En Eduardo Abela cristalizaron las ideas de su gran amigo y mentor, Víctor Manuel García, que marcaron el trazo a seguir por los pintores modernos, y antiacademicistas, cubanos en su búsqueda de una identidad pictórica autóctona. Ese ejercicio de búsqueda de nuevos horizontes creativos -y medios de expresión- favorecieron el inquieto talento de Eduardo Abela, quien alcanzó la fama primero en el dibujo, antes de ser considerado un pintor consagrado, renovador de la pintura moderna cubana.

De dónde son los pintores

Había nacido el dibujante en la villa de Ariguanabo (San Antonio de los Baños) un 3 de julio de 1889. Comenzó de torcedor de tabacos, como todos los muchachos pobres de la zona, pero como en «pueblo pequeño, infierno grande«, alguien percibió en él una vocación de artista facilitando una modesta beca del Ayuntamiento que le permitió viajar a La Habana, conocer la Academia de San Alejandro y, no sin esfuerzos, matricular en ella.

Se costea la vida con colaboración en prensa escrita. Aparecen sus dibujos en «La Noche» y «Diario Cubano«, periódicos de segundo nivel donde pule sus influencias costumbristas y percibe el alcance de la caricatura. En 1921 logra embarcar a España como corresponsal de distintos medios, pero tres años después vuelve a Cuba, Abela siempre sale para volver con nuevas inquietudes.

La estadía en Madrid le permite acercarse a la pintura clásica del Museo del Prado y su paleta cromática. Sin desoír el deseo de hacerse pintor reconocido, debe volver al viejo oficio de dibujante en prensa (un mercado muy valorado en aquella Cuba llena de periódicos) y en ella encuentra el gran escenario.

El Bobo de Eduardo Abela

En 1925 surgió el famosísimo Bobo de Abela, ilustre figura del humorismo satírico y caricaturesco nacional que recogía el sombrero desmejorado del viejo Liborio (obra de Ricardo de la Torriente), que había aparecido primero en La Lucha y luego en La Política Cómica.

El Bobo de Abela no fue un concepto hacia el cual ir, sino un ente en evolución, que por necesidad de expresión gráfica del artista, fue mostrando mayor compromiso con la realidad inmediata hasta convertirse en uno de los símbolos sociales más recordados contra la prórroga inconstitucional de poderes del Presidente Machado.

Si Liborio abrió el camino, el Bobo de Abela sublimó la caricatura política republicana. Marcando claramente el devenir de su creador, Eduardo Abela, quien pese a sus grandes dotes de pintor sigue siendo recordado sobretodo por su personaje.

“representaba el busto de un hombre un tanto raro y enigmático, de cara mofletuda y con un chambergo colocado a la manera de los artistas bohemios. Su expresión era tan indefinida como intrigante, lo cual dio lugar a los comentarios más contradictorios sobre el cartel. Alguien descubrió el enigma: la cara del hombre era la parte posterior de un torso de mujer. Eso explicaba los mofletes y su expresión indefinida. Su éxito fue tal, que en el acostumbrado banquete de despedida del Salón se hizo un homenaje al cartel, o más bien a la misteriosa y principesca figura en él representada”.

Eduardo Abela, sobre el origen del Bobo, cuyo nombre no surgiría hasta 1933

Creado como un propio ejercicio satírico, cobró vida, resaltando entre el resto de carteles que el joven Eduardo Abela diseñó para anunciar el Salón de Humoristas de 1925. En aquel primer esbozo tenía nombre de príncipe imaginario y en palabras del propio dibujante buscaba provocar al entonces presidente de la Asociación de pintores y escultores.

Meses después en las páginas de la recién fundada revista humorística La Semana, aparecieron viñetas sin leyenda, para rellenar las páginas de publicidad, en las cuales se jugaba con sucesos de actualidad. Algunos personajes de la época se dieron por aludidos, razón esta que obligó a Eduardo Abela a tomarse en serio su creación, y con el objetivo de crear una figura abstracta, se basó en el primigenio príncipe para crear un símbolo del cubano típico «que mata callando«.

Eduardo Abela El bobo
El bobo de Eduardo Abela, en el Diario de la Marina, año 1933 (tomado de latinamericanstudies.org)

La evolución del personaje estuvo marcada por los hechos que iban ocurriendo y por la facilidad que tenía este para opinar sin atarse a ningún bando, dando origen a la bobería de Abela, el Bobo de Batabanó, el Verraco, el Bobo de la yuca y otros nombres que fueron origen del clásico Bobo. En palabras del dibujante lo suyo era pura “abstracción, y la abstracción es fuga, fugarse es irse, a los bobos se les dicen que están ‘idos”.

Traigo un pincel

Este fracaso no fue impedimento para Eduardo Abela que en 1928, en París, realiza su primera gran aportación a la pintura moderna cubana con su serie denominada Afrocubana. Este primer acercamiento al nuevo lenguaje pictórico que se gestaba por los artistas insulares estaba en consonancia con lo que hacían en la música otros genios como Amadeo Roldán (La rebambaramba).

