El recuerdo de las navidades habaneras permanece en la memoria colectiva de los cubanos, incluso aquellos nacidos tras 1959 -la Revolución de carácter laico eliminó las festividades cristianas- han escuchado a sus mayores las historias de las luces y el colorido que decoraba las principales arterias comerciales de La Habana.

Época de compras compulsivas, para quienes podían permitírselo, y alegría por los familiares que volvían a casa para pasar con los suyos tan esperadas fechas. Era el momento de lucir las mejores prendas de vestir en la Nochebuena del 24, aguardando en un ambiente más familiar la llegada de Santa Claus y sus regalos con los más pequeños, y guardar para el 31 las vestimentas más cómodas para salir a bailar tras la cena y el tan cubano cubo de agua a la calle tras las doce campanadas.

Navidades habaneras en el Ayuntamiento de La Habana
Ayuntamiento de La Habana decorado con luces de Navidad.

Además de que se intercambiaban las suertes dispares que repartía la Lotería Nacional que en estas fechas emitía sorteos extraordinarios que causaban furor. Los circos itinerantes también aprovechaban las temperaturas cálidas del país para visitar los pueblos aprovechando que los pequeños no tenían que asistir a los colegios y así recuperaban parte de la temporada que los huracanes les roban del verano.

Campaña de compra por las navidades habaneras

Tiendas como El Encanto, Almacenes Ultra o las calles comerciales por excelencia de San Rafael y Obispo sacaban sus mejores diseños en una competición de luces y decoraciones con los nacimientos de Belén en sus vidrieras, rodeados de guirnaldas y arbolitos de Navidad llenos de bolas rojas y plateadas.

A finales de los 50 el rito de Santa Claus (o Papá Noel) estaba insertado de pleno en las tradiciones criollas, haciendo habitual en estas fechas la presencia de disfraces en los hogares más pudientes para entregar los regalos. Tradición, la de compra, que se remonta hasta 1850 como atestigua la siguiente crónica extraída del diario de una joven habanera de la época.

Ayer fui con mamá a visitar varias tiendas; en La Habana sobra actualmente en que gastar ese precioso metal de Midas, que circula en nuestra capital con más igualdad sin comparación, que en las principales capitales de Europa, en donde se pasa de la extremada opulencia a la miseria extremada. -Mamá me concedió permiso para elegir un peinado y un vestido de mi gusto , para festejar mi natalicio y distraerme de la melancolía que me asaltó en Navidad sin Padre.

En la tienda el Jardín hallé adornos preciosísimos para la cabeza y en la Piña de Oro una colección de brillantes vestidos de gró de todos colores, bordados con la mayor riqueza por un precio módico. Enseñaron además a Mamá en esa tienda un precioso ajuar de bautismo de raso blanco y blondas delicadísimo y barato pero ella contestó que era viuda.

«Ramillete Habanero» publicada en la Gaceta de La Habana. 26 de Diciembre de 1850. Edición 323. Firmado por «Felicia».

El árbol de Navidad solía estar adornado por una estrella dorada en la copa, de sus ramas diversos juguetes y decoraciones varias daban colorido a los salones de las casas. A sus pies el nacimiento de Jesucristo, rodeado por la Virgen María y José, junto a ellos los reyes magos y demás animales de granja que rodeaban el pesebre donde descansaba el niño. Tras la cena de ese día las familias con mayor fe católica se dirigían a escuchar la llamada Misa de Gallo que se produce alrededor de medianoche, dando inicio así a la llamada Navidad.

Navidad habanera popular

Cerdo asado en púa

Por otro lado el cerdo asado, al estilo tradicional en hojas de plátano o en púa, era un esfuerzo que intentaban poner en su mesa los habaneros. En las barriadas más humildes las comidas entre amigos y el juego de dominó, y otras apuestas, ayudaban a matar las horas entre música y cerveza, para pasar luego al ron. Se cenaba con un ambiente distendido de celebración. La mesa cubana de estas fechas suele tener el tradicional arroz congrí, la carne de cerdo, su yuca con mojo picón y alguna ensalada, casi siempre con lechuga, pepino y tomate, según se consiguiera.

Navidades de los pobres

El colorido y la alegría de estas fechas también hacía más evidentes las diferencias sociales, pues algunos apenas podían poner de comer en su mesa en estas fechas y recurrían a las casas de beneficencia que intentaban dar cobijo a los desamparados. La Real Casa de Beneficencia y Maternidad, ubicada en la caleta de San Lázaro hasta principios de los 50, se llenaba por la afluencia de personas de bajos recursos y de voluntarios que participaban en la preparación de la cena.

Dicha institución se mantenía con unos fondos asignados por el gobierno desde comienzos de la República además de colectas y donaciones públicas. En estas fechas los presos e internos recibían una comida en mejores condiciones como espíritu cristiano de humanidad.

A partir de 1959

Tras el primero de enero de 1959 se suspendieron las festividades nacionales que declaraban feriado el día de Navidad (25 de diciembre), dificultando esto el traslado de las familias a sus ciudades de origen, sumado a que el culto religioso fue perdiendo presencia en el quehacer cotidiano de la nación. Pero tras la visita del Papa Juan Pablo II en enero de 1998 la Isla retomó la costumbre de declarar el 25 festivo nacional y se han ido recuperando algunas tradiciones que han pertenecido a este pueblo durante siglos.

Luces-en-Calle Galiano
Imagen del 2019 de la Calle Neptuno con luces de Navidad. Imagen de Javier Columbié Rodríguez. Tomada del Grupo de Facebook FOTOS DE LA HABANA.

La Navidad habanera, y cubana por extensión, no radica en el consumismo adornado por tiendas iluminadas con arbolitos, ni Santa Claus de cachetes rosados sobre renos del polo norte, que nada pintan en el Trópico por demás. No es la Misa de Gallo y el culto religioso que como cualquier culto es respetable, ese no es el punto aquí. Las navidades habaneras eran un estado de ánimo cultural que servían como motivo de reunión familiar y de amigos, cuya función era limar las asperezas de un año, que en su devenir trajinado, genera distancias físicas y emocionales entre aquellos que se quieren.