El corsario francés Jacques de Sores dejó su nombre ligado a la villa de San Cristóbal de La Habana a raíz del más atroz de los saqueos que recibió la isla en el siglo XVI.

El pequeño asentamiento ubicado en la lengua cercana a la bahía de Carenas se estremeció con el ataque lleno de furia del corsario de origen francés. Amplificadas sus consecuencias por la falta de previsión defensiva por parte del gobierno español y por la cobardía mostrada por el Gobernador de la Isla, Gonzalo Pérez de Angulo que huyó a Guanabacoa como contamos aquí.

Una villa precaria

En honor a la verdad debemos decir que en aquellos momentos la pequeña villa recién se había convertido en sede permanente del gobierno de la isla. El asentamiento civil era bastante precario y solo la antigua fortaleza de la Fuerza Vieja servía de bastión militar defensivo.

La Fuerza Vieja era una fortaleza militar por llamarle de alguna manera, apenas contaba con un cañón en 1545 (nombrado «El Salvaje» por aquello de que los cubanos siempre hemos sido grandilocuentes incluso en la miseria) y solo gracias a la gestión del alcaide Juan de Lobera aquella situación había mejorado, aunque no mucho una década después, cuando Jacques De Sores puso a prueba el sistema defensivo de la villa.

escudo de cuba 1516

En aquel momento pocas casas tenían buena condición constructiva antes del ataque y ninguna quedó indemne tras el paso del pirata-corsario*, se menciona que solo la de Juan de Rojas, el regidor y hermano político del alcaide Lobera, resistió a la ira del despechado asaltante que había establecido su centro de operaciones en ella.

Jacques de Sores, el angel exterminador francés

Jacques de Sores era un navegante curtido en el contrabando de alta mar, tras un cursillo rápido como aprendiz de Francois Le Clerc, conocido como Pata de Palo (por razones obvias) se convirtió en mano derecha del veterano marinero y con el tiempo consiguió su propia nave.

El angel exterminador no tuvo piedad con aquellos ciudadanos, él se declaraba luterano, aunque sobre su figura planea la incertidumbre y no podemos afirmar nada con certeza, que defendían intereses cristianos. Participó en el azote de las Islas Canarias en varias oportunidades, además de no dejar títere con cabeza en cuanto pueblo o villa fundaron en el Nuevo Mundo los españoles.

bahia de la habana barco grabado antiguo

Pero su momento cumbre llegaría entre 1554 y 1555 cuando dispuso de la Isla de Cuba a su antojo atacando Santiago de Cuba y Puerto Príncipe, para luego arrasar La Habana en un ataque de ira por no haber hallado en la ciudad el pretendido dorado que soñaba. La villa de San Cristóbal era entonces un caserío más atrasado que la sureña Santiago de Cuba.

Los hechos

Irene Wright en su Historia Documentada de San Cristóbal de La Habana en el siglo XVI cuenta los hechos más o menos de la siguiente manera. El alcaide Lobera tenía constancia de la presencia en la cayerío norte de la Isla del tristemente célebre corsario francés Jacques de Sores (algunas fuentes señalan que tenía doble licencia de corso, una de Enrique II de Francia y otra de María I, Reina de Inglaterra) y por tanto estableció diversas prerrogativas:

-El aumento de la ronda nocturna

-La colocación de centinelas, día y noche, en el Morro

-La obligación a todos los vecinos de andar siempre armados, al menos de espada, y otras disposiciones por el estilo

Según los Archivos Generales de las Indias con sede en Sevilla en aquel momento la villa contaba con 16 hombres a caballo y 65 a pie, armados de forma desigual. Si señalamos que las piezas con las que contaba la Fuerza Vieja no excedían de 3 cañones, una culebrina y 8 falconetas entendemos la precariedad reinante en todo el sistema defensivo.

El día 10 de julio el vigilante apostado en la roca del Morro alertó con un cañonazo la presencia de dos navíos (sobre este tema hay múltiples fuentes que señalan entre 1 y 20 las embarcaciones de Jacques De Sores, pero no creo que necesitase el corsario andar con semejante flota para con, al menos 150 hombres experimentados, tomar la villa por lo tanto lo damos veracidad al dato de los dos navíos, un bergantín y otra nave mayor y mejor acondicionada) en el horizonte.

Rápidamente unos hombres apostados en la Punta siguieron a galope el recorrido de las embarcaciones y le vieron tomar tierra en la caleta de San Lázaro, a medio camino del Pueblo Viejo y la villa de San Cristóbal.

