Entrevista exclusiva a Marcial Gala, Premio Nacional Pinos Nuevos de Cuento 1999 y Premio Alejo Carpentier 2012. Cuenta con múltiples reconocimientos dentro y fuera del archipiélago cubano, ha publicado varios libros de cuentos y poemas. Incluido en antologías nacionales e internacionales. Las frases seguidas de un asterisco(*) se corresponden al título de algunos de sus libros publicados.

Una introducción al hilarante mundo de Marcial Gala

Conocí a Marcial demasiado pequeño para saber quien era aquel negro tan alto que siempre llevaba una gorra puesta. Entonces me parecía un gigante noble que hablaba despacio y no perdía la compostura ni siquiera con los niños berrinchudos como yo. Desde mi perspectiva solo veía que apenas se afeitaba la parte visible de la cara y que sus ojos siempre parecían más expresivos que su rictus corporal.

La sonrisa de Marcial era enorme, casi tan amplia como sus manos. Ya sé que un niño en sus recuerdos tiende a distorsionar los espacios pues los recovecos de la memoria, como es sabido, son esquivos a los detalles. No puedo aportar nada más de aquellas impresiones lejanas, no recuerdo más que su figura y su bicicleta.

Marcial Gala
Marcial Gala en la portada de la revista Clarín

En cambio a Marcial Gala lo conocí un día al descuido ojeando la biblioteca de mi padre, una pequeña novela Sentada en su verde limón me llamó la atención porque a tan marcial y reluciente nombre podía ponerle rostro. La abrí y al grato olor de un libro nuevo le siguió una prosa tan sencilla que escocía. Fue la primera vez que vi f(r)iccionada mi ciudad en llamas bajo el retrato corrosivo del salitre de los hechos reales.

Tras ese descubrimiento sonoro seguí leyéndolo y, desde la timidez de un mito recién descubierto, conversé un par de veces con él ya como algo más que un niño.

El juego que no cesa*

Marcial Gala me dijo hace mucho tiempo: para escribir lo único que hay que hacer es soltarlo todo, como un vómito, porque no se sabe cuándo volverás a tener ganas de… Te tengo que dejar que se va la guagua. Acto seguido corrió, corredor de siempre y sacó una moneda de a centavo* para pagar la guagua.

Así me quedé sin saber esa gran verdad que tiene para escribir sin ornamentos ni concesiones baratas, aunque dudo que alguien de prosa natural como él sea capaz enseñarle a alguien como yo algo que se tiene o no se tiene.

Quizás fue mejor así, porque, cómo iba a explicarme Marcial Gala que para escribir hay que tener algo que contar primero, y ya luego, saber cómo hacerlo como escuché decir a mi padre en el salón de casa en una tertulia (Dios y los locos*) con el propio Marcial Gala y Alberto Guerra Naranjo (dos cuenta cuentos empedernidos).

«Lo primero se consigue viviendo o leyendo, lo segundo se consigue escribiendo y vomitando». Pero, en ese incierto azar que es el talento de la escritura, ser un vividor o un asceta no garantizan que te conviertas en el Hechizado* Marcial que, prestidigitador de sonoridades, hace las dos cosas como un dealer ingenuo cuyo oficio no es otro que repartir cartas y palabras.

Es muy temprano*

Así fue el último encuentro que recuerdo con él. Ha pasado el tiempo, más de diez años. Él radica en Argentina, yo en España. Dos extremos que tienen como epicentro curioso una pequeña ciudad marítima en la costa sur de Cuba.

La Catedral de los Negros (Premio Alejo Carpentier-2012) está infusionada allí, en el tropiezo de mil fuegos lentos que circunscriben el mágico sur-realismo antillano. La Catedral de los Negros, repito el título porque esta es un concesión necesaria, es un libro que se va a leer dentro de 40 años con sorpresa, como escrito en un sempiterno juego de voces actuales. Es la solidez sinfín de la prosa de gala, de el menos Marcial de los marciales, capaz de adaptarse al medio y persistir.

Un negrísimo habanero que no quiso ser deportista o músico, sino que prefería pintar Monasterios* como Viendo volar un extraño pájaro de ala azul* sin mayor pretensión que entenderse a sí mismo. De ahí nace la fortaleza de su prosa, es lucha y resistencia, diseñada para enaltecer lo cotidiano y desnudar la poesía estática que acongoja la realidad encajonada de Cuba.

Pero Marcial (Enemigo de los ángeles*) no es un tipo de estridencias, Marcial es un escritor que hace Gala de la mayor cualidad de un escritor. Deja que sean sus personajes los que reten y revienten el mundo interior de sus lectores. No sabes dónde acaba el personaje y dónde nace el escritor.

Marcial Gala en Cienfuegos
Marcial Gala en Cienfuegos

He tenido la suerte de conocerle y leer sus novelas, solo puedo decir que no hay artificio alguno, Marcial es todo lo que ves y todo lo que ves es tangible, real, aunque sea ficción.

