El Campamento Lazear en La Habana es un parque del que yo nunca oí hablar mientras vivía allí. Pero vamos atrás para contar su historia, aunque puede ser un poco larga.

Yo supongo que casi todo cubano conozca a Carlos J. Finlay, el médico que descubrió que la fiebre amarilla era transmitida a través de la picada de un mosquito. Finlay, quien había estudiado en Francia y Estados Unidos, había empezado a practicar la medicina en Cuba en 1857. Desde 1865 se había interesado en estudiar la fiebre amarilla y en 1879 acompañó a una comisión norteamericana que había viajado a la Isla a estudiar la enfermedad.

Esos contactos despertaron en Finlay nuevas ideas que resultaron en la hipótesis del mosquito como agente transmisor de la enfermedad. En junio de 1881 comenzó una serie de pruebas con soldados españoles como voluntarios. Varios de ellos contrajeron la enfermedad al ser picados por mosquitos que habían picado previamente a enfermos y estos resultados fueron presentados en la Academia de Ciencias de La Habana en agosto de ese año.


Carlos J. Finlay

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En 10 ocasiones fue Finlay nominado al Premio Nobel de Fisiología o Medicina. En algunos casos aparece nominado dos veces en el mismo año. En 1905 se trata de que mandaron una nueva nominación con más referencias. En 1906 fue nominado en solitario o junto a otras personas. En 1912 fue nominado por dos personas de forma separada

Quien lo nominó en 1905, Sir Ronald Ross, había recibido él mismo el Premio Nobel en 1902 por sus trabajos en la investigación de la malaria. Por su parte Alphonse Laveran, quien lo nominara cuatro veces (junto al cubano Arístides Agramonte) era el ganador del Nobel en 1907 por sus trabajos sobre el papel de los protozoos en la causa de enfermedades


Los resultados fueron, sin embargo, recibidos con escepticismo. Una de las causas es que los experimentos de Finlay habían resultado en síntomas bastante leves y ningún caso de seriedad. Finlay no había tampoco tenido en cuenta el período de incubación de la enfermedad en los mosquitos por lo que sus experimentos no daban siempre resultados positivos. En fin, que por el momento, el descubrimiento no había tenido mucha relevancia. Así y todo Finlay continuó sus estudios, en compañía de su colaborador Claudio Delgado, y paralelamente a su consulta médica.

Casi 20 años más tarde, en 1900, Cuba estaba ocupada militarmente por Estados Unidos y los soldados americanos comenzaron a contagiarse, y a morir, de fiebre amarilla. El Ejército Americano organizó una comisión para investigar la enfermedad. La comisión estaba encabezada por el doctor Walter Reed y también formada por los doctores James Carroll, Jesse William Lazear y Arístides Agramonte Simoni.

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Walter Reed (1851-1902), quien presidiese la comisión americana que confirmaría los estudios de Finlay

Los apellidos del último médico parecen estar vinculados a la historia de Cuba y así lo es. Arístides era hijo del doctor Eduardo Agramonte, primo segundo del Mayor General Ignacio Agramonte. Su madre, Matilde Simoni era hermana de Amalia, la esposa del Mayor.

El padre de Arístides se había también incorporado a la Guerra de Independencia en donde había ocupado altos cargos militares antes de caer en combate en 1872, siendo Arístides un niño. Había entonces Arístides crecido en el exilio en New York, donde se había graduado de medicina en la Universidad de Columbia.

Pero volvamos a la comisión liderada por Reed. Inicialmente se dedicaron a investigar la hipótesis en moda en aquel momento presentada por un médico italiano de apellido Saranelli pero esta dio resultados negativos. Ya para entonces existían estudios que mostraban al mosquito como agente transmisor del paludismo así que decidieron estudiar las hipótesis de Finlay, aunque varios de ellos estaban escépticos.

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Otros miembros de la comisión: James Carroll (1854-1907), Arístides Agramonte (1868-1931) y Jesse William Lazear (1866-1900).

El 1ro de agosto de 1900 fueron Reed, Carrol y Lazear a visitar al médico cubano a su casa en la calle Aguacate. Finlay les brindó con gran entusiasmo todos los datos de su investigación así como ejemplares y huevos del tipo de mosquito responsable de la transmisión.

Pocos días más tarde el líder de la Comisión tenía que viajar a Estados Unidos y el resto del grupo continuó con la investigación. De ellos era Lazear, familiarizado con trabajos sobre agentes biológicos, el encargado de criar los mosquitos y llevarlos al Hospital de las Ánimas para que picaran a enfermos de fiebre amarilla.

