Luisa Capetillo no es cubana, pero vivió una pequeña temporada en nuestro país, esta brevedad le bastó para escandalizar a La Habana.

Nació el 28 de octubre de 1879 en Arecibo Puerto Rico.  Hija de una madre francesa y padre español que habían emigrado a la isla caribeña. Ambos  influenciados por las ideas democráticas que surgieron de la Revolución del 1848 en Francia y los ideales anarquistas en el norte de España.

Luisa recibió una educación en el hogar más avanzada que la que recibía en instrucción formal, pues la enseñanza para los varones era de mejor calidad que la de las hembras en las instituciones educativas.

Luisa Capetillo
Luisa Capetillo

Desde muy joven comenzó a vincularse  al trabajo obrero y a las actividades sindicalistas. No sólo predicó el anarquismo, las luchas obreras y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios. 

Publicó cuatro libros: Ensayos Literarios (1907), La Humanidad en el futuro (1910), Influencias de las Ideas Modernas (1916), Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer (primera edición 1911; segunda edición, 1913). Publicó numerosos artículos en periódicos y revistas y polemizó en sus columnas con opositores al desarrollo de la mujer y de los obreros.

Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York, y en varias ciudades de Cuba, donde fue considerada una «anarquista peligrosa». Además visitó México y la República Dominicana.

Fue también la primera mujer que en Puerto Rico usó pantalones en público, acción que repitió en La Habana, y por la que fue detenida. 

A continuación les brindamos transcripciones de periódicos cubanos como:

1. Información policíaca. Vestida de hombre, El Mundo, p. 14, La Habana, 25 de julio, 1915.

2. El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional, El Heraldo de Cuba, La Habana, 27 de julio, 1915.

3.  Información policíaca. Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica,

El Mundo, La Habana, 27 de julio, 1915.

Estas han sido tomadas de «Por andar vestida de hombre» de Julio César González Pagés, libro dedicado en su mayoría a Enriqueta Favez.

El caso de la mujer con traje masculino en la corte correccional.

Luisa Capetillo
Luisa Capetillo vestida de hombre

En la mañana de ayer se vio ante el juez correccional del segundo distrito, Licenciado García Sola, el caso de Luisa Capetillo, propagandista de las ideas anarquistas que hace unos dos años llegó de Puerto Rico y que fue detenida en la noche del sábado por el vigilante no. 32, M. Rodríguez al ir por la calle de Neptuno vistiendo el traje masculino.

El vigilante, expresó el señor juez, que había detenido a Luisa por su indumentaria masculina, se le antojó una nota de escándalo pues iba llamando con su excéntrico capricho la atención de los transeúntes, algunos de los cuales, se detuvieron escandalizados formando grupo tras la anarquista borinqueña.

– ¿Usted qué tiene que alegar a lo dicho por el señor vigilante?, preguntó el señor juez a Luisa.

– Pues, sencillamente, que iba por la calle de Neptuno y Consulado vestida con saco y pantalón y sin dar lugar a escándalo de ninguna clase, cuando me sorprendió el requerimiento de este pudoroso vigilante. Yo siempre uso pantalones, señor Juez (y alzándose un poco el vestido mostró unos pantalones abombachados, de color blanco, que le llegaban casi al tobillo) y en la noche de “autos” en vez de llevarlos por dentro los llevaba a semejanza de los hombres y en uso de un perfecto y libérrimo derecho, por fuera.

– ¿Con que usted siempre usa pantalones?

– Sí, señor; siempre ya en una forma o en otra. Con la misma indumentaria con que iba vestida en la noche del sábado me he pasado en Puerto Rico, México y los Estados Unidos y nunca fui molestada. El pantalón es el traje más higiénico y más cómodo…

– Más cómodo sería ir sin ropa.

– Pero no más higiénico.

– Bueno, está usted absuelta.

Al término de este diálogo, Luisa Capetillo se dirigió al señor Juez para pedirle que reprendiese al vigilante Rodríguez por haberla detenido y molestado en su sentir inopinadamente.

El Licenciado García Sola, molesto por esta indicación se dirigió a los vigilantes de servicio en aquel lugar en esta forma:

– Saquen a esa mujer que ha faltado al juzgado.

Luisa se retira absuelta, – pues cada uno puede vestirse como le dé la gana,

mientras no ofenda a la moral pública – y un sordo rumor del pueblo que da carácter a estas sesiones de las cortes correccionales, quedó durante algún tiempo flotando en el espacio. 

(El Mundo, 1915, p. 14)

Luisa en nuestra redacción.

