Considerado entre los «Cuatro Grandes» de la trova cubana, Manuel Corona es uno de los imprescindibles de la historia de la música en la Isla. Compositor, guitarrista y bohemio, nadie como él le supo cantar a las mujeres.

Manuel Corona nació en la «Villa Blanca» de Caibarién el 17 de junio de 1880 (aunque otras fuentes aseguran que fue tres años antes). Su familia era muy pobre y, con sólo 13 años de edad, el joven ató un alijo a sus espaldas y se marchó a La Habana en busca de mejor suerte.

Eran tiempos muy difíciles, pero Manuel Corona tuvo la suerte de colocarse como tabaquero en «La Eminencia». Este oficio, en el que llegó a adquir una gran maestría le permitió sobrevivir en la capital y comprar su primera guitarra.

Los "Cuatro Grandes" de la trova cubana: Alberto Villalón, Manuel Corona, Sindo Garay y Rosendo Ruiz
Los «Cuatro Grandes» de la trova cubana: Alberto Villalón, Manuel Corona, Sindo Garay y Rosendo Ruiz

Manuel Corona, el hombre que más cantó a las mujeres

En 1900 compuso su primer bolero «Doble incociencia» y dos años después viajó a Santiago de Cuba a encontrarse en hotel Colón con Pepe Sánchez, padre de la trova, quien quedó impresionado con el joven Manuel y le dijo:

«Serás algo notable, Corona, te lo aseguro.»

A «Doble incociencia», que alcanzó una gran popularidad en Cuba y en México, siguieron sus «contestaciones» a Mercedes (con las que debutó en público María Teresa Vera en 1911). Las «contestaciones», que hoy llamaríamos «derivaciones», «sagas», «secuelas» o «precuelas» de una canción, fueron iniciadas por Manuel Corona y muy pronto se volvieron moda entre los trovadores.

No siempre las «contestaciones» las escribía el mismo trovador. Era práctica común que a una canción que obtenía fama, otro trovador le compusiera una «contestación». Particularmente célebres fueron las contestaciones de Sindo Garay a las canciones de Manuel Corona y viceversa, que mantenían al público en una expectación constante. De hecho, por mucho tiempo, los seguidores de la trova se dividieron en dos bandos: los fanáticos de Sindo Garay y los de Manuel Corona.

Manuel Corona fue más compositor y guitarrista que cantante, aunque existen algunas grabaciones suyas en la que se le escucha cantar tanto con voz primera como segunda. Prefería que sus temas los cantaran otros y centrarse en componer (sólo canciones con nombres de mujer escribió unas 80).

La increíble María Teresa Vera fue una de sus más fieles intérpretes, sobre todo en la décadas de 1910, 1920 y 1930 cuando más fama disfrutaba el compositor.

La Muerte triste de un trovador

Desgraciadamente, la fama suele ser veleidosa y traidora, y Manuel Corona, que era un noctámbulo y bohemio empedernido fue una triste víctima de ella:

Con la imposición en el gusto del público de nuevos géneros como el jazz, los trovadores comenzaron a perder oportunidades de trabajo y la música dejó de ser un negocio del que podían vivir. Los que habían invertido bien sus ganancias, pensando, de forma atinada, que la buena fortuna no iba a ser eterna, se las arreglaron más o menos bien: comenzaron a simultanear la guitarra con otros oficios o abrieron pequeños negocios; pero para Manuel Corona, que había gastado lo suyo y lo prestado en bares y mujeres, la historia fue distinta.

Él solo había compuesto canciones y tocado la guitarra en los últimos 30 años. Por eso, mientras pudo, siguió tocando para quien pudiera pagarle, en bares y fiestas particulares. Sus canciones habían generado miles y miles de pesos, pero Manuel Corona nunca se benefició de las regalías porque no registraba su obra, que pronto pasaba de guitarra en guitarra a ser de dominio público.

Oscar de León canta «Longina», la más célebre de las canciones de Manuel Corona

Para colmo de males, durante una pelea callejera en la década del 20 había sufrido una herida en una mano, que derivó en una lesión permanente que, con el paso de los años, se fue agravando, impidiéndole, prácticamente tocar la guitarra.

Al final, Manuel Corona, quien con Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz, está considerado como uno de los cuatro grandes de la trova cubana, terminó viviendo en un cartucho miserable e insalubre detrás del bar Jaruquito, en la Playa de Marianao, donde unos amigos lo habían acogido por caridad.

Manuel Corona, poco antes de su muerte
Manuel Corona, poco antes de su muerte

Allí murió triste y solo el 9 de enero de 1950… Pocos días antes las autoridades le habían citado a Palacio para concederle una pequeña pensión y un reconocimiento por la obra de toda su vida, pero Manuel Corona no había llegado a tiempo a la ceremonia por haberse retrasado bebiendo en la barra de un bar.

Sus amigos músicos costearon el funeral e hicieron guardia de honor alrededor de su féretro.

Manuel Corona fue sepultado en la Necrópolis de Colón de Colón, pero en 1968 sus restos fueron exhumados y trasladados a su natal Caibarién. Se le brindó un gran homenaje y desde entonces descansa en la bóveda más antigua del cementerio local.