Orestes Ferrara Marino fue un hombre singular, vivió una agitada y peligrosa vida, por la que ningún corredor de apuestas humanas hubiese dado un medio: expediciones militares, más de doce duelos, cargas al machete, atentados, bravuconerías… debió morir cuatro o cinco veces, pero el italiano más importante de la Historia de Cuba expiró en su cama de Roma y con 95 años.

Nació en Nápoles el 18 de julio de 1876, de padres acomodados, un niño de bien con futuro asegurado, pero que lleva adentro el gen de la aventura, creado y cultivado por abundantes lecturas sobre historia romana, héroes de Salgari y batallas espectaculares de Garibaldi.

A los 18 años, en la Italia decimonónica, Ferrara no podía ser otra cosa que anarquista y soñador. Su cabeza comienza a llenarse con las historias de la guerra en Turquía y Cuba. Las hazañas de Máximo Gómez le despertaban un interés singular, y un día, con esos arrebatos fríos que nunca le abandonaron se echa al camino, el destino final: Cuba; el objetivo, un anciano general con malas pulgas que hacía décadas sostenía un país.

Orestes Ferrara: en un año de soldado a coronel

El año es 1897, el día 24 de mayo, el lugar Punta Brava, provincia de  Camagüey. Esas son las coordenadas donde inicia la huella del italiano en Cuba.

Su carrera empieza desde soldado, no tuvo la suerte de otros que con solo pisar el campo fueron hechos oficiales, y no paró hasta Coronel.

Su valor en las acciones le fueron ganando un ascenso tras otro, Generales como José Miguel Gómez y Calixto García le profieren elogios, lo quieren a su lado, pero Ferrara ha venido a Cuba para pelear junto al viejo. 

Orestes Ferrara

Un día, sin previo aviso, pide una licencia y arranca atravesando media Cuba para unirse a Gómez. Cruza la trocha como si nada, como quien espera en una cebra, y se aparece en el campamento mambí, ha hecho gran parte del trayecto solo y a pie y… casi lo fusilan al llegar.

Según los cronistas de la guerra, le tomaron por un anarquista que venía a ajusticiar al Generalísimo, pero logra salir de esa. Entonces Gómez le pregunta cómo cruzó la trocha y Ferrara le responde como si nada «caminando«, el viejo inmutable aprieta los labios, se gira hacia los oficiales de su estado mayor y les dice algo como «a partir de mañana me cruzan la trocha dos veces al día… que no va a venir un italiano a enseñarnos cómo cruzarla«.

Haría fama al lado de Gómez, y acumularía anécdotas que pasaron de boca en boca en el campo mambí. Como la vez en que -según dicen las crónicas- al regresar de varios días de campaña, con el torso sin más vestiduras que las cananas de balas en bandolera, acude a entrevistarse con el viejo y para ser formal -pese a los harapos- se las quita y al hacerlo se arrancó el pellejo, pues las tenía pegadas a la piel. El italiano apretó los dientes y achicó los ojos conteniendo el dolor, y al generalísimo, dicen, se le aguaron los ojos.

En otra ocasion, en plena guerra hispano americana, los insurrectos tenían problemas para dirigir el fuego de artillería en el combate de Arroyo Blanco. Orestes Ferrara ensimismado observa a lo lejos, en tierra de nadie, una mata alta, de pronto se levanta, pide los artículos para dirigir el fuego, le dicen que no hay y echa a correr hacia el árbol. 

Orestes Ferrara
El coronel Orestes Ferrara

Los españoles comienzan a practicar el tiro al blanco, sus compañeros lo daban por muerto seguro, llega a salvo, en un saliente se pierde de los ojos peninsulares, escala la mata, observa la posición enemiga, baja y hecha a correr en dirección contraria, así unas tres veces, hasta que la artillería logra liquidar la acción y de paso la guerra.

Al terminar tenía dos orificios de bala en el sombrero, y ni un rasguño en el cuerpo. Dos orificios de bala en el sombrero, y ni un rasguño en el cuerpo como volvería a tener unos 35 años después en otras circunstancias.

Al terminar la contienda ostenta los grados de Coronel, y por el ascenso inmediato que se realiza a todos los primeros oficiales es promovido a General. Esta es la razón por la que en unas fuentes aparece con un grado y en otras con el superior.

La  Primera República, de abogado a secretario de exteriores

En 1902 se recibe de abogado por la Universidad de La Habana -había retomado sus estudios mientras ejercía de gobernador interino de Santa Clara y antes se había recibido de doctor en jurisprudencia en la Universidad de Nápoles-. Se casa con quien sería su compañera de toda la vida -y a la que conoció brevemente en los trotes para lograr llegar a Cuba- y es nombrado director del Diario de Sesiones del Senado y la Cámara, una vez inagurada la República.

Su relación con Cuba en este primer periodo republicano estuvo marcada por un constante ir y venir entre la isla e Italia. Aquí acudía siempre que se enteraba que los liberales, sus liberales y los de su amigo José Miguel estaban en apuros, o cuando sus responsabilidades políticas, periodísticas o académicas lo requerían.

Como en 1906 cuando la guerrita de agosto lo sorprende en Italia, Orestes Ferrara lo deja todo y arranca para Cuba, disfrazado de monje -para burlar a los agentes del gobierno- desembarca en La Habana y se dirige a Santa Clara para incorporarse a las tropas que marchan sobre La Habana.

