Luis Rogelio Nogueras fue un escritor, poeta, dibujante, periodista, guionista de cine y artista en general que destacó por sus poemas de carácter conversacional aunque con una identidad profunda que fundía a Jorge Luis Borges y a Rainier María Rilke con situaciones cotidianas, para usar uno de sus poemas más conocidos, dedicado al poeta José Zacarías Tallet:

"Dijo carajo o corazón 
cuando los demás decían ebúrneo azur corola. 
Desnudó a la «ninfa de rosada ala» 
y la obligó a bailar borracha en una fiesta de negro".

Los versos anteriores condensan la espiritualidad que se manifestaba a través de su poesía, siempre dispuesta a confrontar a otros poetas, en un juego de espejo constante con sus influencias.

Gustaba de crear personaje creando una supra poesía dentro de la línea argumental del poemario que no permite que los desvaríos y extravagancias de algunas de las creaciones suene ofensiva por el carácter elegíaco o testimonial, con altas dosis del humorismo y el erotismo del criollo, e incluso resultando a veces directamente paródico.

Las Palabras vuelven, Luis Rogelio Nogueras

Ese arte de las máscaras de personajes históricos le permitió a Luis Rogelio Nogueras extender sus versos más allá del poema en cuestión, generando un diálogo interior en sus cuadernos que resulta intrépido y revolucionario aún hoy. El último caso del inspector lleva este sello personal al extremo.

Un joven lector descubre a Luis Rogelio Nogueras

A Luis Rogelio Rodríguez Nogueras lo descubrí en el librero de mi padre bajo el peculiar título de El último caso del inspector. Estaba yo saliendo de las rimas becquerianas y contrabandeando con Mario Benedetti y José Ángel Buesa -en plena efervescencia de hormonas- cuando recibí de repente aquella extravagante tormenta poética de Wichy el Rojo (aún no había llegado el momento de los golpes como la ira de Dios).

"Destrozó la lira
le clavó unas tablas sin pulir
hizo con ella un tres una guitarra
una inquietante raqueta de tenis
Desplumó cisnes
y los asó en púa"
Las quince mil vidas del caminante, Luis Rogelio Nogueras

Desconcertado por aquel poemario que parecía una antología apócrifa, satírica y sosegada, al tiempo que interpelaba mis airecillos de prometedor poeta, precoz seudo-intelectual que yo era, pues aquel Luis Rogelio Nogueras, un poeta sin enredos innecesarios, me enseñó que la poesía estaba en todas partes.

Esa sencillez aparente de su poesía no quiere decir que sea un poeta de fácil acceso, como demuestran los innumerables poemas y artículos que analizan en profundidad la poesía de Nogueras. A mí me sigue resultando imposible disociarla de el título de uno de sus poemarios, Imitación de la Vida, y siendo un insaciable prestidigitador de las letras y sus significados no me extraña que ese sea el testamento que él mismo escribió para el angustioso porvenir que le sobrevivió.

Luis Rogelio Nogueras
Imitación de la Vida, Luis Rogelio Nogueras

El juego que no cesa

Aquel juego, en apariencia inofensivo, simple ejercicio de imaginación contenía una extraña vanidad, el poeta se sabía poeta, no necesitaba mayor armazón que la sencillez de sus versos y la inmediatez con la cual conectaba con el lector (estos son versos/ de arte menor,/ aquí no pueden verse/ los grandes movimientos/ de masa de la historia;/ en su mínima/ bóveda de capilla/ no retumban/ los cañonazos/ como en la catedral/ de la epopeya).

Años después la bibliotecaria de mi beca me regaló una de sus antologías poéticas (Hay muchos modos de jugar) que había salido por aquella época. A mí me había sido imposible encontrarla en mi ciudad y bajaba hasta el húmedo sótano, donde se pudrían los libros amarillentos de física y anatomía, a copiar a mano los poemas de Nogueras que luego leía a mis amigos en el malecón.

