El Príncipe Alejo de Alexandrovich fue uno de los Ilustres visitantes de La Habana Colonial. Esta crónica de Luis Bay Sevilla aparecida en el Diario de la Marina nos relata su estancia en la Isla.

Alejo Alexandrovich, el Gran Duque en La Habana y Matanzas

La Quinta de Santovenia, con la Quinta de Fernandina, constituyeron en su tiempo lo que pudiéramos llamar el siglo de oro de la nobleza cubana, pues ambas eran lugares obligados de cinta para todo alarde señorial. Allí se ofreció en el año 1860 una gran fiesta en honor del duque de la Torre, entonces capitán general de esta Isla, donde se hizo un verdadero derroche de distinción, riqueza y hermosura.

Alejo Alexandrovich
Alejo Alexandrovich. Tomada de Wikipedia.

El día 27 febrero de 1872 tomó el puerto de La Habana la escuadrilla rusa que acompañaba al príncipe Alejo Alexandrovich, y tercero del emperador de Rusia Alejandro II y de María Feodorwina de Hesse. El príncipe, según los cronistas de la época, contaba al visitarnos 22 años de edad, y era de elevada estatura, de fisonomía agradable y simpática, de barba y cabellos rubios, de maneras muy distinguidas, modesto en su trato y de conversación tan amena como agradable.

Al llegar a La Habana se le declaró huésped de honor del Ayuntamiento de la capital, preparándosele un rey alojamiento en la Quinta de Santovenia, donde tuvo servicio, mesa y carruajes a su disposición, siéndole constante guardia de honor una compañía de Infantería de Marina con bandera y música.

Patio de una residencia habanera
Patio de una residencia habanera

El Ayuntamiento le obsequió también con un gran baile en los salones del Palacio del Capitán General, y, además, con una función de gala en el Teatro de Tacón. El Capitán General le ofreció un gran banquete y la Marina Nacional un regio baile a bordo de la fragata española “Gerona“, que se hallaba anclada en el puerto.

Esta gran fiesta, celebrada en la noche del 6 de marzo, aparece reseñada en el Diario de La Marina correspondiente al jueves 7 o sea al siguiente día. El gran duque Alejo, que vestía uniforme de teniente de navío de la Armada rusa, bailó el rigodón de honor con la señora de Soler y Espalter, esposa del presidente del tribunal Supremo de Justicia.

El príncipe permaneció en el baile hasta cerca de las cuatro de la mañana, y se le vio en muchas ocasiones circular por entre la concurrencia dando el brazo a una dama o señorita, admirado de la belleza y elegancia de las mujeres cubanas, que él, gentilmente, calificó como las más bellas que había visto en sus visitas a las distintas capitales europeas y americanas.

El príncipe Alejo se alojó todo el tiempo que estuvo en La Habana en la residencia de los condes de Santovenia, abandonándola el día 10 marzo, en las primeras horas de la tarde al zarpar la fragata “Svetlana” de la rada habanera.

El gran duque Alejo, al dejar La Habana, se dirigió al puerto de Matanzas, hospedándose en la señorial quinta de don Félix González Torres, situada en las alturas de Simpson. Esta magnífica quinta de recreo es, a nuestro juicio, una de las mejores residencias cubanas. Su estilo arquitectónico recuerda el de las villas italianas, con bellísimos jardines, conservándose todavía en magnífico estado.

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Imagen de un baile de la sociedad habanera de principios del siglo XX

Al gran duque le fue ofrecida durante su estancia en aquella ciudad una gran fiesta en la magnífica quinta Nuestra Señora del Carmen, situada en la Cumbre, que es una de las más pintorescas vistas de Matanzas, de la que eran propietarios la señora Isabel de Ximeno, estaba casada con don Manuel de Mahy y León, sobrino del capitán general de la Isla don Nicolás Mahy.

El gobernador civil de matanzas, general Juan Burriel, pidió a don Francisco Jimeno su quitrín para que el príncipe, desde la quinta de don Félix González Torres, actualmente conocida por la Quinta de Wilson, donde se hospedaba, fuese a las cuevas de Bellamar.


El señor Jimeno era un famoso naturalista matancero que logró formar un gran museo de Historia Natural, en el que se formó el sabio cubano don Carlos de la Torre y Huerta, también matancero, que fue además el mejor de los alumnos de don Felipe Poey.

También el señor Jimeno facilitó al gobernador Burriel algunos muebles, sumando las restantes parejas, el comandante general del Apostadero brigadier Suances, que bailó con la señora Herrera de Romano; el ayo del príncipe, con la señora Cárdenas de Pavio; el comandante de la fragata rusa “Svetlana“, con la señora Inés Goyri, marquesa de Balboa, y el comandante de la fragata “Gerona“, señor Méndez Casaiego, con la señorita Angelina de la Cantera.