Félix Francisco José María de la Concepción Varela Morales, para todos Félix Varela o Padre Varela, se considera, con justicia, uno de los pensadores más profundos nacidos en Cuba y un ejemplo atemporal para todos los que en la vida decidan transitar por la senda de la rectitud y la decencia.

Félix Varela: Consagración a la virtud

Tercer hijo y primer varón del matrimonio de un militar español y una dama de Santiago de Cuba, nació Félix Varela en La Habana, donde estaba destacado su padre, el 20 de noviembre de 1788.

Huérfano de madre a los 3 años de edad, quedó al cuidado de su abuelo, Don Bartolomé, militar como su padre, quien se lo llevó a vivir a San Agustín, en la península de la Florida, que por ese entonces era posesión española. Allí realizaría sus primeros estudios bajo el amparo del padre Miguel O’Reilly.

Regresó a La Habana, Félix Varela, para comenzar sus estudios secundarios. Su padre también había muerto y su abuelo y tutor deseaba que el joven honrar a la tradición familiar acogiéndose a la carrera de las armas. Por eso le propuso, cuando cumplió los 14 años, que ingresara en la Academia Militar, pero el adolescente, que ya había sentido el llamado de la vida eclesiástica, optó por entrar al Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Coincidió allí con el filósofo y primer reformador de la enseñanza en Cuba, el presbítero José Agustín y Caballero, de quien se convirtió en el más aventajado de sus alumnos.

En 1804, tres años después de su ingreso en el Seminario de San Carlos, y sin abandonar sus estudios en él, matriculó en la Universidad de La Habana, donde se licenció en Filosofía. Estudiante notable y de inteligencia preclara, el talento y la virtud de Félix Varela fueron rápidamente reconocidos por sus contemporáneos. Así, sin haber cumplido la edad requerida, y bajo dispensa, recibió la tonsura en la Catedral de La Habana de manos del Obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa.

José Agustín Caballero

Félix Varela comenzó su servicio religioso en el antiguo Convento de Santa Catalina de Siena en 1807 y cuatro años más tarde, también con licencia canónica pues no llegaba a la edad requerida, fue presbítero. Fue entonces que, con tan sólo 24 años de edad, el Obispo Espada lo nombró profesor de Filosofía, Física y Ética del Seminario de San Carlos.

Como digno alumno del padre Caballero, Félix Varela revolucionó la enseñanza de las ciencias en el Seminario: Allí instaló el primer laboratorio de Física y Química que existió en Cuba y enseñó con los métodos pedagógicos más avanzados, rebelándose como antes lo hizo su maestro, contra el pensamiento escolástico imperante en la época. Comenzó por abandonar las clases en latín (idioma que hablaba a la perfección) para enseñar en español, a la vez que introducía la experimentación en las clases de ciencias. Lo más importante para Varela era que sus estudiantes entendieran el porqué de las cosas más que aprendieran las cosas de memoria. De él diría años después su eminente discípulo José de la Luz y Caballero:

«Mientras se piense en la Isla de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar».

En el Seminario de San Carlos, Varela tuvo bajo su égida algunas de las mentes más brillantes de la Cuba decimonónica. Fueron sus estudiantes, además de Don Pepe Caballero, figuras de la talla intelectual de Domingo del Monte, José Antonio Saco o Rafael María de Mendive.

Comprometido con el desarrollo de su país, fue fundador de la Sociedad Filarmónica del País, escribió libros de texto para los estudiantes de Filosofía y fue miembro de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, músculo económico – cultural de los que buscaban el desarrollo de Cuba a través del rompimiento con las viejas y establecidas formas.

«No hay patria sin virtud»

Entregado por completo al servicio público, cuando en 1820 se restableció en España la Constitución de 1812, Félix Varela sorprendió a La Habana, monárquica y conservadora, con la creación de una «Cátedra de Constitución» en el Seminario de San Carlos. Los jóvenes de las mejores familias de la ciudad, para consternación de sus padres, se apiñaban en las puertas y ventanas para escuchar a aquel «flacucho sacerdote» sobre lo que él llamaba:

«la Cátedra de la Libertad y de los Derechos Humanos, la fuente de las Virtudes Cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad»

Sólo pudo Varela desempeñar esta cátedra por tres meses, pues resultó electo como diputado a las Cortes por la Siempre Fiel Isla de Cuba. En Madrid presentó una propuesta de autogobierno político y económico para las provincias españolas de ultramar y otro de reconocimiento de la independencia de las naciones americanas recién emancipadas. En su cartera llevaba también una solicitud para poner fin a la esclavitud en la mayor de las Antillas, que no llegó a presentar por las súplicas de los demás diputados electos en Cuba, representantes de los intereses económicos de los grandes hacendados de la Isla.

Tras la caída del Trienio Liberal por la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, Félix Varela se vio obligado a refugiarse en el Gibraltar británico y luego exiliarse en los Estados Unidos.

Filadelfia primero y Nueva York después, vieron pasar los últimos 30 años de Félix Varela que no volvió a pisar tierra cubana. Sin embargo, en esas trés décadas no se desvinculó jamás de la tierra que le vio nacer y abrazó abiertamente el independentismo, lo que significó su ruptura definitiva con España, más allá del reinado de Fernando VII.

Félix Varela falleció el 25 de febrero de 1853 en San Agustín de la Florida, donde había ido para recuperarse de un mal que le aquejaba desde hacía casi diez años. Aseguran algunos que escogió ese destino, más que por la pureza del aire, por el deseo de morir más cerca de Cuba.