Los casinos habaneros es una crónica firmada por Andrés Valdespino aparecida en Bohemia el 16 de febrero de 1958 de la cual escogemos algunos extractos sobre la situación del juego en La Habana de los años cincuenta. Hemos mencionado en esta página varias veces el tema del juego y su arraigo en la población cubana desde la época colonial.

Con este artículo, publicado en la época de mayor auge de este negocio en el país pretendemos acercarnos desde todos los prismas posibles a este fenómeno tan complejo de las loterías y apuestas. Refiriéndose a este tema mi bisabuela Mima siempre decía «el que juega por necesidad pierde por obligación«.

Los casinos habaneros-Andrés Valdespino

Las autoridades «peninsulares» dieron buen ejemplo a los gobernantes republicanos. Y en sorprendente paralelismo histórico, cada vez que la República ha padecido gobiernos de estructura «colonial» ha surgido con marcado énfasis el fomento del juego por los encargados de la cosa pública.

Por eso a nadie puede extrañar que este brote de «colonialismo» que sufrimos desde el 10 de Marzo, haya valorizado ampliamente el juego como medio eficaz a un mismo tiempo de corromper conciencias, distraer la atención de la ciudadanía de la gran tragedia nacional y enriquecer a prominentes beneficiarios de la actual situación política.

Desde la tradicionalmente corrompida Renta de la Lotería Nacional hasta la vasta y compleja organización oficialmente auspiciada en que sin recato alguno se especula con el irónicamente llamado juego «prohibido». Espectáculo bochornoso de las vidrieras de apuntaciones del juego «ilícito» practicado a plena luz del día, a la vuelta de cada esquina, no ya sólo con la tolerancia, sino hasta con la participación de los propios encargados de denunciarlo y perseguirlo.

casinos habaneros

Y a todo este cuadro, de por si desolador y deprimente, se agrega ahora el de los centros de juego operados por el «gansterismo» internacional.

Para nadie es un secreto que la Capital de la República está adquiriendo la triste fama que hasta ahora tenía Las Vegas, centro de juego en las Américas. Los más prominentes ejemplares de la pintoresca fauna «gansteril» norteamericana, dueños y empresarios de salas de juego en la universalmente conocida «ciudad del vicio», se han trasladado a La Habana, atraídos por la «cordial» hospitalidad de las autoridades cubanas y por el «generoso» estímulo ofrecido a sus «inversiones» por el Gobierno de este país.

A diario llegan a nuestras playas personajes que los cubanos solo conocíamos por referencias nada edificantes a sus actividades hamponescas y delictivas. Nombres mezclados en escándalos internacionales, como el asesinato del «gánster» Umberto Anastasia, han tomado a Cuba por sede de sus fechorías. Y en los salones de suntuosos hoteles, que no son otra cosa que fastuosos hoteles que no son otra cosa que fastuosas casas de juego, se produce el ambiente rufianesco de los peores centros del vicio.

los casinos habaneros

Para justificar esta tolerancia (y hasta la complacencia) oficial a tales actividades, se utilizan razones de orden económico y financiero. Se dice que en esa forma se fomenta el turismo y que el fomento del turismo trae dinero a Cuba. Ese dinero «corre» por el país y al correr este dinero se beneficia el pueblo. Todo lo cual sería un silogismo perfecto si no estuviera fundado en más de una premisa falsa.

Ante todo hay que preguntarse si resulta lícito perseguir fines económicos por medios inmorales. La economía debe buscar el bienestar de los pueblos, pero no debe buscarlo por caminos que atenten contra la moralidad de esos mismos pueblos. Divorciar la ciencia económica de la moral es tener del progreso humano una visión groseramente materialista.

Aún admitiendo que sea cierto el hecho de que el fomento del juego a través de «hoteles y casinos» operados por hampones y trúhanes de fama internacional estimula entre nosotros el turismo. ¿valdría la pena lograr ese objetivo, contribuir a encharcar aún más el panorama nacional convirtiendo a Cuba en centro de los mayores escándalos?

Continuará…