Muchos de nuestros lectores se sorprenderán al leer la historia del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes (Reina Mercedes) pues en el sitio en el cual se levantó el otrora moderno y más completo hospital del país, en el corazón mismo del Vedado, hoy se encuentra la heladería más famosa de Cuba, Coppelia.

Aquí hemos hecho la historia del primer hospital de la Habana, conocido como el Hospital Viejo, que situado en Mercaderes y Oficios desde 1537, nunca tuvo condiciones de hospital ni de sanatorio. Antesala de la muerte, sirvió de zona de despedidas más que de recuperaciones, pero la realidad era que la ciudad aún era muy joven y que los pocos cirujanos-dentistas-barberos que llegaban a la misma duraba nada y menos.

El gobierno colonial no tenía fondos suficientes en aquel momento, pero una serie de aportaciones individuales (y el aporte directo de la corona, acción recurrente esta con respecto al hospital) permitieron la construcción del flamante Hospital de San Felipe y Santiago, levantado frente al antiguo convento de Santo Domingo, en la esquina sureste de la intersección de las calles Obispo y Mercaderes alrededor del año 1547.

El doctor Juan Santos Fernández donó la primera estufa de Genesta de aire húmedo comprimido para esterilizar las ropas de los enfermos que llegaban al hospital Nuestra Señora de las Mercedes. El costo total rondaba los tres mil dólares en 1892.

Antes de finalizar el siglo el propio Rey, mediante su Cédula Real, donó varias viviendas de su propiedad y con el aporte de los vecinos se construyó una nueva edificación en la zona del actual Parque Cervantes. Diecinueve hermanos de la congregación hospitalaria San Juan de Dios llegaron a finales de 1602 o comienzos de 1603 haciéndose cargo de la nueva institución.

Dicha orden religiosa dio nombre al nuevo hospital que con algunas transformaciones radicó allí hasta 1879 (los juaninos fueron expulsados en 1797 quedando al frente del centro un gobernador civil) en que fue totalmente demolido, quedando allí el mencionado parque, que primero heredó el nombre de San Juan de Dios y luego, a raíz de la colocación de la estatua de Miguel de Cervantes a comienzos del siglo XX tomó el nombre del escritor español.

Hospital Nuestra Señora de las Mercedes (1878?-1958)

La institución sanitaria mejor dotada técnicamente, construida durante el período colonial, fue el hospital de Nuestra Señora de las Mercedes, que se debió en gran medida a la iniciativa privada de distintos cubanos y a la venta de los antiguos terrenos del San Juan de Dios (aunque de estos solo se recibieron diez mil pesos).

Destacando el Dr. Emiliano Núñez de Villavicencio, su primer director, que se había iniciado en el antiguo hospital en 1867 y cuando fue este trasladado a los altos de la Cárcel de Tacón (debido a un derrumbe parcial) comenzó las gestiones para la construcción de un nuevo edificio.

El eminente médico cubano durante la guerra de independencia (1895-1898) se exilió por tener a dos hijos en la manigua. A su regreso a la Isla volvió a ponerse al frente de dicha institución hasta el final de su vida, llegando uno de sus hijos, el Dr. Enrique Núñez a Secretario de Sanidad .

El hospital de Nuestra Señora de las Mercedes se levantaba en el actual área que ocupa al heladería Coppelia, en la manzana franqueada por las calles L, M, 21 y 23.

No fue esta la única ubicación estudiada por los miembros de la Junta de Construcción del futuro Hospital integrada por Vicente Benito Valdés, Joaquín García Lebredo (miembros ambos de la Academia de Ciencias), el secretario del Gobierno General Ricardo Galbis, el Inspector de Obras Públicas Joaquín Carbonell, el funcionario de la Secretaría del Ayuntamiento Nicasio Álvarez y el mencionado doctor Núñez.

La primera propuesta situaba la futura ubicación en la zona donde se encuentra ahora el Palacio Presidencial, el gobierno tenía otras ideas para este lugar y se estudiaron entonces los terrenos aledaños al Castillo del Príncipe (donde se levantaría el futuro hospital Mercedes -hoy Fajardo- tras el traslado desde la céntrica zona del Vedado en los años 50) hasta decidirse la comisión por la ubicación definitiva, que en aquel entonces no era mucho más que un lodazal, pero que por su posición elevada permitía una ventilación constante, a fin con los preceptos médicos de la época.

