El semanario-periódico-revista de carácter humorístico, sátiro y literario El Moro Muza constituyó uno de los más férreos defensores del carácter hispánico en la Cuba de mediados del siglo XIX. Sin entrar en demasiados juicios patrióticos, podemos considerar necesario rescatar el indudable aporte que significó, en aquel momento, para la vida cultural cubana la aparición de aquella publicación. En este artículo hablaremos de la primera etapa de la publicación, más artística y humorística que panfletaria.

Su director, el poeta y periodista liberal Juan Martínez Villergas, consiguió mantener activa la publicación durante un período de tiempo considerable, cerca de 17 años, aunque con algunas interrupciones editoriales y un claro cambio de rumbo en su carácter creativo y de divulgación que lo enfrentó abiertamente a los cubanos de ideas independentistas.

Aquella visión esencialmente española de la sociedad cubana fue rechazada, en su gran mayoría, por los intelectuales y costumbristas cubanos que nos legaron revistas de profundidad literaria y riqueza cultural como La Siempreviva, El Almendares o el Álbum Cubano de los bueno y lo bello.

El Moro Muza, primera época

Era considerado un liberal de ideas preocupantes Martínez Villergas en la España de 1850 así que no le quedó más remedio que emprender el viaje a las Américas. De un largo periplo por Cuba, Puerto Rico y México sacó una visión viciada del carácter y la cultura americana.

El supuesto hombre de ideas progresistas y liberales devino en rancio defensor de la monarquía y los poderes dinásticos y conservadores que gobernaban con férreo control las tierras coloniales. Defensor entonces del integrismo americano puso su talante y talento en defender aquello que lo había obligado a exiliarse.

Caricatura aparecida en El Mozo Muza firmada por Francisco Cisneros uno de los dibujantes junto a Peoli y Landaluce (o Landaluze)

La historia contada desde la América nos habla de la opresión colonial como una una cuestión xenófoba y clasista, pero la esencia del problema era presente también en los antiguos pueblos de Castilla e incluso actual en algunas regiones rurales de la Extremadura profunda (y Andalucía) donde los señoritos continúan teniendo privilegios y beneficios que asustan a la inteligencia y la modernidad. No en balde Los Santos Inocentes de Mario Camus continúa siendo el retrato que se intenta ocultar a las visitas porque avergüenza al tiempo que asusta su precisión y vigencia.

Dicho lo anterior en esa línea debemos acercarnos al prolífico trabajo periodístico -y su influencia en la isla- de Martínez Villergas y algunos de sus más cercanos colaboradores como Víctor Patricio Landaluze (sobre el cual hablamos aquí) y Manuel Hiráldez (en algunas referencias, Giráldez) de Acosta quien se ocupó de sustituir a su maestro Martínez Villergas cada vez que partía de viaje este.

Hiráldez además editó en La Habana el semanario humorístico y satírico Antón Perulero, del que fueron publicados sólo 26 números, desde el 2 de junio al 24 de noviembre de 1861, con el subtítulo “periódico satírico -burlesco de costumbres y literatura, en el cual cada uno atiende a su juego”.

Bajo este mismo título editó en Argentina Martínez Villergas, en 1875, una revista de corte similar; en ese eterno reciclaje que hacía de sus obras anteriores y de las de sus más cercanos colaboradores.

En esa primera etapa de El Moro Muza, comprendida entre el 16 de octubre de 1859 y el 16 de septiembre de 1869, la intención principal era dar seguimiento a la línea iniciada con la publicación, que se convirtió en la primera de caricaturas gráficas impresa en la Isla bajo el nombre de, La Charanga (1857-1859). Con mayores pretensiones desde El Moro Muza intentó Villergas Martínez defender sus intereses cada vez más conservadores.

Año 1, número 1, de 1859

En los primeros números podemos ver que se definía como un «periódico satírico burlesco de Costumbres y Literatura» con el sugerente sub epígrafe «Dulce como los dátiles. Nutritivo como el Alcuzcuz«.

El encabezado de la revista cambiará con los años pero en la primera edición presenta al Moro Muza (figura mítica de la conquista musulmana de España cuyo nombre «moro Musa» se usó por siglos para referirse a un peligro inminente y desconocido) cuya imagen es sugestivamente similar a la de Martínez Villergas.

Ubicado en el centro de una imagen bucólica en la cual se observan hombres con turbantes en lacónica pose mientras vemos empuñar la espada al director, en franca pose de adalid de la hispanidad. Esta cabecera está firmado por JR de quien no he podido hallar información.

Secciones y curiosidades

En aquel primer número encontramos un muy interesante artículo bajo el título de El Mundo Al Revés en el cual critica el precio del pescado en una ciudad de mar como es La Habana. Resulta interesante este tipo de crítica social en muchos de estos periódicos, aunque puntuales, no dejan de resultar llamativas estas críticas en medios que contaban con fondos del gobierno colonial cubano.

En los primero números de El Moro Muza se realizaron varias litografías de personajes importantes del Ejército y la sociedad civil española de la época, tocó a Leopoldo O’Donnell, duque de Tetuán y Capitán General de la Isla de Cuba (1844-1848) iniciar esta galería de famosos españoles.

Otra de las secciones más interesantes de aquella primera etapa, más centrada en el conocimiento en general y menos política y agresiva hacia todo lo que fuese de origen americano, se nombraba Revista de Sabios. Esta sección estaba enfocada en confrontar frases célebres de algunos sabios filósofos y escritores con la ácida y burlona respuesta y reinterpretación que hacía El Moro Muza (a la sazón Martínez Villergas) de las mismas.

Finaliza esta primera etapa de El Moro Muza con la edición del 12 de septiembre de 1869. Sucedería entonces que coincidiendo con un viaje de su director a España se dejó de publicar mientras que el semanario Don Junípero de Víctor Patricio Landaluze siguió la numeración y día de emisión de este, adaptando incluso su formato.

Sobre este tema el propio Villergas aclara que simplemente uno de sus socios decidió lanzar un nuevo periódico La Voz de Cuba usando las imprentas y medios que se utilizaron anteriormente para dar luz a Don Junípero y El Moro Muza.

Luchando la exclusiva de la defensa a ultranza del gobierno español Villergas recuerda que él, y solo él, es El Moro Muza y que el espíritu del periódico no es más que el eco de su propio espíritu. Dejando claro que el entuerto había sido el siguiente:

«La empresa de EL MORO MUZA es, y siempre lo ha sido, del que fundó el referido periódico en 1859. Ese ciudadano, de apellido Villergas, tuvo que hacer en Noviembre del año anterior un viaje a la Península, y, según otras veces los ha verificado, pensaba suspender la publicación de su periódico hasta su regreso a esta isla.

Entonces se le presentó el Director de la Agencia de publicaciones conocida por La Propaganda Literaria suplicándole que, en vez de suspender el periódico, le permitiese a él continuarlo, pretensión que fue desde luego negada.

El Moro Muza

Insistió el pretendiente un día y otro día en su rara solicitud, invocando las antiguas relaciones de amistad que nos unen con un hermano suyo, y hasta excitando nuestra filantropía con argumentos á que no saben resistir las almas generosas, de tal modo, que hubimos de ceder, mediante ciertas condiciones, entre las cuales era la principal que La Propaganda quedase, no con la propiedad, sino con el usufructo temporal del periódico, bien entendido que, tan pronto como el propietario de esta publicación volviese á la Habana, dicha publicación le sería devuelta sin oposición de ningún género».