Pocos sucesos sacudieron La Habana, durante las décadas finales del siglo XIX colonial, como el incendio de la ferretería Isasi. De este lamentable accidente sacó la sociedad habanera el mejor de los sentimientos al encumbrar a los muertos como héroes, llevados en volandas por el pueblo que acompañó el multitudinario sepelio desde el Ayuntamiento (Palacio de los Capitanes Generales) hasta el cementerio de Colón.

En su honor se levantaría años después el conocido monumento encargado al conocidísimo escultor español Agustín Querol, quien supo llevar el dolor del pueblo habanero al mármol. Hasta allí se dirigía una peregrinación cada 17 de mayo, de la cual tomó parte la infanta Doña Eulalia cuando estuvo en la ciudad, en recordación de los caídos; dicho acto se mantuvo hasta bien entrada la República y en épocas más recientes la Oficina del Historiador de la Ciudad ha rescatado el edificio donde se produjo el incendio, creando un lugar donde se detallan los pormenores del suceso.

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Monumento funerario en memoria de los fallecidos en el incendio de la ferretería Isasi. Obra de Agustín Querol

El incendio más famoso de La Habana ha recibido mucha atención desde entonces. Se editaron varios libros de memorias sobre el mismo y sirvió para ayudar a unificar los dos Cuerpos de Bomberos, que entonces existían en la ciudad. En este artículo queremos mostrar algunos recortes de la época que ilustran el desamparo que embargó a la sociedad por aquel luctuoso suceso.

El incendio de la ferretería Isasi

En el Correo Militar de Madrid se hacían eco de un cablegrama enviado por el General Chinchilla en la propia madrugada del 17 al 18, siendo las primeras informaciones que explicaban el suceso de la siguiente forma:

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Esquina de la calle Lamparilla con Mercaderes, donde está colocada la tarja que recuerda los nombres de los fallecidos en el incendio de la ferretería Isasi

«Habana, 18 de Mayo.—A las diez de la noche pasada se declaró un incendio en la ferretería de los Sr.es. Isasi y Compañía, situada en uno de los puntos más céntricos de la población. Al acudir yo al sitio del siniestro momentos antes de mi llegada y á consecuencia de haberse inflamado alguna materia explosiva, se derrumbó el edificio enterrando en sus escombros á muchos bomberos e individuos del cuerpo de Orden público.

Son las cinco de la mañana hora en que me retiro. Una vez sofocado el incendio habiéndose extraído de entre los escombros como unos 20 muertos y muchos heridos, entre ellos algunos jefes y oficiales y seguramente habrán de encontrarse por desgracia muchos más.

Fuerzas del Ejército se ocupan de descombrar y extraer cadáveres. La consternación es grande. Creo que el entierro ha de ser una solemne manifestación de consideración y respeto á la memoria de los que fueron víctimas de su arrojo, y me propongo presidirlo. Ruego á V. E. me autorice para gasto que pueda originarse por tan triste suceso.

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Tanto bomberos como Orden público, Marina y demás fuerzas del Ejército, distinguiéronse una vez más por su bizarro comportamiento, haciéndose dignos de recomendarlos á la consideración del Gobierno.

Oportunamente cuidaré también de proponer a la de V. E. la conducta observada por algunas autoridades y concejales del Ayuntamiento en esos angustiosos instantes, además de instruirse por el juzgado la correspondiente causa, dispongo la formación de expediente para averiguar las causas que han podido ocasionar tan sensible desgracia, de cuyo resultado daré cuenta á V.—Chinchilla.»

20 de mayo de 1890, El Correo Militar.

El amplio telegrama daba la primicia desde el lugar de los hechos, pero como era de esperar contaba con algunos errores dada la premura de la comunicación. El propio medio detallaba más adelante las comunicaciones siguientes que elevaban a más de treinta los muertos.

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Tres de los más ilustres fallecidos en el incendio de la ferretería Isasi

Se daban además otras informaciones interesantes como el apresamiento del señor Isasi (a la sazón liberado), el falso dato aportado por un familiar del mismo sobre la existencia de material explosivo o el uso de los coches oficiales del general Chinchilla como improvisadas ambulancias. Posteriormente se produjeron más detenciones que no acabaron en nada.

La ferretería Isasi incluía entre sus socios a Juan Antonio Isasi, familiar de Juan Aspuru Isasi quién junto a su esposa, doña Clara San Pedro, formaban parte de los socios comandatorios de la compañía. La elevada fortuna del vizcaíno Aspuru Isasi, fallecido en 1917, sofocó las responsabilidades del suceso que pasó sin mayores repercusiones para los propietarios de la ferretería.

Cuerpos de Bomberos

La existencia del primer cuerpo de bomberos propiamente dicho fue anterior al incendio en el año 1873 de la «Plaza del Vapor» (Mercado de Tacón) que sobrepasó las capacidades de aquella precaria institución, dando origen a un nuevo grupo de apagafuegos, bajo el nombre de Cuerpo de Bomberos del Comercio No.1 (CBC1) cuya sede estaba en la calle San Ignacio No.19 (antigua numeración).

Sin embargo, una década después de fundado el CBC1 la coexistencia con el Cuerpo de Bomberos Municipales (o Camisetas Rojas, como coloquialmente se les llamaba), más antiguo y formado en su inmensa mayoría por militares, retirados o en activo-, era complicada, existiendo una gran rivalidad entre ambos.