Fondos privados

La donación de Joaquín Gómez, Josefa de Santa Cruz de Oviedo y el Marqués de Marianao, Salvador Samá (hombre clave para la expansión de la Playa de Marianao) ascendió hasta los 217 mil pesos.

Cifra elevadísima pero que no llegaba a cubrir los casi 290 mil pesos presupuestados por el arquitecto Adolfo Sáez Yáñez. Se produce entonces una campaña organizada por el doctor Emiliano Núñez y secundada por la Junta Económica del Hospital de San Felipe y Santiago, las sociedades de recreo y beneficencia, y otras organizaciones sociales que mediante verbenas, recolectas públicas y funciones de teatro reúnen la diferencia.

Imagen del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes en 1908

La primera piedra se colocó el 19 de noviembre de 1880, en honor al natalicio de la Princesa de Asturias, mientras que la inauguración del mismo se realizó el 8 de febrero de 1886 con el nombre de Hospital Reina Mercedes (en honor a la entonces esposa del Rey Alfonso XII y futura reina regente) cuando estaban ya casi todas las instalaciones en funcionamiento, aunque desde algunos años antes se había iniciado el traslado de enfermos al hospital aún en construcción.

Con la inauguración oficial del mismo no quedaba terminado el hospital y otras aportaciones como fue la verja de entrada (donada en el año 1888 por el matador Luis Mazzantini, figura que inspiró la frase «eso no lo hace ni Mazzantini el torero» o «mejor no lo hace ni Mazzantini, el torero«). El cónsul de China en Cuba donó varias fuentes, además de que junto al aporte de un cura anónimo sus donaciones cubrieron el futuro alcantarillado de la institución.

Cómo se observa, en esta vista del lateral del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, el Vedado todavía estaba semi desierto en esta zona

Entre las paredes de aquel flamante hospital, inspirado en el Blackburn’s Infirmary de Manchester, vieron la luz la primera sala de Radiología de Cuba de la mano de Panchón Domínguez Roldán.

El doctor Ángel Aballí creó la escuela pediátrica cubana que marcó una pauta en la medicina hispanoamericana, Nicolás Puente Duany fue pionero en sus salones del estudio del cáncer y allí Raimundo Menocal iluminó la escuela dermatológica e inició estudios sobre las enfermedades venéreas, sucesos notables todos dentro de la historia de la medicina en la isla e Hispanoamérica.

Hospital Nuestra Señora de las Mercedes. Vista aérea de la zona donde se intersectan las calles 23 y L. ¿Cuánto ha cambiado esa esquina?

El nuevo hospital Nuestra Señora de las Mercedes

El 25 de agosto de 1958 comenzó la demolición del vetusto Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, quedando sus terrenos listos para que se levantase el moderno edificio Nocturnal (que finalmente no fue ejecutado tras el 1 de enero de 1959), por parte de la compañía constructora Monterrey S.A, la cual pagó cerca de 3,2 millones de pesos.

Esta empresa fue la encargada de realizar las obras del nuevo Hospital de Nuestra Señora de las Mercedes en la zona que ocupa actualmente el complejo médico (Hospital Clínico Quirúrgico Docente Comandante Manuel Fajardo) ubicado en la zona comprendida por la calle C, calle 29 y la calle Zapata, quedando cercano al castillo del Príncipe y al antiguo Paseo de Tacón.

El proyecto del nuevo hospital es de la firma Morales y Compañía arquitectos. En ese momento el presidente de la firma era Víctor Morales y Cárdenas. También formaban parte de la firma en ese proyecto los arquitectos Luis Alberto Morales y Cárdenas y Leonardo Morales y Pedroso.

En un primer momento el gobierno revolucionario construyó un parque en la antigua manzana de 21, 23, L y K, bajo la dirección del recién creado Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT), hasta que entre los años 1965 y 1966 se levantó allí la heladería Coppelia, proyecto del arquitecto Mario Girona con la colaboración de la arquitecta Rita María Grau y el arquitecto Candelario Ajuria.

