La Primera Industria Cubana de Diamantes SA, primera dedicada a la talla de esta piedra preciosa en La Habana y en Cuba, se estableció en el año 1942 en la Calzada de Buenos Aires, No. 157.

Que en la capital cubana se estableciera una incipiente industria de piedras preciosas puede sorprender a la distancia del tiempo, pero se entiende perfectamente a la luz de esos años en la que recalaron en La Habana un gran número de refugiados judíos, conocedores del oficio y con numerosos contactos en el negocio.

Cuba, como otros países de América, ofreció incentivos fiscales para atraer a los emigrados, sobre todo de Holanda y Bélgica, países que, antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, habían dominado el mercado mundial de las piedras preciosas.

Muchos de ellos escogieron a La Habana como destino, no sólo por tratarse de una de las ciudades más ricas de América Latina, sino también por su cercanía y facilidades de comunicación con los Estados Unidos, uno de los principales mercados de destino de las piedras preciosas.

Cubana de Diamantes

La compañía se fundó por Gustavo Kates, un cubano de ascendencia belga, que al poco tiempo fue imitado por otros empresarios y, apenas dos años después de el establecimiento de Cubana de Diamantes SA, existían en la capital una treintena de fábricas de diamantes.

Cubana de Diamantes SA era la mayor de todas y en sus talleres empleaba unos 150 trabajadores, muchos de ellos cubanos que habían aprendido el oficio de los inmigrantes europeos.

Su propietario Gustavo Kates era, además, un importante ferretero, que había hecho fortuna con un almacén importador de juguetes y otros rubros, sito en la calle Clavel No. 457, también en el Cerro, que operaba bajo la razón social de «Gustavo Kates e Hijos Importadores y Distribuidores SA».

Desafortunadamente, la industria del diamante en La Habana demostró ser tan efímera como circunstancial: Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial y restablecida las plazas tradicionales del negocio del diamante, los emigrantes optaron por regresar a su patria, llevándose su capital y sus contactos:

Una década después de su explosivo y vertiginoso surgimiento, no quedaba prácticamente nada de la industria del diamante en La Habana, que fue tan deslumbrante como fugaz.