Jacques de Sores - Litoral Habana
Jacques de Sores desembarcó lejos del centro de la villa, buscando sorpresa y proteger sus navíos de los cañones españoles

Regresaron a galope los jinetes con la terrible noticia. Nada más escucharla partió Angulo con todo cuanto pudo rumbo al asentamiento aborigen de Guanabacoa mientras que el alcaide Lobera decidió encerrarse en la fortificación maltrecha y resistir a como fuese lugar esperando que el Gobernador en un arranque de valentía volviese a ponerse al frente de la defensa de la villa.

Lobera y su tropa sui generis (compuesta por negros, mestizos y españoles) resistió pese a contar con apenas 4 ballesteros. Pero la resistencia apenas aguantó un día, las tropas del corsario tenían asediada la fortaleza y le habían dado candela a cuanto pudieron de ella. En palabras reproducidas por Wright tomadas del informe del Archivo de Indias

al romper el alba vio Lobera que se hallaba cercado y se convenció de que estaba perdido. Por todos lados los franceses en buenas filas formadas, le rodeaban. Su gente protestaba contra Lobera —que muriese si se empeñaba en hacerlo, pero que no sacrificase a ella. Sus arcabuces estaban gastados y sus ballestas sin cuerda, y muertos dos de los cuatro ballesteros. Un artillero sostuvo una traidora conversación en alemán, con el enemigo.

Sores, por su parte preguntó si era loco el que mandaba esa fortaleza. Lobera se vio obligado a rendirse, pero lo hizo en condiciones honrosas; el francés le aseguró su vida y la de los suyos, y le dio palabra de respetar el honor de las mujeres. Lobera entregó veinte o veintidós personas: algunos negros y dos españoles habían escapado.

El francés subió al terraplén y cubrió con la bandera de Francia la artillería que en tanto apreciaba Lobera. Exigió el botín, pero allí no había nada; del escritorio del Alcaide no obtuvo más que un anillo con una esmeralda y alguna vajilla de plata

Tras el inusitado combate y la resistencia de Lobera el corsario Jacques de Sores esperaba encontrar en la capital de la mayor de las Antillas un botín legendario, pero legendario fue su enojo. Fuera de sí ofreció una tregua a Angulo y el pago de un rescate que ascendía a 30 mil pesos y cien cargas de pan cazabi. La contraoferta española apenas llegaba a 3 mil ducados, De Sores no podía creer su desventurada fortuna, La Habana carecía de los grandes bienes que él se había imaginado.

Angulo a la Reconquista

Si necesitaron casi 800 años los españoles en reconquistar la península, que en apenas dos años los mahometanos habían conquistado, no sería menos de engorroso para ellos retomar la villa de San Cristóbal. El gobernador Angulo, el último de los gobernadores civiles, juntó todas las tropas que pudo en Guanabacoa y volvió sobre la ciudad que pertenecía a Francia en nombre de De Sores, pero la sorpresa no duró mucho, los aborígenes acostumbrados a usar los alaridos de combate rompieron la ventaja estratégica que les proporcionaba el silencio.

la fuerza vieja

Los noventa y cinco españoles, nueve a caballo, cerca de doscientos negros y ochenta indígenas que formaban la tropa de Angulo fueron rechazadas por las experimentadas espadas francesas. El doblemente derrotado Angulo salvó la vida de milagro y rompió toda posibilidad de negociación con el corsario que finalmente partió un cinco de agosto, arropado por la luna de media noche.

Atrás dejaba una ciudad arrasada por el fuego y la espada, con los símbolos cristianos ultrajados y la moral de la ciudadanía en peores condiciones que la propia infraestructura que aún quedaba en pie. Las secuelas para el desarrollo de la villa se alargaron en el tiempo y los, apenas 36, vecinos se vieron obligados a levantar desde las cenizas una villa nueva que llegaría a ser el puerto de las Américas españolas.

Repercusiones

Según Wright el Alcaide Lobera se trasladó a España llevando como prisionero al gobernador cobarde. Relató lo sucedido mientras la corte escuchaba con horror.

Los reyes españoles solo descubrían la joya que significaba La Habana cuando era tomada por tropas enemigas. Tras el terrible azote de De Sores se procedió a enviar a un Gobernador de carácter militar, en este caso el Capitán Diego de Mazariegos quien consiguió reconstruir la fortaleza y hacer prosperar a la villa con la indispensable colaboración vecinal.

Cierto es que apenas encontró nuevos ataques de piratas y corsarios en los años siguientes, aún en aquellos tiempos las noticias corrían rápidamente y la fama de villa pobre permitió que el asentamiento se consolidase y alcanzase su mayor esplendor en el siglo XVII.