Orestes Ferrara visto por Emil Fuchs
Orestes Ferrara visto por Emil Fuchs

Durante años ocupó cargos en el Congreso y en el servicio exterior de Cuba, fue creador de revistas, periódicos, publicó libros de corte histórico centrados en la época medieval renacentista y otros.

Entonces llegó 1925, Orestes Ferrara pese a lo que se pueda pensar, no apoya la candidatura de Gerardo Machado para presidente en el interior del partido liberal, en su lugar respalda al coronel Carlos Mendieta, quien termina perdiendo la postulación, pese a ello Machado llama al italiano a que forme parte de su gabinete, donde terminaría ocupando la secretaría de exteriores. 

El hombre de la sangre fría

Ha contado el historiador Newton Briones Montoto, que a la caída de Machado, Orestes Ferrara estaba aún en Palacio cuando el pueblo enardecido invade el recinto para saquearlo y cazar esbirros.

Se topan con el italiano, quien no es un esbirro, pero sí alguien muy odiado por su alta condición. La muchedumbre le va encima, y Ferrara sin inmutarse levanta su mano derecha, en la que sostiene un papel, e imperturbable les comunica que tiene en sus manos la renuncia del Presidente, la cual debe entregar personalmente en el Capitolio o Machado seguiría en el poder. Cuentan los testigos que el gentío se paró en seco, le abrió paso, y según algunos la mayoría lo escoltó hasta el Capitolio.

De ahí se escabulló a su casa, donde recogió a su esposa, algunas pertenencias, y atravesó de nuevo la revuelta Habana rumbo al hidroavión en que partiría hacia los Estados Unidos -cabe señalar que algunas fuentes ubican su salida al día siguiente-. Algunos testigos han dicho que hizo el recorrido en un auto descapotable, correctamente sentado, mientras los disparos  se sentían alrededor. Al abordar el avión y retirarse el sombrero, tenía en él dos impactos de bala.

El regreso: el ajuste de cuentas y un hombre con siete vidas

Al salir de Cuba en 1933 Orestes Ferrara fue condenado a muerte por los grupos de acción, y una vez que te condenaban una cosa era segura, si volvías tratarían de ajusticiarte.

Tal vez por eso volvió en 1940, como delegado por los liberales a la Asamblea Constituyente, lo vieron los grupos, recordaron la sentencia y le dieron curso a su ejecutoria.

El atentado fue en la esquina de Infanta y San Miguel, cuando el italiano se dirigía al Capitolio. Desde un carro en movimiento una lluvia de balas coció su automóvil, el chófer murió en el acto, Orestes Ferrara recibió diez impactos de bala en el cuerpo. Los grupos no le habían perdonado que se les escapara en 1933.

orestes ferrara-2-de-febrero-de-1940
Orestes Ferrara 2 de febrero de 1940

Ferrara bajó de su carro, estaba completamente ensangrentado, los múltiples impactos de bala habrían impedido a cualquiera hacer lo que hizo, salir del auto sin ayuda, parar un taxi y entrar caminando sin ayuda al hospital. 

Ese día debe haber perdido más de una de las siete vidas que debió tener, contando incluso los más de doce duelos entre espada y pistola que efectuó, y de los que salió siempre victorioso.

El otro Ferrara

Existe una faceta de Orestes Ferrara que en Cuba no es suficientemente apreciada, y es la de intelectual. Fue el italiano un prolífico escritor, tanto como historiador -sobre todo especializado en el período medieval renacentista-, que como periodista.

Como historiador dio a la luz más de cuarenta títulos, que se destacan por un análisis que la mayoría de las veces rompe con los cánones positivistas de la época para levantar reflexiones y análisis sobre el accionar de sus biografiados.

Entre los títulos que más destacan podemos mencionar: «Vida de Nicolás Maquiavelo«, «La correspondencia privada de Nicolás Maquiavelo«, «Isabel la Católica«, «El siglo XVI a la luz de los embajadores venecianos«, «Martí y la elocuencia«, «El Papa Borgia«, «Un pleito sucesorio: Enrique IV», «El Estado y la sociedad futuros: El mundo por venir«, «Una mirada sobre tres siglos: Memorias«, y «La guerra europea: causas y pretextos» entre otros.

Como periodista destaca la fundación, en 1913 en Cuba, de la Revista Social y sobre todo del diario «El Heraldo de Cuba», el cual circuló desde 1914 hasta 1926, llegando a tener una tirada diaria de 65000 ejemplares.

Epílogo italiano

En su larga y agitada vida, Orestes Ferrara recibió innumerables reconocimientos y distinciones por todo el orbe, como:

  • Miembro del Centro de Derecho Internacional Público de la Universidad de Buenos Aires.
  • Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Domingo.
  • Medalla Juan Pablo Duarte de la República Dominicana.
  • Académico de Número de la Academia de Historia de Cuba. 
  • Miembro Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales de España.
  • Miembro Honorario de la Academia de Historia de México.
  • Miembro Honorario de la Academia de Ciencias Sociales de Cuba.
  • Miembro de la Academia Diplomática Internacional de París.

Murió en su casa de Roma, en una fecha tan increíble para una vida llevada al límite como el 16 de febrero de 1972, a la edad de 95 años.