Sobre la desaparición del Hospital de Nuestra Señora de las Mercedes la periodista retirada Katia Valdés Berrocal escribió recientemente en su cuenta de Facebbok:

Lo recuerdo. Me parece estar caminando por sus vetustas galerías. Fui sólo una vez, cuando estudiaba bachillerato en el colegio La Inmaculada y varias alumnas acompañamos a una monja del colegio a una visita a esa institución, creo que para auxiliar material y espiritualmente a personas pobres ingresadas allí (pues tal era el motivo usual de tales incursiones). Y digo «creo» porque ha transcurrido toda una vida y las tan viejas imágenes se agolpan.

Sólo perviven las fundamentales. En este caso, la imponente vejez de sus muros. Cuando los demolieron, pensé que con ellos se venía abajo toda una época. Y en cierto modo así fue. Primero el cabaret que allí se levantó, y casi de inmediato la Heladería Coppelia (con sus sesenta y tantos sabores), símbolo entonces de una juventud que reía, trabajaba y soñaba. Entonces..

Raimundo Cabrera escribe sobre el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes

El ilustre periodista y abogado Raimundo Cabrera (padre de Doña Lydia Cabrera) realizó una crónica sobre el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes para su libro «Desde mi sitio», publicado por la imprenta «El Siglo XX» del señor Aurelio Miranda, radicada en la calle Teniente Rey 27, en el año 1911.

Lo que se ha realizado en los suburbios de la Habana en materia de ensanche y mejoras urbanas en el breve período de un lustro , lo puede apreciar en determinado espacio quien haya conocido antes de la última guerra (ó durante ella ) el radio de cercanías que yo contemplo admirado desde esta altura.

A quinientos metros de la Pirotecnia (hoy Universidad de La Habana), sobre el litoral, los albaceas de una cubana filantrópica construyeron, hace unos veinte años o poco más, el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, que hombres competentes en la ciencia médica califican de primer orden por su situación elevada y ventilada, por su estructura y reparto y demás condiciones higiénicas:

Rafael Montoro, nuestro gran Montoro, entonces en el apogeo de su gloria, en un discurso admirable que pronunció durante la ceremonia de apertura de ese instituto, con una hermosa imagen que impresionó vivamente al auditorio.

Evocaba el porvenir y la admiración del viajero que llegase á nuestras playas, al divisar desde la cubierta del barco, sobre las colinas de las afueras , el asilo modelo de los enfermos menesterosos, y a la entrada del puerto, la Universidad planeada e iniciada con la colocación de su primera piedra por el esfuerzo y gestión de otro cubano benemérito: Güell y Renté.

La Universidad quedó en proyecto; su costo de construcción nunca se incluyó en los presupuestos burocráticos de la colonia. Y el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, obra del empeño y del capital privado, no tuvo del Estado español ni siquiera el auxilio de abrir carreteras y avenidas que lo hicieran accesible a los habitantes de la ciudad.

El camino militar de explanada que en un corto trecho se abrió y empedró al costado del Castillo de Santa Clara (Batería de Santa Clara, sobre las cuevas de Tanganana, donde se encuentra ahora el Hotel Nacional) para entrar en éste, partiendo del viejo, fangoso y descuidado camino real del Vedado, al llegar a la cima de la cuesta continuaba hasta el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes en otro camino pedregoso sin pavimento, por donde subían penosamente a pie los externos, practicantes y visitantes, los conductores de camillas y provisiones y en cuyos baches se desbarataban los vehículos de los médicos y altos empleados.

El Hospital Nuestra Señora de las Mercedes con todas sus buenas condiciones y su belleza arquitectónica carecía de comodidades de locación y locomoción. Era un punto o señal de gran progreso y cultura en un medio de completo abandono y atraso; importación soberbia de algo nuevo y rico y grande al país de lo viejo, lo pobre y lo pequeño.

