En lo jardines del Capitolio de La Habana, con la vista puesta en el Paseo del Prado, se encuentra el busto de bronce del periodista y patriota Martín Morúa Delgado.

Es uno de los varios que, durante la República, fueron colocados fuera del Legislativo para honrar la memoria de los diputados más destacados del Congreso Cubano en sus primeros años.

Martín Morúa periodista y patriota

Hijo de un español con una negra criolla, que algunos aseguran era hija de esclavos, Martín Morúa nació en Matanzas el 11 de noviembre de 1857 [1] y desde niño le tocó vivir la discriminación de una sociedad que elevaba a los hombres por el color de su piel y no por sus méritos.

Su padre, Francisco Morúa, era de origen vasco y poseía una pequeña panadería en el barrio e Pueblo Nuevo; y su madre Isabel, una negra gangá que se había educado en una de las familias más distinguidas de Matanzas, de la cual llevó su apellido.

Desde muy niño Martín Morúa se dio a los estudios, a la vez que aprendía el oficio de tonelero. Su historia es una historia de superación y crecimiento personal, que le llevaría desde un oscuro puesto de obrero en el alambique «El Refino» hasta el Congreso de la República de Cuba.


Martín Morúa Delgado Senador de la República de Cuba
Martín Morúa Delgado

Desde muy joven se puso al servicio de los más humildes: organizó gremios obreros para luchar contra los abusos de la patronal y con 19 años fundó en su ciudad natal el Círculo de Artesanos, en el que estableció una escuela nocturna para los obreros y otra diurna para sus hijos.

Inteligente como pocos, con facilidad de palabra y un gran talento natural para las letras, se convirtió, de forma autodidacta en un periodista notable y en 1879, al decretarse la libertad de imprenta en Cuba tras la Paz del Zanjón, fundó el periódico «El Pueblo».

Sus vínculos con los partidarios de la independencia le obligaron a partir al exilio tres años después y establecerse en Tampa, donde brindó su concurso y su pluma a quienes preparaban una nueva guerra libertadora en Cuba.


Martin Morua Antonio Maceo Y flor Crombet
Martín Morúa junto a Agustín Cebreco, Antonio Maceo, Flor Crombet y otros patriotas

En 1890, Martín Morúa regresa a Cuba y abraza la fe autonomista. En esos años sostiene una polémica pública con el también periodista (y como él, mulato) Juan Gualberto Gómez, sobre los derechos de la «raza de color».

Hombre de gran cultura, Martín Morúa hablaba a la perfección el inglés, y dominaba el francés, el italiano y el portugués. Su gran facilidad para los idiomas se revela, cuando se conoce que se une entusiasta volapukólogo, seducido por la lengua artificial creada por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer.

Iniciada la Guerra de Independencia y desencantado de la doctrina autonomista, volvió a exiliarse en Tampa, donde, en 1898, se enroló en la expedición del general José Lacret Morlot para incorporarse como soldado al Ejército Libertador.

Contra los «Independientes de Color»

Constituyente en 1901, fue electo senador a la primera legislatura del Congreso de la República de Cuba. En 1904 fundó el Partido Moderado, que trató de reelegir de forma arbitraria a Tomás Estrada Palma, lo que provocó la Guerrita de Agosto y la Segunda Intervención Norteamericana.

En 1910 propuso la conocida «Enmienda Morúa» que prohibía la existencia de partidos políticos basados en el color de la piel y que fue rápidamente aprobada por el Congreso y utilizada para prescribir el Partido Independiente de Color (PIC).

Martín Morúa murió el 28 de abril de ese mismo año, mientras ocupaba el cargo de Secretario de Agricultora Comercio y Trabajo en el gabinete de José Miguel Gómez, e ignorante de como el instrumento jurídico por él propuesto sería esgrimido como justificante de causa en la masacre cometida contra negros y mestizos cubanos tras el alzamiento del PIC.

A Martín Morúa corresponde el honor de haber sido el primer hombre «de color» en ocupar una cartera ministerial en Cuba y en presidir el Senado de la República, algo en extremo difícil en los años en que la discriminación por el color de la piel era práctica habitual en la Isla.

Sostienen muchos historiadores que no se puede culpar a Martín Morúa de los crímenes cometidos por el ejército después de su muerte y que el senador no podía saber lo que sucedería con su «Enmienda».

Otros, menos condescendientes, lo condenan sin miramientos y aseguran que un hombre de la experiencia política de Martín Morúa, podía prever perfectamente las consecuencias de sus actos, por lo que la sangre de los Independientes de Color, si bien no cayó sobre su conciencia al estar muerto, sí está sobre su tumba.

Notas

[1] Así aparece reflejado en la partida bautismal de Martín Morúa Delgado en Folio 8, No. 54, Libro 24 de Pardos y Morenos de la Catedral de San Carlos de Matanzas, aunque algunas fuentes ubican su nacimiento en el año 1855 ó 1856.