Inicialmente los resultados fueron negativos y ninguno de los nueve voluntarios que habían recibido picaduras de mosquitos infectados habían enfermado. Unos días más tarde Carrol notó que uno de los mosquitos estaba muy débil y supuso que necesitaría sangre. Él era el que menos creía en la hipótesis de Finlay y se dejó picar por el mosquito para que siguiera viviendo, con el resultado de que enfermó de fiebre amarilla.

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Hospital Las Ánimas, donde se trataban pacientes de fiebre amarilla y donde Lazear “infectaba” a los mosquitos a usarse en los experimentos. Actualmente, y tras varias remodelaciones, allí radica el Hospital Pediátrico de Centro Habana, en Bejumeda y Morales

Esto (junto a otros descubrimientos de la época relacionados a intervalos entre las infecciones) hizo razonar a Lazear de que debían existir ciertas condiciones (como tiempo de incubación o cantidad de pacientes previamente picados) para que la enfermedad se transmitiese. Se hizo un nuevo experimento con un soldado voluntario y este sí enfermó. Lazear comenzaba entonces a estar seguro de que estaban por el camino correcto y eso le escribió a su esposa en una carta.

Preparando una nueva serie de experimentos, estaba Lazear el 13 de septiembre en el Hospital Las Ánimas aplicando un tubo de ensayo con un mosquito en el abdomen de un paciente cuando un mosquito que estaba en la habitación se le posó en una mano. Inicialmente sintió el impulso de espantarlo pero, por no afectar la muestra que estaba tomando, se dejó picar. Cinco días más tarde desarrollaba un caso severo de fiebre amarilla y el 25 de septiembre fallecía. Tenía entonces 34 años.

Para entonces Walter Reed estaba bastante convencido de la veracidad de la hipótesis del mosquito pero necesitaba realizar una serie de pruebas más conclusivas. Para esto solicitó del Gobernador General de Cuba recursos para la construcción de una estación experimental.

El gobernador era el general Leonard Wood quien también era médico y brindó todo su apoyo. A solicitud de Agramonte la estación experimental se ubicó en los terrenos de una quinta cercana al Campamento Columbia donde Finlay también había conducido experimentos varios años antes. El área fue alquilada a los dueños de la finca y en ella se estableció el campamento experimental que recibió el nombre de su colega fallecido: era el Campamento Lazear.

El campamento

El campamento contaba con siete casas de campaña militares. Allí vivían los voluntarios que eran militares americanos y algunos voluntarios españoles. También se construyeron dos casetas para efectuar experimentos. En la caseta número 1 se probó si la enfermedad podía transmitirse por las “miasmas”.

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Plano de la caseta número 1, donde los voluntarios permanecieron por varios días en contacto con pertenencias de enfermos de fiebre amarilla.

En la habitación se colocó una estufa que daba un calor tropical y estaba además llena de pestilentes ropas y pertenencias de pacientes de la enfermedad, embarradas de sangre, saliva o excrementos. Los voluntarios deberían vivir en ese ambiente, durmiendo con sábanas y almohadas de enfermos que podían estar embarradas de su sangre y vómito. En ese ambiente, sofocante y francamente asqueroso, vivieron los voluntarios por varios días pero no contrajeron la enfermedad.

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Tiendas de campaña del Campamento Lazear (1900-1901).

En la caseta número 2 se probaba la hipótesis del mosquito de manera controlada. La caseta se dividió en dos áreas separadas por una tela metálica fina. En una de las áreas un voluntario se dejó picar durante poco más de una hora por 15 mosquitos infectados. Del otro lado de la tela metálica dos voluntarios permanecían en la misma habitación pero sin ser picados por los mosquitos. El voluntario que recibía las picaduras enfermaba de fiebre amarilla. Esto no ocurría a los que no eran picados.

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Plano de la caseta número 2 donde se realizaron las pruebas con los mosquitos.

La comisión efectuó otra serie de experimentos con sangre inyectada, fresca o filtrada. Los resultados de los experimentos confirmaron las hipótesis de Finlay con el mosquito Culex (hoy llamado Aedes Aegypti) como agente transmisor.

También demostraron la necesidad de un período de incubación de 12 días en el mosquito para la transmisión y que el agente productor de la enfermedad era un virus y no una bacteria. También probaron que la enfermedad no se transmitía a través de ropas contaminadas o cosas por el estilo. Finlay elogió el trabajo riguroso de la Comisión y el heroísmo de los voluntarios.

