La historia de Cristóbal Torriente es bastante desconocida entre los amantes cubanos del deporte de las bolas y los strikes. Lo cual no es sorprendente pues las mejores actuaciones del espectacular jugador transcurrieron, en su mayoría, hace ya un siglo.

Pero este hecho contrasta con el trato recibido por parte de los cronistas norteamericanos, que en pleno proceso de rectificación y reconocimiento de los méritos deportivos de los peloteros de las llamadas Ligas Negras, lo traen constantemente a la actualidad.

De Cristóbal Torriente podemos decir que es de los pocos cubanos que pertenece al Salón de la Fama de las Grandes Ligas (2006), pero además hay un hecho que lo hace único y radica en la asombrosa noche en que ensombreció a la legendaria figura de Babe Ruth, el show en persona del béisbol de la primera mitad del siglo XX.

Cristóbal Torriente, visitante inesperado

La Habana se frotaba las manos con la llegada de Babe Ruth, cuyo traspaso entre los Boston Red Sox y los Yankees de Nueva York fue seguido con atención en la isla. El Bambino, como se le conocía, llegaba tras un desembolso tremendo del promotor antillano Abel Linares quien consiguió sumar a Ruth a la serie de partidos de exhibición que realizaron los Gigantes de Nueva York en la isla.

De aquella visita, el estelar jonronero norteamericano se llevaría una lesión (según las malas lenguas por jugar al Jai Alai), una billetera vacía (su presencia en el Frontón de Jai Alai no dejó a nadie indiferente, así como su mala suerte para las apuestas) y un soberano repaso deportivo por parte de Cristóbal Torriente.

Cristóbal Torriente

La noche del 6 de noviembre de 1920 la selección de los Gigantes de Nueva York se midió contra los Alacranes del Almendares. Aquella noche Ruth se fue en blanco en tres oportunidades oficiales, sumando una base por bolas. Sin embargo entre los Azules estaba un jugador negro de metro ochenta que conectó 3 jonrones y un doble. El último de los batazos de vuelta entera fue ante los envíos del propio Ruth.

Aquella noche el show lo puso el Salón de la Fama cubano, aún semidesconocido, pero humilde ante las cámaras pidió que fueran a entrevistar al toletero norteamericano que esa temporada había desaparecido 54 pelotas con los Yankees. «Lo mío ha sido cosa de una noche, Babe Ruth lo hace todos los días» sentenció, quizás ese espíritu humilde provocó que su figura no haya sido abordada con la grandeza necesaria.

Desde Cienfuegos hasta Cooperstown

A finales del siglo XIX había nacido Cristóbal en una humilde morada cienfueguera. Aquel 16 de noviembre de 1893 nacía una de las mayores glorias deportivas de Cuba. Su nombre quedó registrado en el número 67 entre los mejores jugadores de béisbol de todos los tiempos por el historiador Bill James en el año 2001.

Cristóbal Torriente, Hall of Fame

Cristóbal llegaría a las filas del Club Cienfuegos en 1912, anteriormente su nombre había llamado la atención de algunos scouts por sus actuaciones con el equipo juvenil del Club Yara. Los cronistas de la época describen a un jugador ágil y de condición atlética inmejorable, con buenos reflejos y una técnica de bateo refinada, en esencia, un jugador que reunía las llamadas cinco herramientas del pelotero.

Cubría el jardín central con facilidad pasmosa, llegando con facilidad a las pelotas y desatando un rayo por brazo que infundía terror en los corredores rivales. En palabras del Inmortal Martín Dihigo su descomunal poder y capacidad en el plato empañó el talento defensivo del cienfueguero. Del Club Cienfuegos pasaría al Club Habana y, tras enrolarse en el ejército, llegó a los Cuban Stars del béisbol americano.

El racismo

Cristóbal Torriente sufrió el béisbol segregado por el racismo. Junto a José de la Caridad Méndez, Adolfo Luque y Martín Dihigo formó parte del talentoso grupo de peloteros que no recibieron la oportunidad de medirse en las Ligas Mayores junto a los mejor pagados peloteros blancos.

Este suceso deja además una nebulosa sobre sus estadísticas fuera de Cuba, pero todas señalan que nunca bajó de los famosos .300. Además ganó varias coronas de bateo en Cuba, una de ellas con astronómico .411, pero ha quedado en la memoria colectiva por sus descomunales batazos.

Cristóbal Torriente, Hall of Fame

Las anécdotas se suceden con respecto a estos hechos pero la más conocida es la que cuenta el campocorto Bob Williams quien aseguraba que cuando los Gigantes de Chicago, equipo de las Ligas Negras, visitó Kansas City el cubano soltó una línea enorme que fue a dar entre las manecillas de un reloj ubicado a 17 pies sobre la barda del jardín central.

También han quedado registradas múltiples historias sobre hechos de indisciplina y exceso de ímpetu del jugador criollo, que le llevaron a múltiples expulsiones y cambios de equipo.

Últimos años

Cristóbal Torriente estuvo en activo desde 1913 hasta 1934 desempeñándose sobretodo como Jardinero Central y Derecho, aunque dejó récord de 21 victorias y 14 derrotas como lanzador en las Ligas Negras. En la Liga Cubana ganó 6 veces el campeonato en las 13 temporadas que la disputó.

Su fallecimiento ocurrió en Nueva York, un 11 de abril de 1938 pese a que tenía como residencia Ybor City, Florida. Falleció de tuberculosis y sumido en una delicada situación personal y económica pues tenía serios problemas con el alcohol.

Sin embargo sus restos fueron trasladados con posterioridad al Cementerio de Colón gracias a una colecta pública dando cumplimiento a su expreso deseo. Según palabras del también pelotero Rogelio Crespo «su ataúd fue envuelto en una bandera cubana». El legendario jugador de béisbol merece ser recordado a la altura de sus fenomenales hazañas, pues no cualquiera le roba el show al Bambino de Oro en sus mejores tiempos.