La presencia de Thor Heyerdahl en La Habana fue reseñada con entusiasmo y admiración por la prensa, y no era para menos pues el antropólogo, biólogo y aventurero noruego marcó gran parte del siglo XX con sus viajes y documentales.
Las únicas fronteras que conozco están en la mente de las personas
Thor Heyerdahl
Sus primeras visitas en los años cuarenta del pasado siglo XX, cuando aún no había realizado la gesta del Kon Tiki, pasaron más desapercibidas, pero el joven Thor Heyerdahl II, hijo de Thor Heyerdahl I y no de Odín -como hubiese correspondido en la mitología nórdica-, tenía su lugar en la memoria de los cubanos al otorgársele el reconocimiento Honoris Causa de la Universidad de La Habana en 1992.
Thor Heyerdahl en La Habana
Sin dudas el reconocimiento otorgado por la Universidad de La Habana simboliza el momento de mayor conexión del explorador noruego y el trópico cubano, cimentados por su anterior visita. Habían pasado casi cuarenta años entre su primer viaje (1946) y el segundo (1985) pero sobretodo la presencia de Thor Heyerdahl en La Habana consumaba un acercamiento más allá de lo anecdótico.
Llegó a la ciudad el 19 de noviembre de 1985 y en la semana que permaneció en territorio nacional, invitado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), y presenció los terribles efectos del huracán Kate. La fuerza del meteoro y su capacidad destructiva sorprendió al eterno visitante que se encontraba invitado en vísperas de los quinientos años de la llegada de Colón a tierras del actual continente americano.
Envuelto en una serie de estudios sobre las condiciones de las sociedad precolombinas y su hábitat, volvería a la isla, además del mencionado 1992, en otros momentos de esa década. El último de sus viajes lo realizó en 2002, tenía entonces 87 años; apenas unos meses después fallecería en Andorra, un 18 de abril de ese mismo año.
Kon-Tiki, un fenómeno global
Thor Heyerdahl había nacido en Larvik, Noruega el 6 de octubre de 1914. Su inquieto intelecto comenzó a producir interesantes artículos desde que siendo aún niño estableció en su casa un pequeño zoológico. El estudio de animales le indujo a estudiar biología, pero terminaría graduándose también en Filosofía.
Durante su vida fue un constante ecologista, en sus propias palabras «el ser humano moderno debe volver a la naturaleza«, en busca de la tranquilidad espiritual necesaria. Quizás ese deseo de huir le llevó, durante su luna de miel, a visitar Fatu-Hiva, remota isla de la Polinesia Francesa perteneciente a las Islas Marquesas -en una de estas islas, Hiva-Oa, residió y falleció el pintor francés Paul Gauguin-.
En esta isla el joven aventurero Thor Heyerdahl y su esposa Liv Rockeller decidieron alejarse del mundo civilizado del cual venían y adentrarse en las profundidades de la cultura local. En conversaciones con una residente local, Tei Tetua, surgió la hipótesis del choque transcultural desde Sudamérica, a través del océano Pacífico, que daría origen, casi una década después, al famoso viaje de Kon Tiki.
El viaje de ocho mil kilómetros, realizado en una balsa artesanal, entre Perú y el archipiélago Tuamotu sirvió para demostrar que con medios locales (troncos, plantas y materiales naturales de Sudamérica) era posible que algunos nativos americanos llegarán a establecer conexión con los polinesios.
Los seis hombres de la expedición se alimentaron exclusivamente de lo que podían obtener del océano, llegando a su objetivo después de 101 días de viaje, demostrando que no había razones técnicas para que este choque cultural no se realizase a lo largo de los siglos.
El documental de la expedición Kon Tiki ganó un premio de la Academia en 1951, mientras que en el 2013 una película, con el mismo nombre, fue nominada como mejor película no inglesa a los premios Óscar. Además de estos méritos, Thor Heyerdahl realizó otras expediciones que buscaban demostrar el posible intercambio mercantil y cultural entre las civilizaciones antiguas.
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