que se vivía en la isla y que pese a la censura se conseguía filtrar en la prensa habanera más liberal. El país necesitaba un cambio, la sociedad se encontraba agotada y estas contradicciones, evidentes, abocarían en la guerra martiana de 1895.

La Infanta Eulalia en La Habana, un intercambio Real

La Infanta Eulalia demostró ser una mujer inteligente y bastante liberal para la posición social y el contexto que le tocó vivir. Hija de la reina depuesta Isabell II (la misma a la que los habaneros bajaron del Parque Central tres veces), era hermana del rey Alfonso XII, el borbón restaurado tras la primera República Española, y a su vez tía de Alfonso XIII, entonces un niño, con el cual tendría enormes tensiones a lo largo de su vida.

Pese a tener tantos hombres con sus títulos nobiliarios rimbombantes, doña Eulalia supo darse a valer por sí misma y demostró ser una excelente embajadora (dominaba además del castellano y el francés -idioma casi natal-, el inglés y en menor medida el alemán y el italiano) del pensamiento más liberal de su época.

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Palacio de los Capitanes Generales donde se alojó la infanta Eulalia en La Habana

Pero sus mayores desencuentros con la realeza vendrían del enfrentamiento que sostuvo con su sobrino el rey Alfonso XIII y por su carácter de libre pensadora que le llevó a escribir varios libros. «Au fil de la vie» (A lo largo de la vida-1915) levantó no pocas escamas en la nobleza madrileña por su carácter biográfico y sus ideas emancipadoras de la mujer, que sumados al arte de romper reglas de la familia real de la Infanta y su hijo Luis de Órleans, convirtió a esta ala de la familia en la oveja negra real.

«atentatorio contra la religión, la monarquía, las buenas costumbres y el orden establecido»

Una de las crítica al libro de la Infanta Eulalia resumía así el texto

La infanta Eulalia en La Habana tuvo otro gesto artístico que El Fígaro relató con sorpresa y fascinación, pues durante un recorrido por la Plaza de Armas se detuvo «S.S. A.A» para acercarse al fotógrafo de Cohner y Suárez, uno de los más famosos de la ciudad, para intercambiar opiniones sobre fotografía. Aquel suceso resultó una sorpresa para sus acompañantes que se sintieron sorprendidos por la humildad de la infanta y sus intereses artísticos.

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La infanta Eulalia en La Habana, durante la visita a la fábrica de tabacos la Corona, uno de los múltiples actos que realizó

Pero en La Habana no sería todo alegría, aquí encontró la infanta Eulalia la primera gran prueba de las infidelidades de su esposo Alberto de Orléans, cuando consiguió leer la carta que le enviara una de sus amantes. Aquel suceso sería definitivo para el divorcio de la pareja, el primer divorcio oficial en el seno de la monarquía española pues hasta entonces los matrimonios de linaje real establecían residencias distintas pero no oficiaban la disolución del enlace.

La Infanta Eulalia y la bandera cubana

De todos los sucesos de la infanta Eulalia en La Habana, sin ninguna duda, el que mayor polémica levantó entre las élites políticas cubanas correspondió al mismo día de su llegada cuando descendió del barco vistiendo los colores de la bandera cubana (blanco, azul y rojo). Aquello, según los jocosos cronistas de la época, causó la lipotimia del capitán general Alejandro Rodríguez Arias, quien fallecería antes de finalizar aquel año.

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La infanta Eulalia de joven

Pero lo cierto es que en general, y para mayor desengaño del Generalísimo Gómez y de independentistas como Manuel Sanguily, la presencia de los Infantes fue un éxito de masas. Ante la mano enguantada de la infanta Eulalia fueron a rendir tributo los tribunos de todas filiaciones. La prensa excita de aires monárquicos tañía las campanas del integrismo.

«Gran tarde la de ayer para Doña Eulalia y Don Antonio, paréntesis brillante que cierra su triunfal bienvenida!… Dónde se les ha recibido mejor que en Cuba? En la península viven los reyes y se ven muchos príncipes. Igual ocurre en casi todas las cortes europeas…

La Habana los ha agasajado como a reyes y lo que es casi imposible, como a reyes amados.

Esa ha sido la obra de Doña Eulalia, la habilidad de una mujer de talento, de una princesa original, cuya memoria quedará en La Habana sostenida por la tradición de sus encantos.

La Lucha, 16 de mayo de 1893, página 2

La propia Infanta Eulalia señala que, a pesar de las quejas de su esposo y los militares afincados en la isla, jamás se le pasó por la cabeza bajar del barco vestida de rojo y gualda, por más que fuesen los colores monárquicos. Aquel gesto simbólico del traje tricolor provocó no pocas reacciones en la prensa cubana más conservadora, quienes deslizaron una posible simpatía de la infanta Eulalia con los independentistas criollos y recordaron su encuentro con el Mayor General Calixto García en Madrid, previo al viaje.

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La infanta Eulalia en La Habana, una de las postales de su viaje

Los periódicos cercanos al autonomismo le quitaron hierro catalogándolo de torpe o infantada mientras que la prensa generalista directamente lo ignoró en sus cables a España, donde, todo sea dicho, apenas se dieron detalles del viaje americano de la infanta Eulalia mientras esta andaba de viaje.

Finalmente partieron los Infantes el 16 de mayo de 1893, a las 4 y media de la tarde embarcaron el vapor Reina María Cristina, mientras eran flanqueados por cientos de barcos y guadaños en los que se reunió lo más selecto de la ciudad en un acompañamiento sin igual.

El muelle de la Machina se quedó pequeño para contener a la procesión que salió desde el Palacio, tomando por la calle Oficios hasta la antigua plazoleta de Luz, San Pedro y Machina. Al salir por la entrada de la Bahía desde la fortaleza de la Cabaña se dispararon 21 salvas, y así, entre el ruido y el sol de media tarde, finalizó la presencia de la Infanta Eulalia en La Habana.