Abogado, periodista, políglota, crítico literario, corresponsal de guerra, escritor… son algunos de los oficios en los que se movió con soltura y naturalidad Justo de Lara, habanero -nacido en Guanabacoa el 26 de marzo de 1866- descendiente de una familia de notables intelectuales.

Fueron sus padres Doña Fermina de Cárdenas, una de las poetisas desconocidas del siglo XIX, (sobre la que puedes leer aquí) y el notable polemista y periodista José de Armas y Céspedes.

Fermina de Cárdenas madre de Justo de Lara
Doña Fermina de Cárdenas. Madre de Justo de Lara

Es de suponer que el ambiente intelectual del hogar marcó el crecimiento del niño que nació con el nombre de José de Armas y Cárdenas, pero que desde muy joven decidió ser conocido como Justo de Lara (se pregunta este articulista si tal hecho se deba a un intento de defender su valía propia, ante el parecido con el nombre de su progenitor) seudónimo tomado al protagonista de la comedia de Gaspar Melchor de Jovellanos titulada El delincuente honrado.

Su precocidad intelectual queda clara al analizar las edades conque cursa los distintos estudios, siempre adelantado -salía de las enseñanzas a la edad en que la mayoría solía entrar- se gradúa de Derecho Canónico con 18 años. Aunque prácticamente nunca lo ejerció.

Su pluma aparece en periódicos y revistas de distintos países, como Cuba, Estados Unidos y España. Desde el cubano La Nación -que dirigía su padre- o el Diario de la Marina hasta The New York Herald o The Sun. 

Precisamente con estos últimos incursiona en el terreno de los corresponsales de guerra, cubriendo para el Herald la guerra hispano-norteamericana, y para The Sun el desembarco en Haití en 1908. Su labor como corresponsal volvió en 1914, al cubrir la guerra desde España para El Mundo y Heraldo de Cuba.

Durante su estancia en Madrid, que abarcó los años 1909-1919 Justo de Lara editó la revista El Peregrino (1912). Colaboró, también, en La Época, El Liberal (1913), El País, Blanco y Negro (1915), así como también en The Quartely Review de Londres (1917).

En sus ratos libres traducía al español los sonetos de Shakespeare, mientras cumplía con sus obligaciones de miembro de la Real Academia de la Lengua Española, de la Academia de Historia de Cuba, o The Hispanic Society of America, la cual le otorgó su gran premio a su libro “Historia y literatura” por ser el más relevante de ese año.

Justo de Lara fue un notable crítico literario e histórico, -en distintos lenguas- especialista en Cervantes y Shakespeare, tan prolífico que al morir sus trabajos de crítica fueron recogidos en tres volúmenes editados casi simultáneamente en Inglés, Italiano y Francés.

Dicho compendio recogió títulos como: Los contemporáneos de William Shakespeare (1885), Ensayos críticos de literatura inglesa y española (1910). Marlowe (1888), Estudios y retratos (1911), etc.

Fue merecedor de distinguidos reconocimientos como la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Medalla Conmemorativa de la Guerra Hispano-Americana de los Estados Unidos, por solo citar las dos más importantes.

Luego de viajar y escribir por el mundo Justo de Lara decidió ser también un adelantado en la muerte y regresa a morir a La Habana, donde fallece un 28 de diciembre de 1919 a la edad de 53 años. Dejando inéditas dos novelas: Andrés Chénier y Teresa Ventura, y también una comedia cuyo título no ha podido este escribidor encontrar.

justo de lara ultimo

Premio Justo de Lara

Conferido entre 1934 y 1957 por la firma comercial El Encanto sin tener en cuenta la filiación política al mejor artículo o crónica presentado durante el año fue, además, el premio de más larga vida antes de 1959.

El jurado estaba integrado por el director del Instituto Nacional de Cultura, presidente del jurado, así como un representante de la Sociedad Económica Amigos del País, la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, el Colegio Nacional de Periodistas y el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana.

El primero de los galardonados fue Jorge Mañach (1934) Entre los ganadores aparecen algunos con una trayectoria también como escritores, incluidos Mirta Aguirre, Gastón Baquero y Lisandro Otero. Raúl Roa (único en ganarlo más de una vez en 1955 y 1957).