Los observa vehemente desde un escalón generacional inferior, pero Rodrigo Prats no desespera. No ha venido a superar a nadie, solo quiere crear y dirigir. Su arte, que es su vida, brota a campanazos marítimos desde, la otrora señorial, Sagua la Grande que le vio nacer un 7 de febrero de 1909.

Cuando llegó al centro del escenario lírico habanero los maestros ya estaban entre las candilejas del proscenio organizando los ensayos, vino, vio y aprendió. Cuando la vida detuvo la vitalidad de Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig, allí seguía Rodrigo Prats, incansable, dirigiendo y creando. Poseído por el espíritu indetenible que le acompañó desde que compuso la atemporal Una Rosa de Francia.

Si algunos artistas necesitan de una vida para crear unos segundos de genuina trascendencia que les situe en la historia cultural de su país, a él ese triunfo le vino como condena. Si con 15 años escribes la canción que te va a instalar en la historia musical de tu país, ¿Qué harás luego con tu vida? Acaso sin buscar preguntas, sin renegar de la canción, siguió Rodrigo Prats escribiendo y dirigiendo zarzuelas, enriqueciendo el ya sólido repertorio del teatro lírico cubano.

Un talento precoz

Nuestros mayores repetían aquel refrán «de casta le viene al galgo«. Rodrigo Prats se encargó en darle veracidad al dicho. Hijo del célebre compositor y flautista Jaime Prats (1883-1946) -a quien, primero el malogrado Fernando Collazo, y luego el fenómeno del bolero, Barbarito Díez, ayudaron a inmortalizar gracias al éxito de su canción-criolla Ausencia-, y sobrino político de otro de los grandes nombres del escenario musical cubano como fue Jorge Anckermann.

Su debut en la Cuban Jazz Band, primera banda de jazz cubana fundada por su padre, se produjo en 1922, cuando tenía apenas 13 años. Había perfeccionado sus excelentes cualidades naturales para el violín y el piano en distintos conservatorios, donde coincidió con algunos de los mejores maestros (Juan Torroella, Fernando Aday, Benjamín Orbón y Buenaventura Sánchez) del período cubano, una época sin dudas dorada en el cuanto a música clásica se refiere.

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Unos meses después de su debut ingresó a la Orquesta Sinfónica de La Habana bajo la batuta del ilustre Gonzalo Roig, uno de sus maestros e inspiraciones con el cual tendrá una estrecha colaboración profesional durante años.

Por medio de los vínculos familiares recibe un poema de Gabriel Gravier para ser musicalizado, no sospechaban ninguno de los dos el éxito rotundo que seguiría a esta unión pues su creación fue estrenada por Fernando Collazo, famosísimo intérprete de danzones de aquellos años, con un éxito inesperado que colocó al jovencísimo Rodrigo Prats en boca de periodistas y conocedores.

Una rosa de Francia
Cuya suave fragancia
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Y en mi jardín que encanta
Aún la llevo en el alma
Como un rayo de sol
Aún la llevo en el alma
Como un rayo de sol

Por sus pétalos blancos
Es la rosa más linda
Hechicera que brinda
Su elegancia y olor
Aquella rosa de Francia
Cuya suave fragancia
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Una rosa de Francia
Cuya suave fragancia
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Y en mi jardín que encanta
Aún la llevo en el alma
Como un rayo de sol
Aún la llevo en el alma
Como un rayo de sol

Por sus pétalos blancos
Es la rosa más linda
Hechicera que brinda
Su elegancia y olor
Aquella rosa de Francia
Cuya suave fragancia
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Una tarde de mayo
Su milagro me dió
Iborere, iborere, oh
Acorona sirahua

Letra de Una Rosa de Francia de Rodrigo Ricardo Prats Llorens

Rodrigo Prats, un director legendario

Con apenas diecisiete años se hizo cargo de la Orquesta de la conocida compañía teatral de Arquímedes Pous, el negrito cubano por antonomasia del teatro vernáculo cubano que fallecería meses después; como curiosidad su padre ya había dirigido anteriormente dicha orquesta.

Hasta el año 1930, en el cual se integra junto a Gonzalo Roig y el libretista Agustín Rodríguez a la temporada de arte lírico del Teatro Martí, sigue relacionado con la música clásica fundando y dirigiendo la Orquesta Sinfónica del Aire, la Orquesta del Círculo de Bellas Artes y fungiendo como subdirector de la Orquesta Filarmónica de La Habana.

rodrigo prats junto a las divas celia cruz y marta pérez
La extraordinaria cantante Celia Cruz, el compositor Rodrigo Prats y la soprano Marta Pérez

En el Martí, el coliseo de las cien puertas, forma parte del gran fenómeno de la zarzuela, que había revitalizado en esos años, tras la desaparición del insigne Teatro Alhambra, con el estreno de obras como Cecilia Valdés de Roig y Amalia Batista, del propio Prats -e inspirada en el son homónimo que Carlos Godínez compuso y grabó con el Septeto Habanero en 1916-. Esta última obra de Prats es considerada la más completa de su repertorio junto a las también zarzuelas «Soledad» y «María Belén Chacón«.

Tras este período ganaría por oposición la plaza de director de la Orquesta Sinfónica del Ministerio de Educación y posteriormente pasando a ser director musical del recién fundado Canal 4. Durante las décadas siguientes y casi hasta el final de su vida siguió trabajando con el fin de mantener viva la tradición lírica y el danzón, símbolos culturales de Cuba.

Ese esfuerzo constante ha culminado con el bautizo del teatro Lírico de Holguín, fundado en 1962, como «Teatro Lírico de Holguín Rodrigo Prats» mientras que el Museo de la Música de Sagua la Grande, su ciudad natal, lleva hoy en día su nombre.

Considerado uno de los más prolíficos compositores cubanos falleció en La Habana un 15 de septiembre de 1980.