El bobo de Eduardo Abela, en el Diario de la Marina, año 1933 (tomado de latinamericanstudies.org)

Ese período -que tan eficazmente cubrió la Revista de Avance-, de impulso creativo y ruptura, conseguiría apuntalar hacia la modernidad a la cultura cubana, despojada de sus complejos de imberbe aprendiz europea, alumbrando en estas décadas a algunos de los más insignes talentos artísticos del siglo (Caturla, Lecuona, Moisés Simón, etc…) .

La caída del gobierno (ya dictadura) de Gerardo Machado el 12 de agosto de 1933 permitió que Eduardo Abela fuese reconocido como uno de los grandes vocales de la situación del pueblo. Los siguientes gobiernos «por si las moscas» lo convirtieron en cónsul y enrolado en funciones diplomáticas lo mandaron a recorrer nuevamente Europa.

En Milán, Italia se dedica, por pedido del entonces ministro de Educación Jorge Mañach, a buscar obras de arte clásicas para ser compradas por el gobierno cubano con el objetivo de crear un futuro Museo de Arte. La deposición de Mañach -y la llegada de José María Chacón y Calvo- no suponen un cambio sustancial de la ruta investigadora que había iniciado Eduardo Abela paralelamente a sus funciones diplomáticas.

Estudiando el dadaísmo que me llamaba la atención por su concepto de la libertad quise probar espontáneamente en mí mismo a ver qué me salía y entonces surgió El bohío, La noche campesina y El Guajiro.

Lo más significativo de este período de inmersión en los estilos clásicos europeos es el cuadro Los Guajiros, curiosamente más cercano a la influencia de la pintura muralista mexicana-. En esta obra mostraría una nueva fase de su evolución creativa con el criollismo como estandarte. La presencia de escenas de campiña, donde los guajiros realizan acciones cotidianas, le permitiría ganar el premio de la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura de 1938.

Los deseos por construir y crear un ecosistema nuevo para la realización de un lenguaje cubano en la pintura moderna, cercana a las vanguardias europeas, llevó a Abela y a Víctor Manuel -con el apoyo de otros pintores y del gobierno- a fundar la Escuela Libre de Escultura y Pintura (1938), que finalmente no pudo cristalizar sus buenos deseos y se diluyó ante la oposición frontal de Leopoldo Romañach y Armando García-Menocal, figuras representativas del cambio de siglo y vinculados a la Academia de San Alejandro.

Hasta 1942 estuvo alternando residencia en París y La Habana, pero en este año es enviado a México en labores diplomáticas y posteriormente realiza lo mismo en Guatemala. Tras su regreso a la isla se observa que las palabras de Rafael Suárez Solís «es el pintor cubano más definidamente evolutivo» fueron premonitorias pues continua el aún joven y rebelde Eduardo Abela innovando con cuadros de menor formato.

…su criollismo planteaba el problema de la cubanidad plástica no en plan de solución sino de jerarquía de hacer de nuestra pintura un «problema cubano»….el escritor encarecía de los jóvenes pintores modernos la necesidad en que estaban de discutir ampliamente los elementos como «símbolo expresivo» si es que de veras aspiraban a huir del pintoresquismo y evitar la caída en el folclorismo intrascendente pues realidad, en arte, no podía ser otra cosa que creación verdadera apoyada en la vida cotidiana. En el caso específico de Abela, encontraba que aquellos «símbolos de la cubanidad» estaban como remozados, reinterpretados, con una técnica que era una de las conquistas formales del pintor.

Loló de la Torriente-El mundo ensoñado de Eduardo Abela (1956)

De ese período guatemalteco nos dejó sus ensayos abstractos (destacando El Caos-1950), donde en un ejercicio de revolución constante rompe algunos de los moldes que previamente se habían convertido en pilares de su obra. La evolución constante le persiguió, prácticamente, hasta el fin, acaecido un 9 de noviembre de 1965 en La Habana. Si su vida fue una rev(b)elación constante, su muerte, como toda desaparición física de una leyenda, es un puñal que nos recuerda lo fugaz que es la materia.

En sus propias palabras «yo he comprobado que la lucha más intensa que sostiene un artista es la que libra consigo mismo. Es decir, la pugna que se establece entre el individuo de carne y hueso, como los demás, frente al espíritu que, inquebrantablemente, se afana por huir de cualquier forma de acomodo con la realidad que tanto planea aquel otro yo».

pianista-en-paris-1953
Pianista en París (1953) de Eduardo Abela

ABELA- NICOLÁS GUILLÉN

Aquí aparece Abela,
provincial y redondo;
tabaqueros, guajiros,
sirviéndole de fondo.	

Mujer de verde mano
(¿será que no lo sabe?)
espera que el pintor
la otra mano le acabe.

La vaca arquitectónica
a decorar se atreve
en Kargasis tal vez
algún bajorrelieve.

Los novios ¿no se casan?
La ninfa ¿a quién espera?
¡los pobres! Desde el lienzo
no ven la primavera.		

El Rey Arcaico es
¿hitita, jonio, huno?
Yo escribiría debajo:
Don Miguel de Unamuno.

Me voy. Y ya en la puerta
mi salida coincide
con el Bobo. Me nombra,
me saluda y despide.

¡Adiós, Abela!, digo.
Y el Bobo: ¡Soy el Bobo!
(Al sonreír mostraba
sus colmillos de lobo.)