Cuando se piensa en un chulo, un proxeneta, al momento vienen a la mente imágenes escalofriantes, llenas de violencia y vejaciones hacia las féminas. Pero contigo era diferente, Alberto Yarini Ponce de León, tú las enamorabas con ese encanto indescifrable. 

Naciste el 5 de febrero de 1882, en La Habana, capital del vicio en aquel momento. Aunque eras de familia culta, destacada y acomodada, sentías que a esa sociedad le faltaba algo, no todo podía ser tan limpio y falto de emociones.

Alberto Yarini
Alberto Manuel Francisco Yarini Ponce de León

En sociedad eras un hombre de esmerada educación, hablabas inglés, habías estudiado fuera del país. Por si fuera poco te interesabas por la política, militabas en el partido conservador (¡que ironía!). Eras un hombre bien parecido, refinado, popular y de excelente vestir…todo un dandy.

Alberto Yarini, el rey de San Isidro

Pero en los bajos fondos eras Alberto Yarini el Rey de San Isidro, El Gallo, al que el más hombre rendía pleitesía. En este barrio habanero, en aquella época zona roja de prostitución, era donde tenías establecidos tus dominios. Había que hablarte bajito y sin hostilidades, bien recuerdan Gonzalo Roig y Sindo Garay, que tu temeraria personalidad hacía flaquear a los tipos más duros. 

Como buen galán libertino, las chicas de la calle enloquecían por ti tanto como las decentes damas, todas querían al Changó blanco.

No eras un simple chulo, se te respetaba por ayudar al más necesitado, daba igual el color, y no pedías nada a cambio. No discriminabas ni al más humilde habitante de tu crapuloso reino, pagabas hasta los alquileres de las casas de algunas negras viejas. Estabas dispuesto a liarte a puñetazos si la situación lo exigía, como la vez en que le fracturaste la mandíbula al representante de la Legación norteamericana en Cuba.

Es que había ofendido a un General mambí, héroe de la guerra de independencia, por el simple hecho de ser negro.

Podías haber seguido por muchos años entre dos mundos, haber llegado a escaños superiores en la política, pero como el refrán: a cada chulo le llega su puta. Y disculpen los lectores de ojos sensibles por la vulgaridad, pero este es un dicho tan viejo como el oficio en cuestión.

El ocaso del rey

Alberto Yarini… ¡tenías que robarle al francés Luis Letot su última adquisición, por más señas hermana de una de sus concubinas! Es que le Petit Bertha ( así le llamaban) era una belleza, probablemente la más destacada de todo San Isidro. Tal vez sí estuviste enamorado, es lo que dice tu leyenda, pero aún así la prostituías como a cualquiera.

Alberto Yarini
La prensa reflejó los sucesos de»La guerra de las portañuelas»

La venganza de los franceses no se hizo esperar y así comenzaron la guerra de las portañuelas.

Con el dolido Letot a la cabeza te emboscaron e hirieron mortalmente, tu íntimo amigo Pepe Basterrechea te hizo justicia y en el tiroteo logró acabar con el líder galo.

La Habana de duelo

Ya era tarde, en el hospital exhalaste tu último suspiro y esa noche, 22 de noviembre de 1910, La Habana comenzó su duelo.

El 24 diez mil personas se reunieron en tu entierro, tus dos mundos por vez primera se unían…para llorarte. Desde abakuás hasta profesores universitarios, chulos y policías,  damas reputadas y otras sin las dos primeras letras del calificativo anterior.

Alberto Yarini
El entierro de Alberto Yarini fue uno de los más grandes que vio La Habana

La firma de tu esquela mortuoria quedó encabezada por Enrique José Varona, Miguel Coyula tuvo a su cargo la despedida del duelo. Hasta José Miguel Gómez, el Tiburón, presidente de la República, estuvo presente para decirte adiós.

El rey ha muerto, que comience la leyenda

Así te convertiste en leyenda, en un fragmento misterioso de la historia, recuerdo obligado en San Isidro. Eres el chulo más famoso de Cuba, a ese que han dedicado filmes, novelas, testimonios, artículos, ensayos, canciones y obras de teatro.

Hoy, Yarini, serías lo que se llama antihéroe, o sea: Persona influyente o célebre cuyas características y acciones afectan a otros de modos contrarios o muy diferentes a las del héroe tradicional (pero héroe al fin y al cabo).