Adolfo del Castillo Sánchez es un nombre ilustre de la historia independentista cubana, lo es por méritos propios y familiares, pues tanto su padre como su tio fueron patriotas importantes de la zona central del país, sobre todo el tio Honorato, cuyo nombre llevaría luego el Regimiento de Caballería mambisa más temido de las guerras por la independencia.

Nació Adolfo en tierras espirituanas, el 1 de noviembre de 1864, hijo de Antonio del Castillo y Rita del Espíritu Santo Sánchez, un matrimonio de posición acomodada, pero que sería arrasado por la guerra a la que se unieron en 1869, cuando Honorato levanta a la zona.

Honorato del Castillo
Honorato del Castillo

En la manigua el padre y el tío de Adolfo perdieron la vida relativamente pronto, por lo que, al verse sola en la manigua, con el niño pequeño, decide regresar a la ciudad. A una ciudad en que ya no tenía propiedades, pues habían sido destruidas al incorporarse a la guerra. Posiblemente la situación por la que atravesaron no fue buena, pues además de todo era viuda y cuñada de dos mambises importantes. Tal vez todo ello haya conspirado en la rápida muerte de la joven Rita, aunque no son descartables motivos más mundanos como enfermedades adquiridas en la manigua.

Lo cierto es que a una muy tierna edad el niño Adolfo del Castillo queda totalmente huérfano, y como era usual entonces los vástagos fueron repartidos entre la familia, siendo el futuro general recibido por su tía, Doña María Sánchez Cañizares, quien lo crio como su propio hijo.

Muy posiblemente el cariño recibido fuese aderezado por una buena dosis de lástima por el huerfanito, pues existen reportes varios sobre los múltiples problemas que el niño tuvo en la escuela; díscolo, bromista, y travieso son los adjetivos más usados.

Pero una cosa queda clara, desde muy joven Adolfo del Castillo tuvo el don del liderazgo, pues en todas partes donde vivieron se volvía el capitán de su pandilla.

La crisis económica, dejada por el fin de la guerra, hizo que sus padres adoptivos se vieran en un difícil situación, por lo que el adolescente Adolfo empieza a trabajar, las labores de peón agrícola debieron darle cierta disciplina, pues aunque el muchacho seguía siendo medio tarambana, solía llegar tarde en la noche de las salida con los amigos, poco a poco se fue enderezando.

Matricula incluso la carrera de medicina, contrae matrimonio, al parecer la vida comienza a sonreírle, más no es así, cuando está en quinto año de la carrera su tío, sostén económico que le permite centrarse en su carrera, al parecer movido en parte por las añoranzas del matrimonio de volver a las Villas, para vivir los años que les quedaban, y en otra parte seguramente buscando escapar de la vida más cara de La Habana decide mudarse a Remedios.

La partida del tío, más el hecho de haber contraído nupcias -el 5 de junio de 1890-, con María Felicia Fresneda hacen que el casi médico Adolfo del Castillo abandone la carrera para poder mantener a su familia.

Como nace un General

En los seis años que separan el matronio de Adolfo del Castillo, del momento en que se incorpora a la Revolución del 95, el joven padre de familia será mayormente maestro, sobre todo en la zona de Santiago de las Vegas.

Cuando el 24 de febrero de 1895 estalla la guerra – de cuyos preparativos estuvo al tanto- Adolfo comprende dónde está su destino,  por eso, al tener noticias de la partida de la invasión comienza a realizar preparativos.

Adolfo del Castillo

Adolfo del Castillo, el sobrino del gran Honorato, se une a la Revolución
el 2 de enero de 1896, cuando ingresó en las fuerzas de Antonio Núñez. Se le otorgó directamente el grado de Comandante, un poco por encima de la práctica común con la personas que contaban con estudios, quienes solían recibir hasta el grado de Capitán. En la decisión debe haber pesado el prestigio de Adolfo en la zona y el hecho de estar al tanto de los preparativos desde antes del 24 de febrero. Aunque sin dudas el ser sobrino de Honorato debe haber influido, pero muy pronto el joven espirituano se encargaría de demostrar su verdadera valía.

En los campos de Cuba libre no tarda el espirituano Adolfo del Castillo Sánchez en destacarse en los múltiples combates y escaramuzas que se libran a diario entre los cerca de 3 000 insurrectos que allí operan bajo las órdenes del Generalísimo y el Titán, y las decenas de miles de soldados españoles que intentan aniquilarlos.