El último caso del Inspector, el libro apócrifo por excelencia de Luis Rogelio Nogueras

Aún más allá de las ciencias exactas estaba la sección de la sección de poesía, y allí un estudiante de preuniversitario se dejaba la vista bajo un sempiterno foco de luz, solo para leer aquellos poemas. El día de mi graduación me importó más el libro que el título, esa es la fuerza de la poesía, una vez que llega no hay espacio para otras vanidades.

"No bebió ambrosía sino ron
 No hubo cenizas sino en la punta de sus cigarros
 No leyó a Ronssard sino a Salgari
 No suspiró por princesas sino las poseyó
 No adoró «el cristal fúlgido del verso prístino»
 sino más bien se rio del poema"

Cargué con el libro hasta Madrid y un día entre amigos lo presté, y por supuesto no se me devolvió. ¿Acaso es esa la finalidad del arte? ¿de la poesía y de los poetas?, pasar de mano amiga en mano amiga (enemigas futuras), deprisa y bajo la lluvia de las estaciones de paso, iluminando y desapareciendo como hacen los vagones del metro cuando pasan por estaciones en desuso. En la Estación de Atocha Wichy saltó de mi barco pero imagino que con esas quince mil vidas de caminante que tiene estará dando vueltas de mano en mano.

luis rogelio nogueras
Hay muchos modos de jugar, antología poética de Luis Rogelio Nogueras

Dentro de poco serán diez años de aquel adiós sin despedida, y como la mora de Trípoli de nuestro José Martí, cada vez que paso frente a esa enorme bandera de despedidas que es la estación de Atocha, le grito «Oh Atocha, devuélveme mi libro, devuélveme a Nogueras«.

"sino más bien caminó por el poema
 sino más bien durmió en el poema
 sino más bien cabalgó sobre el poema
 sino más bien demostró
 —sin lujo de detalles—
 Que Todo era El Poema".

Algunos datos de su vida, premios y obra

Así que como a un poeta solo lo describe su poesía es mejor que lean ustedes a este ilustre habanero nacido en la barriada del Vedado un 17 de noviembre de 1944 que falleció el 6 de junio de 1985 de complicaciones derivadas de un posible cáncer de piel. La literatura le corría por las venas pues su madre estaba emparentada con el excelso escritor Alfonso Hernández-Catá.

En su honor se creó en 1988 el concurso de cuento Luis Rogelio Nogueras, promovido por el Centro Provincial del Libro de La Habana, y se nombró una librería situada en la calle Galiano y San José en La Habana.

El uróboro, símbolo del eterno retorno, es un concepto que manejó en varias de sus creaciones Luis Rogelio Nogueras

Publicó, entre otros libros, Cabeza de Zanahoria (Primer Premio David de Poesía, 1977), Y si muero mañana (obra publicada en más de ocho países y Premio UNEAC de Novela 1977), Imitación de la vida (Premio Casa de las Américas de Poesía, 1981), La forma de las cosas que vendrán (1987) y Nada del otro mundo (1988). La antología poética Nada del otro mundo (recopilado por el autor antes de fallecer, 1988) y Hay muchos modos de jugar (con prólogo de su gran amigo y poeta Guillermo Rodríguez Rivera, Letras Cubanas 2005).

Poemas de Luis Rogelio Nogueras

1. Eternoretornógrafo

2.Cuando el tren parte

3.Ama al cisne salvaje

4.El último caso del inspector

5.Suerte para mí

Nada del otro mundo, antología seleccionada por el propio Luis Rogelio Nogueras

En youtube hay algunas lecturas de sus poemas como este (pinche aquí)


Eternoretornógrafo

El joven poeta murmuró cerrando el libro
de Apollinaire:
“Este sí es un poeta…”

Y Apollinaire, el soldado polaco Wilhelm
Apollinaris de Kostrowitzky,
enterrado hasta la cintura en el fango de la trinchera
cerca de Lyon,
mirando la noche estrellada del 4 de agosto
de 1914,

la tierra seca, florecida de estacas y alambre de púas,
sembrada de minas esa noche de 1914,
mirando las bengalas azules, rojas, verdes
en el cielo envenenado por los gases
apretó el húmedo librito de Rimbaud mientras
sobre su cabeza pasaban silbando los obuses.