Fotos de La Habana: Naciste en La Habana pero viviste mucho tiempo en Cienfuegos y ahora en Argentina. ¿Habanero se nace o se hace?

Marcial Gala: Si hubiera dependido de mí, no me hubiera movido jamás de la Habana pero tenía apenas diez años cuando a mi padre le ofrecieron trabajo de ingeniero en Cienfuegos y hasta esa ciudad nos fuimos pero siempre que volvía la Habana amé a esa ciudad donde aprendí tantas cosas y a la que extraño mucho.

Creo que habanero se hace y también un poco se nace, es una mezcla, una de las cosas más difíciles es discernir por qué se ama a una ciudad pero para el que nace en ese sitio es un poco más fácil y yo soy habanero de la Habana Vieja, camino por esas calles y hasta el olor a gas de tantas tuberías rotas me es entrañable.

Marcial Gala en La Habana
Marcial Gala en La Habana

FH: Tus personajes se nutren del lenguaje cubano, ¿crees, como Guillermo Cabrera Infante, que el habanero es una forma de hablar distinta del cubano?

MG: Coincido con él, es llamativa esa manera tan diferente que tiene el habanero al expresarse y que lo diferencia del resto de los cubanos, cada uno con su forma de utilizar el español. El habanero, en específico habla como si el viento de mar le robara las consonantes y todo fuera líquido, vocal.

Marcial Gala en el Prado de La Habana
Marcial Gala en el Prado de La Habana

FH: Cuando se menciona a La Habana se habla siempre de los sitios conocidos de la Habana Vieja, pero qué otros lugares, por su arquitectura y riqueza cultural te llaman la atención.

MG: La Habana es hermosa, una ciudad hermosa, tiene muchos lugares de una belleza arquitectónica y ambiental notable y eso que ha sido muy maltratada por malas decisiones de planificación urbana y arquitectónica, aun así tiene barrios, municipios como Plaza, Miramar, el Cerro, cada uno con sus características, de gran interés arquitectónico y mucha belleza.

Marcial Gala en los Premios Clarín de Novela 2018
Marcial Gala en los Premios Clarín de Novela 2018

FH: Marcial, sé que eres un caminante y corredor empedernido, qué ruta por las calles de La Habana recomendarías a los corredores foráneos.

FH: Les recomiendo que caminen por la avenida del malecón desde que empieza hasta que termina en lo profundo de la Habana vieja y que entonces suban por el Paseo del Prado hasta la calle Obispo, lleguen hasta el final de esa calle.

Vuelvan y luego se adentren en las más diversas callejuelas, repletas de sorpresas, la Habana Vieja es única de verdad. Yo nací en la Habana Vieja por eso la conozco tanto y cada vez que voy revivo lo que viví, para mí esa avenida del Prado y ese malecón son únicos, no he visto nada así , ni en Europa, ni en América.

Marcial Gala

FH: ¿Qué ciudad que no sea cubana te hace sentir que estás en tu hogar?
MG: Me encanta Buenos Aires, es una ciudad donde nunca te sientes extranjero y que como la Habana está llena de sorpresas, una ciudad bella y culta pero también salvaje.

Marcial Gala con una de sus hijas recogiendo el Premio Alejo Carpentier 2012
Marcial Gala con una de sus hijas recogiendo el Premio Alejo Carpentier 2012

FH: Si pudieras escribir un libro ahora mismo sobre La Habana ¿Qué título le pondrías?
MG: El París del Caribe o de Guatemala a Guatepeor.


FH: Una historia, inventada o verídica, de La Habana que cuentes en cualquier fiesta entre amigos y sea Real/Maravillosa.

MG: Una historia terrible, estaba alojado en el hotel EGREM, en vísperas de volar a México, el avión salía al otro día, así que esa noche fui al cercano malecón y me senté en el muro, por mi lado pasó una mujer de unos cuarenta y tantos vendiendo maní, vestía como una empleada o secretaria, se notaba que lo hacía para completar sus ingresos.

Estuve a punto de pedirle un cucurucho, pero luego me concentré en el celular, de pronto algo me hace levantar la cabeza y veo como un auto choca a un ser que al principio identifiqué con una muñeca o maniquí que que le habían tirado desde uno de los balcones que daban a la Avenida de malecón pues voló al ser golpeada por el auto y cayó en el asfalto con una postura del todo antinatural en un ser vivo, cuando me acerco era la mujer de los cacahuetes.

La Catedral de los negros en el New York Times
La Catedral de los negros en el New York Times

FH: Qué cree que es más fuerte en el imaginario colectivo de la creación artística de la Habana ¿La idiosincrasia del habanero o la arquitectura monumental de la ciudad?

MG: Creo que la idiosincrasia, aunque ambas cosas son muy fuertes en las novelas que sobre la Habana se han escrito desde las de Carpentier y Lezama hasta las de (Reinaldo) Arenas y las últimas que he leído de Alberto Guerra, Ernesto Santana, Amir Valle y tantos otros.