Pastor Guzmán. Periódico Escambray

El valor temerario de Adolfo hizo que escalara rápidamente en el escalafón, al igual que su buen amigo Alejandro Rodríguez, ganando en responsabilidad.

Antes de que Maceo abandone los campos de La Habana ya Adolfo del Castillo, a propuesta de José María Aguirre, es coronel y resulta el elegido por el titán para comandar la Brigada del Centro que acaba de crear, otorgándolells grados de brigadier.

Adolfo del Castillo y la guerra impensable

La Brigada del Centro, posiblemente fuera de los cuerpos de ejército de entonces la que operaba en la zona más arriesgado, donde más dura y cruenta era la guerra y en la que los regimientos de élite español como el Pizarro y Villaviciosa ofrecían enfrentamientos diarios sin dar ni pedir cuartel. Sobre la dura experiencia de hacer la guerra en La Habana, el testimonio de José Isabel Herrera, alias mangoche, ofrece una importante visión, ya que es, hasta donde conozco, la únicas memorias publicadas de un soldado mambí en esa zona de guerra.

Adolfo del Castillo

Por las características de la guerra en la zona, la Brigada del Centro se nutrió en su mayoría de hombres arrojados, de probado valor y desprecio casi irreal por la propia vida, el mes destacado de ellos era su General, el Brigadier Adolfo del Castillo. Existe una anécdota, contenida en las memorias del General Loynaz, que ilustra muy bien esta simbiosis a la que hacemos referencia:

Cuenta Loynaz que un día llegó, trasladado de Oriente -donde ya apenas se peleaba-, un oficial nuevo al Estado Mayor de Adolfo, y al participar en su primera reunión tuvo la oportunidad de escuchar, por primera vez, la discusión del más caro plan que albergaba el General: el ataque a La Habana.

El plan, casi suicida según consideró el oriental, era bastante simple en realidad, tratarían de llegar, a caballo y machete limpio hasta la mismisima  Plaza de Armas, y una vez ahí virar para atrás, pues a Adolfo del Castillo le importaba más la repercusión internacional que traería semejante acción que una victoria real.

Se asombró el oriental de que nadie objetaba nada, y al salir de la reunión pregunta a otro oficial qué le había parecido el plan del General. La respuesta de aquel hombre horrorizó al oriental, quien se preguntó dónde había caído, pues el único punto flaco y preocupante del plan para aquel hombre era el hecho de no saber si los caballos aguantarían semejante trote.

Claro, no podía preocuparle al oficial de Adolfo del Castillo semejante plan, pues era básicamente una idea parecida a lo que ya habían hecho en pueblos como Madruga, Santiago de las Vegas, o Jaruco.

La muerte de Maceo y el último general en caer en combate

La muerte del Titán convierte a Adolfo del Castillo en el jefe de toda la provincia, uno pensaría que semejante reconocimiento sosegaria un poco el espíritu del bravo espirituano, mas para nada fue así, Adolfo, lejos de aprender una lección con la muerte de Maceo pareció tomar un reto, pues nunca se le veía en retaguardia, y como muchos de los Generales de entonces Adolfo del Castillo era un combatiente de primera línea.

En determinado momento se ve obligado a abandonar su caballo, el cual es apresado por los españoles, y según refiere Loynaz iban a pasear el animal por La Habana con un cartel que dijera: «Este es el caballo de Adolfo del Castillo«. No conoce este escritor una afrenta mayor a la moral y la hombría de un mambí que esa acción.

Por ello un 25 de octubre de 1897, acompañado solo por siete hombres, Adolfo del Castillo emprende el rescate de su caballo. Debió ser una acción fácil, pues había recibido la confidencia de que sería trasladado por dos hombres solamente, civiles ambos. Pero en las cercanías del encuentro, un lugar próximo a La Chorrera del Calvario, se encontraba una columna española de 200 hombres.

Murió de un balazo de rifle, mientras comandaba el ataque a la columna que los había sorprendido, luego su cuerpo fue macheteado estando aún vivo y tirado en el suelo agonizando.  Su cadáver fue tratado con el mayor irrespeto posible, en clara venganza española por las muchas bajas que las acciones de Adolfo del Castillo les habían causado.

El día de su muerte marca, además, la fecha en que cae en combate el último General del Ejército Libertador.

Adolfo del Castillo
Memorial a Adolfo del Castillo