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Debido al incendio de la ferretería Isasi se comenzaron a realizar mejoras en la ciudad. Durante la intervención norteamericana se fundieron en un solo Cuerpo de Bomberos y recibieron mejoras dentro de los presupuestos del gobierno.

Por si fuese poco surgió un nuevo Cuerpo que pretendía dar cobijo a antiguos bomberos y jóvenes entusiastas del oficio de salvar vidas con el nombre de Bomberos de la Humanidad, pero dicha propuesta fue desestimada por el Ayuntamiento que determinó su incorporación dentro de la jurisdicción de los Municipales con el nombre de Batallón de Bomberos Municipales. De ahí que varias fuentes mencionen a este batallón como un cuerpo de bomberos independiente, creando confusión, cuando nunca tuvieron dicho estatus.

Sobre las diferencias entre ambos Cuerpos de Bomberos copiamos una crónica de la Ilustración Española y Americana, de junio de 1890, que detalla el estado de la cuestión en aquel momento:

Antes de referir los hechos lamentables que el telégrafo anticipó en su día con triste laconismo, menester es, como antecedente de todo, hablar de la institución de los bomberos en la Isla de Cuba, y notoriamente en la Habana, dos cuerpos de distinta organización que persiguen idénticos fines existen en dicha capital. El más antiguo, se denominaba antaño de Honrados Obreros y Bomberos, y hoy se llama de Bomberos Municipales.

El de más reciente creación (apenas hace diez y siete arios que existe) denominase Bomberos del Comercio, núm.. 1. Uno y otro se inspiran en el mismo objeto: procurar la extinción de los incendios y salvar vidas é intereses ajenos con riesgo de la propia.

En los días tristes en que la guerra civil se enseñoreaba de la Isla de Cuba, sacrificando en uno y otro campo vidas preciosas, los Bomberos Municipales marcharon a la guerra á defender los derechos de España á la nacionalidad de esta tierra, y sellaron su lealtad con sangre de sus venas. El batallón permaneció en campaña más de tres años, y en ese tiempo, las enfermedades y las balas lo dejaron reducido a una cuarta parte, pero no se dio el caso de que ocurriese una sola defección.

Componíanlo albañiles, carpinteros, zapateros, criados, en su mayor parte negros y mulatos, incluso sus jefes, y ninguno se cuidó, al acudir al llamamiento del deber, de la situación en que quedaba su familia, que dependía del pobre jornal que cada uno ganaba: todos creyeron que era deber del Cuerpo quedar con honra en los campos de batalla, lo mismo que en las luchas con los elementos, y consumaron el más grande de los sacrificios: el de morir por la patria.

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El Cuerpo de Bomberos del Comercio lo componen jóvenes entusiastas, en su mayor número pertenecientes, como su nombre lo indica, al comercio, a las carreras universitarias, a la prensa y al foro; en una palabra, de igual manera que los Municipales son, por decirlo así, la legión del trabajo rudo, los del Comercio son el ejército del desahogo y el bienestar, y no por eso menos fuertes sus individuos en la resistencia, y tan animosos como los que más en el peligro.

La organización de los Municipales es puramente militar; la de los del Comercio, sin prescindir de la severa disciplina, tiene algo de familiar: como que jefes y subordinados son generalmente de una misma escala social, y todos , fuera del servicio, excelentes amigos.

Este Cuerpo de Bomberos del Comercio de la Habana se halla montado como los de igual clase de Nueva-York, Londres, etc., y es fama que el de Cuba figura al nivel de los dos citados, superando á los demás de las grandes capitales, sin exceptuar á París.

Así se ha visto, en visitas inesperadas que han hecho á sus cuartelillos autoridades y personas prominentes, que, dada la señal de fuego, en menos de un minuto se han abierto de par en par las puertas del cuartel, han descendido de los diversos pisos de que consta el edificio los bomberos de guardia; los caballos, que alternan también en el servicio, con sus correspondientes arreos, se han colocado á los respectivos lados de la lanza del carro, han quedado enganchados, echando-á andar éste con la bomba, avivado el fuego de la hornilla con la marcha rápida de los caballos.

De tal modo están amaestrados los bomberos en estas operaciones, que se hacen en menos tiempo del que se necesita para referirlas.

Los héroes

Vista la organización y buenas críticas que tenían los bomberos de La Habana, ¿cómo pudo ocurrir una tragedia que segó en unas horas más vidas de bomberos que en los siglos precedentes?

La gran reflexión tras el desastre fue la solidaridad que embargó a la sociedad habanera en relación con los bomberos fallecidos, sus familiares y las fuerzas de orden público en general que actuaron con valentía y presteza ante el suceso. Horas después del hecho diversos periódicos iniciaron varias suscripciones para apoyar a las familias de los muertos y heridos, mientras que se pensaba el mejor homenaje posible para los héroes.

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El sepelio de los fallecidos en el incendio de la ferretería Isasi fue una demostración de duelo colectivo

La gran cantidad de víctimas y heridos radicó en el mal almacenaje de los productos inflamables y en el colapso del edificio con una gran cantidad de personas dentro del mismo.

Al parecer este hecho se debió a una falsedad informativa proveniente de un familiar o socio de la ferretería Isasi, quien comunicó a los bomberos que no había ningún peligro, y estos, ansiosos por apagar el fuego lo antes posibles y apuntarse el tanto en el competitivo ambiente en el que se envolvían ambas asociaciones.

Tras lo ocurrido, la sociedad tomó mayor conciencia y actuó con mejor fé en los sucesivos accidentes e incendios, favoreciendo la labor de los cuerpos encargados de hacer frente a dichos fenómenos.