A partir de los resultados obtenidos en el Campamento Lazear, y siguiendo recomendaciones presentadas anteriormente por Finlay, se comenzaron labores de saneamiento en La Habana que en pocos meses eliminaron la fiebre amarilla en la ciudad, una enfermedad que había sido endémica allí por más de un siglo y que había acabado con miles de vidas.

Poco tiempo después los conocimientos fueron también aplicados en Panamá permitiendo la construcción del canal en esa nación, algo que había sido muy difícil anteriormente a causa del elevado número de muertes entre los trabajadores.

El monumento

Así pasaron 40 años y nadie se acordaba de aquel campamento. Sin embargo, un doctor americano, llamado Hench, que era admirador de la obra de Finlay se puso a averiguar sobre el lugar. Acompañado de aquel voluntario que se había dejado picar por los mosquitos en la caseta número 2 visitó La Habana y buscó el sitio.

Inicialmente hubo cierta confusión pues el gobierno cubano había creído que las pruebas se habían hecho en un área del Campamento Columbia, que habían marcado como tal, pero en realidad allí lo que había estado era el hospital de campaña de los enfermos de la enfermedad. Por fin, con la ayuda del viejo voluntario y otras personas dieron con el sitio. La caseta número 2, la de las pruebas con mosquitos, había desaparecido durante el Ciclón del 26 pero la otra caseta seguía en pie y Hench se dedicó a repararla.

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El parque una vez concluido

Tras una propuesta durante un Congreso Nacional de Historia de la Medicina en 1944 se consideró declarar a la caseta monumento nacional y esa propuesta fue aprobada en 1947 por medio de un decreto presidencial. La caseta fue restaurada totalmente y en el lugar se inauguró un parque el 3 de diciembre de 1952. En el parque había una pared de piedra con medallones de bronce con los rostros y nombres de Finlay, su colaborador Claudio Delgado, el gobernador Leonard Wood y los miembros de la comisión: Reed, Carroll, Agramonte y Lazear.

También había tarjas con los nombres de los voluntarios. El lugar, que recibió el nombre de Parque Lazear, fue inaugurado por figuras como el entonces Ministro de Salubridad y el alcalde de Marianao, con la presencia de varios descendientes de los homenajeados.

El parque sigue existiendo, en el barrio de Pogolotti, en la calle 61 entre 88 C y 90, aunque yo nunca oí hablar de su existencia durante el tiempo que viví en Cuba, en los años 70, 80 y parte de los 90. En un artículo del año 2000 sobre el parque leí de su mal estado y que la caseta estaba casi desaparecida.

Después he visto una foto en la que parecía que la caseta y el parque habían sido reparados pero, por otro artículo, tengo la impresión de que poco tiempo después la caseta desapareció nuevamente del lugar. Sus tablas podían identificarse en varios proyectos constructivos en el barrio. Quizás algún miembro del grupo pueda dar información actual sobre el estado del lugar y si existe o no la caseta.

A partir de 1901 el descubrimiento del mosquito como agente transmisor de la fiebre amarilla fue un hecho conocido en todo el mundo. Inicialmente el mérito se le otorgó solamente a la comisión americana, dejándose a un lado el papel crucial de Finlay. A esto puede haber contribuido la prensa norteamericana y, de cierta forma, la actitud de Walter Reed que, aunque siempre agradeció a Finlay, destacaba solamente la labor de la comisión por él liderada.

En 1903 los miembros de la comisión: Reed, Carroll y Agramonte, fueron nominados al Premio Nobel de Medicina, pero no lo ganaron. Esto hace de Agramonte el primer cubano en ser nominado a ese premio. Reed, sin embargo, no volvió a ser nominado pues había muerto a finales de 1902. Agramonte y Carroll serían nominados otras veces.

tarjas con nombres
Tarjas con los nombres de los voluntarios durante los experimentos en el Campamento Lazear.

Con el tiempo la gente comenzó, sin embargo, a comprender el papel de Finlay y ya para 1905 era nominado a recibir el distinguido premio sueco. Hasta su muerte, en 1915, recibiría nominaciones a ese premio en siete ocasiones. Y no ganaría el Nobel pero sí recibió distintos reconocimientos en varios países, desde medallas en Francia o Inglaterra a monumentos en Panamá. También recibiría justo reconocimiento en Cuba y durante los primeros años de la República tendría importantes cargos dentro de la salud pública del país.

Y regresando al parque, aunque en La Habana existen varios monumentos a Carlos J. Finlay, este sitio no debiera caer en el olvido y debiera seguir siendo un lugar para honrar no solo la labor del científico cubano sino de los hombres que con su sabiduría y heroísmo contribuyeron a ese gran avance científico y humano.