El gobierno interventor apreció enseguida las necesidades y conveniencias higiénicas del lugar. Nuestros vecinos, acostumbrados a las rutinas y lentitud del viejo sistema, vieron como en pocas semanas la Calzada de la Infanta, que sólo existió realmente del Cerro a Carlos III, se prolongaba desde este punto hasta el mar, empedrándola, pavimentándola, haciéndole desagües y decorándola con una larga y vistosa hilera de árboles.

El camino pedregoso y sucio del Vedado se convirtió en un magnífico paseo; la calle del Príncipe, que partía de esta última en línea recta, se empedró del mismo modo hasta entroncar con la Avenida del Hospital, colocándose faroles de alumbrado en todo el trayecto y desde entonces se pudo a pie y en coche subir fácilmente á estas alturas , conocerlas , apreciarlas, contar con un hermoso paseo más y saber por propia vista y experiencia que la ciudad posee un Hospital modelo.

La facilidad de comunicaciones emuló a los propietarios de terrenos yermos, estériles é improductivos por donde pastaban vacas y cabras ó se mantenían miserables cultivos , y en poco tiempo se han cubierto de casas las manzanas que sólo existían en el trazado de vetustos y fracasados proyectos de ensanche ; los pequeños capitales han tenido empleo y la ciudad ha aumentado su perímetro.

Esta transformación ha sido pasmosa desde que se construyó , hace poco menos de dos años, el ramal del ferrocarril eléctrico que llega ala Universidad y al Hospital Nuestra Señora de las Mercedes y se prolongó por una nueva vía hasta los límites del Vedado.

Han surgido rápidamente centenares de construcciones bellas, de nuevos modelos , a lo largo del viejo camino rural de Medina y en los lindes del antiguo y pobre barrio de Cayo Hueso: el grupo pintoresco de quintas que se aglomeraban a lo largo de la carretera del Vedado y de la línea de carritos arrastrados por feas locomotoras, ya suprimida, han subido hasta la altura y ha surgido como por encanto la hermosa calle 17.

Honra al Departamento de Obras Públicas y a su jefe el Sr. Manuel Luciano Díaz, y al paso que se va en número de edificaciones, no habrá pasado otro lustro sin que Medina, Vedado y Pueblo Nuevo sean barrios unidos, compactos, sin solución de continuidad con la misma ciudad de la Habana.

El breve gobierno de los americanos dejó un movimiento colosal de impulso en mejoras materiales; la República las continúa y la iniciativa individual en un país que ya se siente dichoso, dueño del porvenir, con terruño propio, desarrolla esa fuerza colectiva que sólo habrá de conducirnos a bienes mayores, siempre en aumento. El cambio de sistema político es lo que determina este asombroso crecimiento de riqueza urbana.

Desde el sitio donde escribo veo la esbelta torrecilla del lindo chalet que acaba de construir un joven empleado cubano recién casado. El ahorro de una buena parte de sus sueldos en cuatro años le ha permitido adquirir el solar para los cimientos y para emprender la edificación.

Ya reside en su vivienda y se siente dichoso con su joven compañera , bajo el propio techo, con el solo cuidado de ahorrar dos o tres años más y saldar los plazos de la deuda contraída para tan noble y previsor empeño. Como esta mansión dichosa, edificadas y costeadas del mismo modo por otros funcionarios del nuevo Estado, se levantan muchas en el radio de la nueva población que ha nacido mágicamente en estos lugares.

¡Oh, tiempos de la dominación española, que no disteis nunca al cubano estas hermosas realidades y estas esperanzas! Vuestros empleados advenedizos malgastaban las sumas que cobraban de nuestros presupuestos, o, sin apego al terreno, se llevaban sus ahorros para invertirlos en el terruño patrio de la distante metrópoli.

El empleado cubano invierte hoy en el propio suelo lo que gana del erario. ¿Qué importa que los partidos políticos no se organicen aún ordenadamente, ni que viejos defectos de educación pública agiten todavía en luchas y disensiones estériles a nuestros prohombres, que el equilibrio en la opinión no se haya restablecido, y que se palpen en la esfera de los poderes dificultades y faltas y omisiones?…

¡El país es libre!: avanza, mejora, se purgará de sus errores y a toda hora y en todo lugar y en cada detalle siente y bendice las ventajas y beneficios inapreciables del gobierno propio.