Pocos recuerdan en Cuba a Lolita Berrio, a pesar de ser considerada una de las actrices de teatro, radio, cine y televisión más importantes de la primera mitad del siglo XX en la Isla.

Dolores Berrio, «Lolita Berrio«, nació en Argentina el 25 de enero de 1910. Era hija del actor español José Berrio y desde niña se mudó con su familia a La Habana, donde muy jovencita debutó como actriz en el Teatro Principal de la Comedia, a la vez que cantaba zarzuelas en la compañía de Eulogio Velazco.

Poseía Lolita Berrio una belleza arrolladora y su sola presencia en las tablas era una garantía de éxito para cualquier empresario teatral. Por eso no resulta extraño que se pelearan por su contrato y que la diva, entre las décadas de 1920 – 1930 fuese una habitual de los principales escenarios de la Isla: Así, son muy recordadas las temporadas en las que llenó los lunetarios de los teatro Regina, Actualidades y Martí. Para ella escribirían, además, y en exclusivo los principales compositores y dramaturgos de la época como Gustavo Sánchez Galarraga y Eliseo Grenet.

Lolita Berrio del teatro a la televisión

Sus brillantes interpretaciones de Doña Rosa Sandoval y Charito Alarcón en la zarzuela «Cecilia Valdés» le valieron el aplauso unánime de la crítica y la consagraron como una de las más grandes actrices de la primera mitad del siglo XX en Cuba.

Debutó en el cine de la mano de Ramón Peón en «El romance del palmar» (1938), película en la que compartiría con otras dos grandes estrellas, Rita Montaner y María de los Ángeles Santana. A esta seguirían, ya en papeles más importantes «Yo soy el hombre» (1940) y «Yo soy el héroe» (1952).

Sin embargo, Lolita Berrio no se conformó jamás con ser una «cara bonita» más de las que graneaban los escenarios de La Habana y que desaparecían apenas pasaban sus minutos de gloria. Por eso, junto a la actuación en el teatro, la radio y el cine, incursionó con éxito como coreógrafa y desde la llegada de la televisión a la mayor de las Antillas en 1950 (un acontecimiento que la sorprendió en plena madurez) trabajó en su consolidación y desarrollo junto al empresario y promotor Gaspar Pumarejo, con el que dirigió el concurso Escuela de Televisión.

Lolita Berrio (sentada) junto al empresario Gaspar Pumarejo y el Tribunal de los Locos
Lolita Berrio (sentada) junto al empresario Gaspar Pumarejo y el Tribunal de los Locos

El éxito de Escuela de Televisión fue extraordinario. La fusión de la creatividad de Pumarejo junto al carisma de Lolita Berrio y la presencia de un sorprendente «Tribunal de los locos» compuesto por el Caballero de París, la Marquesa y Bigote de Gato, clasifica, sin dudas, entre lo más arriesgado y extraordinario que se haya realizado en la historia de la televisión en Cuba. Si a eso se le añade que la televisión apenas nacía y todo era en vivo… apaga y vámonos.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 emigró a los Estados Unidos, donde continuó trabajando en el teatro y la televisión hasta muy avanzada edad.

Lolita Berrio, una estrella cuyo brillo se fue olvidando en Cuba ante el implacable paso del tiempo y el silencio en los medios, falleció en Miami, víctima del cáncer el 30 de marzo de 1991.