De las muchas familias musicales que ha tenido Cuba, es la de los Romeu de las más prolíficas, en ella destacan nombres como Armando Romeu, sus dos hijos Mario Romeu González y Zenaida Romeu, y más recientemente Zenaidita Romeu.

Siendo niño – pues nació el 27 de abril de 1924- asombró a La Habana, y de paso al mundo, cuando en compañía de su padre, sin haber cumplido los cuatro años, interpretaron a cuatro manos varias piezas en el Teatro Nacional, una de ellas probablemente haya sido “Ay Mamá Inés”, pues fue de las primeras que el niño prodigio de Regla dominó.

La enseñanza del piano la recibió inicialmente en su propia casa, de manos de su padre y ayudado por su hermana, catorce años mayor. Su formación continuó con el pianista soviético Jascha Fisherman y a partir de 1938 en el Instituto Curtis de Filadelfia.

A partir de los dieciséis años, ya Mario Romeu, en compañía de su hermana Zenaida, triunfaba en los más exigentes escenarios de la capital, producto de un virtuosismo que les llevaba a ejecutar, de manera magistral, complejas piezas muchas veces con dos pianos.

Según el sitio web cadenahabana:

Hay quienes afirman que Romeu acariciaba las teclas del piano para dejar escuchar el arrullo de palmas y el tenue murmullo de la marea en la orilla del mar.

El gran músico cubano Chucho Valdés dijo refiriéndose a Mario Romeu:

No he oído a nadie en el mundo con un sonido tan hermoso en el piano, como a Mario. Voy a partir de que escuché tocar a Rubinstein, Horowitz , aquí en el Auditorio, ahora Amadeo Roldán, y en Rusia vi tocar a los más grandes pianistas y yo soy un gran fans de Barenboim y Martha Argerich, además los conozco personalmente.

Esa calidad que emanaba a raudales, cuando acariciaba la teclas del piano, lo convirtió en uno de los exponentes más solicitados del instrumento en el pais. Desde 1941 era reclamado por emisoras de radio para ejecutar música en vivo, así como por teatros de todo el país, actuando en escenarios como el Auditórium, el Conservatorio Nacional, el teatro Encanto, el Fausto, o haciendo jazz con la orquesta del Cabaret Tropicana.

Mario Romeu, el talento a mares.

La excelencia en el tocar, la limpieza de su ejecutoria, más el añadido de ser un gran director de orquesta, le hicieron ser muy solicitado por otros grandes intérpretes de Cuba y el mundo, que no quisieron perderse la oportunidad de compartir escenario con él, empezando por el maestro Ernesto Lecuona, con quién interpretó varias piezas.

Su talento trascendió nuestras fronteras desde que siendo casi un niño dio una gira por varias ciudades norteamericanas. Ya de mayor fue posible que otros públicos, como el venezolano, se deleitaran con su arte, pues entre 1950 y 1951 actuó como solista de la orquesta de radiodifusión de Venezuela y con la Orquesta Sinfónica de Caracas, que en ese entonces dirigía el maestro Thomas Mayer.

Luego, con la orquesta de la Televisión Cubana, acompañó al gran pianista norteamericano Liberace, al cantante Lucho Gatica, y a la excepcional Sarita Montiel.

El rescate de la obra de Mario Romeu

A pesar de haber tocado en tantos lugares, de haber compartido con tantos músicos grandes, y de haber sido director de la orquesta de la televisión nacional por muchos años, Mario nunca grabó un fonograma.

Los que no tuvieron la suerte de escucharlo en vivo, pudieron recrearse con su talento al escuchar la excelente música que interpretó para el filme cubano «La Bella del Alhambra«, de Enrique Pineda Barnet. En la que destaca, por supuesto, la melancólica interpretación de «Canción para Rachel«. 

Con el trabajo realizado para el filme obtuvo el Premio Coral a la mejor banda sonora en el XI Festival del Nuevo Cine Latinoamericano celebrado en La Habana, en 1989.

Pero la obra de Mario Romeu sí es posible escucharla fuera del cine, gracias a la labor de recuperación de la casa discográfica Bis Music, y de los hijos del músico, quienes se dieron a la tarea de rastrear, recopilar, e incluso restaurar, su dispersa obra, para que fuera publicada en dos volúmenes titulados «Mario Romeu, piano de Cuba«.

Mario Romeu, Premio Nacional de Televisión, Artista Emérito de la Radio en Cuba, murió en La Habana, el día 8 de enero de 2017, a las 11:50 de la noche. Perdía así Cuba al último exponente de la era dorada del piano.