Reseña sobre los Ñañigos extraída del libro «La policia y sus misterios en Cuba» de Rafael Roche Monteagudo. Editado en 1908.

En el juramento prestado en él para ellos solemne acto de la iniciación, se compromete el ñañigo en lo absoluto, a vengar al hermano cuando lo maten, hieran, lesionen o le infieran agravio, aunque pertenezca al mismo barrio o circunscripción, concretándose el deber mutuo de defenderse, a los que componen un mismo juego, los cuales no pueden faltarse ni ofenderse entre sí, de palabras ni de obras, y en caso de agresión que produzca derramatniento de sangre en un compañero, es suspendido a perpetuidad el perpetrador, circulándose comunicacicnes a todos los centros para que no sea admitido en ninguno.

Esto explica el por qué siendo todos ñañigos, cometen asesinatos de que son víctimas sus miembros, puesto que la protección que brinda la hermandad no surte sus efectos mas que entre los que se encuentran afiliados a un mismo juego.

No obstante lo estatuido, sucede con frecuencia disgustos intestinos en una agrupación de ñañigos, por motivos fútiles o de mera fórmula en el ceremonial mal dirigido por el Illamba, al que llama al orden el Diablito, que lo es cualquier individuo, con tal que sepa bailar, poniéndose de rodillas, haciéndolo igualmente cuando aquél sé niega a responderle.

Ñañigos

Cuando existen divergencias entre dos juegos, los miembros de ambos bandos se praparan para matar a cualquiera de los que componen la potencia a que pertenece el ofensor: de manera, que muchas veces transita pacificamente una persona por la calle, y molidamente recibe una puñalada, casi siempre mortal, como inferida por una mano experta, de uno a quien nunca ha ofendido ni aun conoce, por el mero hecho de ser un asociado de la agrupación contraria.

En sus primeros tiempos no existía ese antagonismo, debido a no figurar en los partidos hombres como los que ingresaron después, en su mayoría desertores del presidio, bandoleros, cumplidos de establecimientos penales, ladrones y malhechores de la peor estofa, que en sus principios casi se asimilaba a una asociación de socorros mutuos.

Esos elementos la malearon de tal modo, que como antes hemos dicho, se hicieron temibles los «arrastrados«, nombre genérico que se le daba a los antiguos ñañigos, haciendo con sus fechorías aumentar ostensiblemente la criminalidad.

Debido a las persecuciones, que no son del caso calificar, llevadas a cabo por el Gobierno, en la real o «supuesta conspiración llamada de las gentes de color» en 1844, de que fue víctima propiciatoria el malogrado poeta «Plácido;» tuvo un receso de relativo largo lapso de tiempo, conjeturándose su completa desaparición; pero vuelve a dar señales de existir latente aun el principio ñañigo en 1850; engrosándose progresivamente sus adeptos, al extremo que muchas veces se convirtieron las calles del barrio de Jesús María en campos de batalla, siendo digno de citarse la noche del 24 de Diciembre de 1853, en que motivado por una reyerta entre juegos contrarios, fue asesinado el Celador de Policía D. José Esquivel.

Los crímenes de los Ñañigos

Tuvo por aquella época el ñañiguismo su Napoleón, en el negro Manuel Cañamazo, secundado por el Illamba conocido por Mamita en el suelo, que campearon por sus respetos en la barriada de los Sitios, acabando ambos sus vidas en el Departamental de Ceuta.

Notable fue por lo pródigo en asesinatos los días del Carnaval de 1865, cuyos detalles publicaron los periódicos de entonces, y que continuaron con bastante frecuencia hasta Septiembre del siguiente año de 1866, en que bajo el mando la Isla del Capitán General D. Francisco Lersundi, fueron deportados a Fernando Poo muchos individuos de pésima conducta, en su generalidad ñañigos.

En los años siguientes tuvo al parecer esa colectividad una existencia lánguida, registrándose algunos hechos aislados. En 1871 adquirió celebridad por sus sangrientos desmanes, en el barrio de Monserrate, el negro Enrique Horruitiner o Sucunvento, que después de extinguir larga condena, se dedicó al trabajo honrado, observando moderado proceder.

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Cuadro de Victor Patricio Landaluze.

En 12 de Marzo de 1875, por disposición superior, fueron declarados como asociaciones ilícitas los juegos de ñañigos, y en su consecuencia prohibidas terminantemente las reuniones.

A los pocos días, haciéndose caso omiso de lo ordenado, se sorprendió una junta en la calle de la Fundición núm. 3, haciéndose necesario para disolverla la asistencia de la fuerza pública, tal fue la resistencia que opusieron, y el 27 del mismo mes lo fue igualmente otra que se celebraba en Paula esquina a Picota.

En 1879 fueron condenados a cuatro años de encierro catorce afiliados a esta institución, por hallarse complicados en el asesinato de un sereno, en momentos de transitar un Isué blanco y otro de color por las calles de San Nicolás y Lagunas, produciéndole la muerte dos tiros de revolver y una puñalada asestada en la espalda por un negro.

Ñañigos

Estos individuos, estando cumpliendo condena, formaron un juego dentro de la Cárcel, escogiendo a varios que estaban ya sentenciados, sin que fuese obstáculo para admitirlos, el que de un momento a otro pasaran a extinguir sus condenas al Presidio. Para juramentarse burlaron la vigilancia del Alcaide, y de acuerdo con los encargados de la puerta, introdujéronse los útiles necesarios, llevando a cabo el juramento, sin distinción de razas.

En las noches del 7 de julio y 2 de Diciembre de 1881, celebraban sesión dos partidos, en un sótano de la casa Blanco núm. 4 y Espada núm. 30, respectivamente, los que fueron sorprendidos, deteniéndose en la primera 15 individuos, entre ellos dos mujeres, y en la segunda 26 hombres, todos de color.

A las tres de la tarde del 22 de Octubre de 1882, tenía lugar un juramento en la casa Maloja 187, de la que era inquilino principal un tipógrafo de la Gaceta, el juego Acaniran Efo Primero; copada la reunión por la Policía, fueron detenidos 17 afiliados, todos blancos, y ocupados atributos, trajes de Diablito y su archivo.