Manuel Saumell Robredo, puede considerarse, en justicia, como el primero de los grandes pianistas formados en Cuba y un verdadero genio musical que rindió La Habana a sus pies a fuerza de talento y empeño.

Nació el 19 de abril de 1818 en la capital cubana, hijo de Don Cristóbal Saumell y Doña Mercedes Robredo, personas respetadas y honradas, pero sin bienes de fortuna, que poco pudieron hacer para encauzar el talento precoz de su hijo.

La educación músical de Saumell no fue, en sus principios, por esa razón, ni la más acertada, ni la más vigorosa y eficaz, pues joven aún, y muy escaso de recursos económicos, tuvo que hacer sus estudios de forma autodidacta, sin un guía que pudiera dirigirlo, ni un amigo entendido en quien confiarse y consultar.

Manuel Saumell – Pianista y compositor

Sin embargo, no claudicó en su empeño, animado por su amor al arte, hasta que, en 1832, cuando ya su talento se había desarrollado y desatado, pudo, a la sombra del famoso Juan Federico Edelman, que acababa de llegar a La Habana, mejorar su estilo y perfeccionar su mecanismo. Más tarde realizaría también estudios de armonía, contrapunto e instrumentación con Mauricio Pyke, hombre erudito, con el cual terminaría su formación musical.

Manuel Saumell
Manuel Saumell

Hombre amable, modesto, decidor y ocurrente, Manuel Saumell escribió algunas de las más bellas contradanzas que en Cuba se recuerden. En sus trabajos, melódicos y armónicos a la vez se nota una melodía suave y espontánea, no rebuscada, y una armonía sencilla, natural y consecuente; no porque le faltaran recursos musicales (que en abundancia los tenía), sino porque prefería realzar el canto y no sofocarlo con un exceso sonoro.

Fue, asimismo, Manuell Saumell, el primero de los músicos en concederle una gran importancia al bajo, haciendo con él caprichosos dibujos, felices imitaciones; en fin tuvo la habilidad de encerrar bellísimos pensamientos en los estrechos límites de 32 compases. «Los chismes», «Recuerdos tristes», «Lamentos de amor», «Soledad», y otras tantas piezas construyeron su reputación como compositor y arreglista y le dieron un lugar de preferencia en los círculos filarmónicos de la culta y aristocrática Habana decimonónica.

Como pianista (a juicio de algunos contemporáneos) fue de «poca fuerza», pero notable por la pureza de su estilo y la elevada inteligencia que siempre demostró para la la interpretación del repertorio clásico, al que llamaba su «música predilecta».


Al día de hoy las contradanzas de Manuel Saumell continúan presentes en el repertorio de incontables pianistas

Complaciente como pocos – mientras Edelman siempre estaba ocupado, Desvernine y Aritzi en París, y Quezada y Ruiz Espadero eran unos niños apenas – fue Manuel Saumell, socio facultativo de la Filarmónica, la Sociedad Santa Cecilia, la Sociedad Habanera, del Liceo y de la Academia Santa Cristina; quien siempre se multiplicó por los salones de la ciudad.

Murió Manuel Saumell el 14 de agosto de 1870 a los 53 años de edad en la misma pobreza en la que había nacido; cruelmente ignorado por las familias más nobles y aristocráticas de La Habana, las mismas a las que poco tiempo antes deleitara con su música.