Dilly Dilly es un pequeño bar – restaurante situado en calle 30, No. 2714 casi esquina a 29 en el municipio Playa en La Habana. Se especializa en comida cubana, italiana e internacional (como la inmensa mayoría de los establecimientos gastronómicos de la capital cubana que no cuentan con una línea culinaria bien definida) y está ambientado temáticamente en Juego de Tronos, la popular franquicia de HBO.

Según se desprende de la información publicada en Internet el bar – restaurante Dilly Dilly se encontraba abierto ya en 2019, pero tuvo que cerrar sus puertas por las restricciones sanitarias que impuso el país para tratar de controlar la pandemia de COVID 19, siendo una de las primeras 533 unidades gastronómicas en ser autorizadas a reanudar sus servicios en septiembre de 2021.

El local de Dilly Dilly cuenta con un pequeño pero acogedor bar climatizado y una terraza a la calle 30 con muebles rústicos. Todo el ambiente del restaurante, desde las paredes a los menús ha sido decorado con motivos de Juegos de Tronos.

La pequeña terraza de Dilly Dilly, se encuentra separada de la acera por un pequeño muro de ladrillos expuestos sobre los que se encuentran finas laminas de acrílico grabadas con los escudos de varias de las principales casas de Poniente: Targaryen, Lannister, Stark, Arryn, Baratheon y Greyjoy.

Acorde con los tiempos que corren, el restaurante Dilly Dilly se muestra activo en redes sociales, donde interactúa frecuentemente con sus clientes y promociona sus ofertas (aunque su página de Facebook creada en noviembre de 2021, sumaba en un año menos de 300 seguidores, un alcance realmente pobre). Por demás, las críticas que ha recibido el local en Tripadvisor han resultado muy positivas, si bien el pequeño número de opiniones existentes hace que estas deban ser tomadas con las debidas reservas.

Dilly Dilly… ¿The winter is coming?

Sin lugar a dudas, este tipo de locales temáticos – por más que gastronómicamente no difieran o superen a sus semejantes – tienen gancho y siempre resultan atractivos para una sorpresita y pueden hasta llegar a convertirse en un puntos de reunión de los fanáticos más entusiastas.

El problema estriba, desafortunadamente, en las implicaciones legales del uso no autorizado de marcas registradas.

No importa a quién puedan pertenecer los derechos de Juegos de Tronos (HBO o George R. R. Martin), lo más seguro es que nadie pueda hacer un uso comercial de los mismos sin la debida autorización de su propietario.

Puede parecer una exageración debido a la humildad de Dilly Dilly, pero el mundo funciona así: en 2018, por sólo citar el ejemplo más surrealista que se me ocurre, una corte de Estados Unidos determinó que un empresario texano que pretendía abrir unos restaurantes bajo el nombre de «El Crustáceo Cascarudo» violaba la propiedad intelectual del conglomerado mediático VIACOM [1], propietario de la serie animada «Bob Esponja», aún cuando la corporación no había registrado ese nombre en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos… Por cierto, en Ayestarán y 20 de Mayo hay un puesto de fritas que se llama «El Crustáceo Cascarudo» (LOL).

Aquí, de más está decirlo, la vara de medir es otra: Copyright, marca registrada, propiedad intelectual… los cubanos pasan de eso y a las autoridades les importa poco. En ese sentido los comerciantes y productores de la Isla, forman una especie de «Hermandad de la Costa» o «República de Nassau»; situación a la que han contribuido muchísimo las amargas relaciones entre la nación caribeña y Estados Unidos.

Sin embargo, esto no quiere decir, ni mucho menos, que el relajo será para siempre. Las franquicias son fieras defensoras de «sus derechos» hasta en el más oscuro lugar del mundo y navegan detrás del deshielo.

En 2015, un emprendedor camagüeyano que le había puesto «Mc Donald» a su cafetería en la ciudad centro oriental, se vio obligado a cambiarle el nombre cuando la trasnacional de los arcos dorados envió a uno de sus abogados a tocar en su puerta [2].

Cuba, que en ese momento se acercaba a los Estados Unidos aseguró entonces que protegería las marcas registradas en el país y combatiría la violación de la propiedad intelectual; una promesa que se le olvidó en cuanto se volvieron a congelar las relaciones (y que tiene mucho de reciprocidad, porque del otro lado también se cuecen habas).