Lo primero que se construyó en la parcela que ocupa hoy el antiguo cine Principal de Marianao, por allá por el año 1848, fue una glorieta para que tocaran las bandas de música y los temporadistas que visitaban el famoso balneario de «El Pocito» pudieran divertirse con sus familias.

Una década después, la glorieta fue demolida y la Sociedad Anónima de Fomento de Marianao, presidida por el millonario y promotor Salvador Samá, hizo edificar un teatro que recibió el nombre de Concha en honor al Capitán General de la Isla de Cuba, Don José Gutiérrez de la Concha.

Glorieta de los Quemados que estuvo donde luego se construyera el cine Principal

La antigua glorieta de los Quemados que se encontraba en el mismo lugar donde años después se construyeran el teatro Concha y el cine Principal.

Inaugurado el 17 de junio de 1858 con la comedia «Un saco saca otro clavo», el teatro Concha se convirtió en uno de los puntos de reunión preferidos de la aristocracia habanera que se trasladaba en temporada y los fines de semana al entonces campestre Marianao.

Según cuenta el historiador de Marianao, Inclán Lavastida, el «Teatro Concha»:

«(…) aunque de madera, era de muy apreciable calidad, llegando a adquirir gran nombradía por su tamaño y excelentes condiciones acústicas. Poseía una platea con 600 asientos, 21 palcos, cuatro grillés, un espacioso escenario y una tertulia en forma de herradura.»

En el Concha se presentaban, sobre todo, obras de teatro y zarzuelas; pero desde su misma apertura acogió también espectáculos danzarios y musicales (que se veían favorecidos por su excelente acústica que le ganó el sobrenombre de «Segundo Tacón de La Habana»).

Por muchos tiempo se ha especulado sobre la posibilidad de que el Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, haya frecuentado el Teatro Concha, pues su amigo Martín Pérez vivía a apenas una cuadra del mismo y Martí fue un asiduo visitante del lugar durante el poco tiempo que permaneció en Cuba una vez finalizada la Guerra Grande.

Sin embargo, más allá del imaginario popular, no existe ninguna prueba de que Martí haya traspasado alguna vez el pórtico del desaparecido teatro marianense.

Durante la Guerra del 95 la empresa del teatro se vio obligada a cerrar sus puertas y el edificio se convirtió en un almacén de tabaco; lo que no impidió que una vez finalizada la noble contienda volviera a sus funciones anteriores y, en febrero de 1899, sirviera de escenario para que el pueblo de Marianao rindiera homenaje al General en Jefe Máximo Gómez.

El Teatro Concha, que luego sería renombrado y se llamaría «de Marianao» y «Real» y «Principal» – bajo la gerencia de los hermanos Rey, pioneros de la empresa del cine en Marianao – se derrumbaría aparatosamente al paso del pavoroso ciclón de 1926 cuyo impacto fue particularmente brutal en el municipio.

Tan grande fue el colapso del Teatro Principal (antiguo de Concha) que según recoge el periódico El Sol, los hermanos Rey lo único que pudieron salvar fue el cinematógrafo.

El Teatro de Concha, también conocido como Teatro de Marianao, pocos años antes de que lo echara abajo el Ciclón del 26. En su lugar se construiría después el imponente Cine Principal

Del teatro Principal al cine Principal

Pocos meses después del paso devastador del Ciclón del 26, el 20 de mayo de 1927 se inauguró el cine Principal sobre las ruinas del antiguo antiguo Teatro Principal.

En sus primeros tiempos de existencia la sala se llamó cine Berndes por el apellido de su dueño pero al poco tiempo volvió a caer bajo el control de los hermanos Rey, quienes lo rebautizaron como «Cine Principal», en honor a su ilustre predecesor.

El cine Principal fue un claro exponente de la importancia que el negocio del séptimo arte había alcanzado en La Habana, en la que comenzaba a sobrepasar al teatro como entretenimiento: Obra del arquitecto Ricardo Edelman, el edificio sobrepasó con creces en magnificencia al antiguo teatro colonial.

Se diseñó específicamente para funcionar como cine (por lo que lo justo resulta llamarle cine Principal y no Teatro Principal como hacen algunos) aunque su estructura y la distribución de los espacios interiores recuerdan más a la de los antiguos teatros que a los cines que se construyeron en la capital cubana en décadas posteriores.

Así lo demuestran la esplendorosa marquesina de hierro a la Calzada Real y los baños colocados al frente del espectador, a ambos lados de la pantalla (un elemento que es común en buena parte de los cines cubanos más antiguos).

De un estilo neoclásico tremendamente sobrio para los estándares de la época, carece casi por completo de elementos decorativos, los cuales quedan restringidos a la cornisa y las ménsulas; sin que se haya podido determinar si estas carencias de decorados – si se compara con otros edificios neoclásicos contemporáneos – se debe a la influencia de estilos más austeros que comenzaban a imponerse o, simple y llanamente, fue una forma de ahorrar dinero.

Aunque la mayor parte de su larga existencia, el cine Principal funcionó como cine, esporadicamente brindaba funciones de teatro y/o espectáculos musicales:

Así, por sus tablas desfilaron figuras de la talla de Rita Montaner, la orquesta de Armando Romeu, el Septeto Habanero, Esther Borjay el Trío Matamoros, por sólo mencionar algunos.

Por más de dos décadas el Cine Principal dominó el mundo del séptimo arte en Marianao, peor en 1948 la apertura del Gran Teatro (Gran Cine) a pocas cuadras de distancia, con aire acondicionado y mejores condiciones tecnológicas afectó fuertemente a la empresa.

Desde entonces el cine Principal fue perdiendo clientela y quedó reducido a una sala para pobres que pasaba películas baratas o grandes producciones después que habían rodado por todos los circuitos de La Habana.

Con un aforo inferior al antiguo teatro (1100 butacas por 1500), el cine Principal de la calle 51 se mantuvo funcionando de forma ininterrumpida por varias décadas, hasta que el deterioro de la instalación debido a su antigüedad y la falta de mantenimiento e inversión provocaron su cierre.

El cine Principal ha permanecido a partir de ese momento como un enorme cascarón vacío, destinado a los más variados usos, todos muy divorciados del propósito con que se construyó originalmente.

Los vecinos de Marianao sueñan con el día en que sea restaurado, una aspiración que con cada día que pasa se acerca más al imposible.