Y Rimbaud, haciendo sus maletas en Charleville,
echó junto a su ropa los versos de Villon.
Y Villon, el doce veces condenado, el apócrifo,
el inédito, pensó ante el patíbulo en las tres
cosas que más había amado: su mujer Christine, su leyenda,
la de él, la de Villon,
y el borroso recuerdo de unos versos
que hablaban de la noche del 711 en que Taric se apoderó
de Gibraltar.

Y el sombrío poeta árabe que escribió aquellos versos
la noche del 711 apoyándose
en la cimitarra
imitaba los versos que su abuelo le leía
en la lejana Argel;

y el abuelo de Argel había leído a Imru-ul-Qais,
al que Mahoma consideraba el primer
gran poeta árabe;
lo había leído una interminable
jornada en el desierto de Sahara (más húmedo ahora que entonces)
en la lenta marcha de los camellos y las teas
encendidas.

Y es probable que Imru-ul-Qais escribiera
en la lengua de Alá imitaciones de Horacio.
Y Horacio admiraba a Virgilio,
y Virgilio aprendió en Homero,
y Homero, el ciego, repetía en hexámetros los extraños poemas
que se susurraban al oído
los amantes en las estrechas calles de Babilonia
y Susa.

Y en Babilonia y Susa
los poetas imitaban los versos de los hititas de Bog Haz Keui
y de la capital egipcia de Tell El Amarna,
y los poetas del 4000 a.n.e.
imitaban a los poetas del 5000 a.n.e.

Hasta que el hombre de Pekín, en la húmeda caverna
de Chou-Tien
viendo arder lentamente sobre las brasas el anca
de un venado,
gruñó los versos que le dictaba desde el futuro
un joven poeta que murmuraba cerrando un libro
de Apollinaire.


Cuando el tren parte

Porque cuando el tren parte

ninguno de los pasajeros sabe que unos kilómetros de vía
son suficientes
para encontrar la cabeza de humo de un poeta y
destrozarla.

Porque cuando el tren parte
con un ruido de corazón de huracán
el que dejó algo importante olvidado en la estación
el invadido por una oscura nostalgia
el maquinista distraído
no saben que viajar en tren es siempre una aventura
que es posible llegar a cualquier sitio
entre la noche y el amanecer
o no llegar
porque hay un poeta tendido en la vía
y hay que esperar por el inspector para que determine
si la culpa es del maquinista distraído o de Atila Jozef
Si el tren pasó sobre el poeta
o fue el poeta quien pasó bajo el tren.


Ama al cisne salvaje

ama tus ojos que pueden ver,
tu mente que puede oír
la música, el trueno de las alas,
ama al cisne salvaje
Robinson Jeffers

ama tus ojos que pueden ver,
tu mente que puede oír
la música, el trueno de las alas,
ama al cisne salvaje

No intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).

No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires
Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete entre la hierba).

No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.

Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne salvaje.


El último caso del inspector

El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.

El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.

La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.

El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.

El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.


Suerte para mí

Suerte para mí
de ser un oscuro poeta de Kwoo
el caserío más pequeño de la región de Ptzé
la más desértica del estado de Lie Wal
el más pobre de Bjöor.

Sin editores
sin amigos poderosos
mis poemas se pudren en paz
se añejan como el buen vino
para paladares futuros.

Me habrían faltado las fuerzas
para el arduo trabajo de la fama en vida
(todos esos turistas curioseando mi casa
todos esos estudiantes revolviendo mis papeles
todos esos premios en oro y plata
todas esas palomas cagando mi estatua)