La hermosa casa quinta de los Condes de Fernandina, uno de los más bellos edificios neoclásicos que se construyera en el siglo XIX se encontraba en la Calzada del Cerro, donde antaño se asentaran las clases más ricas del Cuba.

Era una bella mansión, de dimensiones más reducidas que otras casas quintas construidas en esa calzada, como la de los Condes de Santovenia o la del Marqués de Pinar del Río, pero que no cedía en lujo a ninguna de estas.

Casa Quinta de los Condes de Fernandina

De dos plantas y riguroso neoclásico, como era menester en la época – fue uno de los cuatro únicos edificios de La Habana que hizo uso del pórtico columnar afrontado junto al Templete, el Asilo de Mendigos y la capilla del Cementerio de Espada – la quinta de los Condes de Fernandina se encontraba rodeada de jardines, estatuas y fuentes de mármol. El interior, por su parte, estaba decorado con un tesoro incalculable de obras artísticas que comprendían desde el más fino mobiliario hasta obras de los más famosos pintores.

Casa Quinta de los Condes de Fernandina en la Calzada del Cerro
La casa quinta de los Condes de Fernandina en la Calzada del Cerro (grabado de Federico Mialhe)

Fue construida en 1819 en los terrenos que ocupara la Fundición de Raquez, y a imagen y semejanza de las villas de Palladio en el Véneto italiano por Don Gonzalo Herrera y Beltrán de Santa Cruz, Primer Conde de Fernandina y sus sucesores se encargaron de enriquecerla, hasta que el tercer Conde – fiel a la máxima de la nobleza cubana que aseguraba: «abuelo millonario, hijo caballero y nieto pordiosero» – perdió toda su fortuna; por culpa, en gran parte e la afición de su esposa su afición por el lujo desmedido.

La Condesa de Fernandina gustaba emular las fiestas de la corte parisina y competir en trajes y joyas con la mismísima pareja imperial de Francia. Y esto llevó a su marido a la ruina.

Junto con la mayor parte de su fortuna perdió también el Conde de Fernandina su palacio campestre del Cerro que, a partir de entonces tuvo diversos usos.

Al retirarse del Cerro las clases cubanas más ricas hacia el nuevo Vedado, los enormes palacetes neoclásicos quedaron vacíos y poco a poco fueron arrendados o adquiridos por asociaciones y empresas que los convirtieron en sedes, en su gran mayoría, de instituciones religiosas, mutualistas o benéficas.

En particular, la casa quinta de los Condes de Fernandina fue sede durante muchos años, de la Asociación Cubana de Beneficencia, la cual sería nacionalizada tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959.