Desde el juicio, Luisa visitó nuestra redacción. Nos pidió que rectificáramos los conceptos que sobre su ocurrencia de vestir el traje masculino expusiera un estimado colega de la mañana. 

– Yo me vestí con saco y pantalón no para llamar la atención como dice dicho periódico –díjonos Luisa– sino que lo hice con otro objeto, con el de averiguar sin ser advertida, algo que personalmente me interesaba e inquietaba. Y a pesar de ser anarquista, tengo mis sentimientos, mi corazón más o menos sensible, mis afectos personales, y mis caprichos amorosos. Un empeño de investigación policíaca relacionado con este último extremo fue el motivo de lo que se ha juzgado, una caprichosa ocurrencia mía.

– ¿Celos acaso?

– Sí, celos.

– ¿Volverá usted a vestirse de hombre?Preguntámosle.

– Mi espíritu inquieto nunca pendiente de las ocurrencias del mañana, sino de la lucha del presente, para el mejoramiento del futuro, nunca predice lo que hacer. No sé si se me ocurra o me sea necesario vestirme de hombre otra vez. Pero si por alguna circunstancia se me antojara vestir una indumentaria, cuyo uso nadie tiene derecho a monopolizar, me la pondré y tan campante. 

(El Heraldo de Cuba, 1915).

Vestida de hombre.

La conocida Luisa Capetillo, propagandista portorriqueña, vecina de O´Relly 24, fue llevada a la tercera Estación anoche a las 10 p.m., por el vigilante 32, M. Rodríguez. La Capetillo fue acusada de escándalo, pues iba por la calle vistiendo prendas del sexo masculino. 

Ella declaró que iba vestida así, por creer que al ir vestida con esa indumentaria, no ofende nada ni a nadie y que no es cierto que se aglomerara público, ni hubiera escándalo. 

(El Mundo, 1915, p. 14)

Luisa Capetillo, protagonista de una película cómica.

El Mundo publicó el domingo la noticia de que un vigilante de la Tercera Estación había arrestado a la joven portorriqueña Luisa Capetillo por discurrir por la ciudad con traje masculino.

La Capetillo, cuando el Teniente de la Carpeta le interrogó acerca del por qué de su excentricidad, contestó sonriendo:

– Amparada en la Constitución me ha comprado este trajecito de hombre, que está más en concordancia con mis ideas avanzadas que “una saya de percal planchá”, por ejemplo.

– Es que…

– Nada, hijo mío, estoy en mi perfecto derecho de vestirme como me de la gana.

– La moral, señorita…

– Buena, gracias, esa distinguida señora no se enojará conmigo, pues ya lo ve usted; el pantalón es ancho como a la moda y el saco, ancho también.

Y Luisa Capetillo con un gesto eminentemente femenino, se colocó

frente al Teniente en la misma posición que un alistado, lo haría al pasar el Jefe del Ejército.

Una mirada del Teniente fue la revelación de que la joven le había convencido; pero como el cargo es incompatible con la conciencia, tosió una vez, dos y tres y dijo enfrentándose con la peligrosa anarquista, pues Luisa Capetillo tiene, además de sus excentricidades, la pretensión de creerse que la tomamos en serio cómo anarquista dijo:

– Allá el Juez Correccional que se la entienda con usted, só marimacho.

A la media hora, Luisa se paseaba por la ciudad llamando la atención y recibiendo felicitaciones de sus amigos y admiradores, que esperaban ver de un momento a otro a muchas señoras y señoritas también en traje masculino.

La adopción del traje ha constituido la nota de actualidad palpitante y en otro país que no fuera el nuestro, en los Estados Unidos pongo el caso, ya a estas horas a esa joven le habrían hecho ofertas para exhibirse en cualquier teatro de a medio la entrada, en la seguridad de que obtendría un éxito colosalmente significativo.

Porque sin duda de ningún género el rasgo de la Capetillo es de esos que le “zumba el mango”.

El numeroso público que estaba en la corte correccional del segundo Distrito, quedó defraudado en sus esperanzas, pues Luisa Capetillo se presentó ayer en traje ordinario. Lo único masculino que tenía era la mirada. 

El vigilante acusador “no las tenía todas consigo” y S. S. el Juez que no le gusta ni el ruido de un cohete, mandó al Secretario Ferrádanes a que tropezara con la acusada para ver si esta llevaba oculta algunas de las bombas de dinamita que la han hecho tan popular entre nosotros.

Después de oír las descargas de Luisa, el Juez dictó su absolución. 

(El Mundo, 1915).

Muere de tuberculosis el 10 de abril de 1922, en Río Piedras, Puerto Rico, a la edad de 42 años, dejando tres hijos, Manuela, Gregorio, y Luis.