Su nombre real, larguísimo y aristocrático era María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O’Farrill, pero ha pasado a la posteridad, simplemente como la Condesa de Merlín.

Nació en La Habana el 5 de febrero de 1789. Sus padres, los Condes de Jaruco eran inmensamente ricos y pasaban largas temporadas en Europa, por lo que la niña quedaba al cuidado de sus parientes en la Isla – sobre todo de su abuela Doña Luisa Herrera- que consentían sus primeras inclinaciones hacia las artes.

Así fue hasta los ocho años de edad en que, como era costumbre en el país, sus padres la internaron en el Convento de Santa Clara para que fuera educada en el dogma católico.

En el claustro, la futura Condesa de Merlín, conocería a Sor Inés, una monja que se convertiría en su amiga por el resto de su vida, y de la cual años después escribiría una hermosa biografía.

A los doce años, su madre, María Teresa Montalvo, quien era dama de honor de la reina María Luisa de España, la mandó a llamar a su lado en Madrid.

En la corte española, la joven María de las Mercedes concluyó su educación y reafirmó sus inquietudes artísticas en contacto con Goya, Moratín o Quintana, quienes eran asiduos visitantes de su casa.

España se encontraba entonces en plena convulsión debido a las guerras europeas de Napoleón Bonaparte y la familia de María de las Mercedes se vio atrapada en medio del cataclismo político social que provocó la invasión del ejército francés.

Muerto el Conde de Jaruco, su madre se marchó a casa de su hermano, el general Gonzalo O’Farrill, un «afrancesado» que se había puesto al servicio del rey José I, hermano de Napoleón y monarca impuesto a España por la fuerza del ejército francés.

La Condesa de Merlín

La de José I sería la segunda corte europea de la joven María Mercedes y en ella conocería al que sería su esposo, el general francés Antonio Cristóbal Merlín -también aparece citado como Cristobal Antorni-, quien pocos años antes había sido nombrado Conde de Merlín.

Su matrimonio, celebrado en 1811, formó parte de la política de alianzas trazada por el emperador Napoleón Bonaparte hacia la vieja nobleza española , con el objetivo de fortalecer su posición en la península.

Sin embargo, esto no impediría la derrota de los franceses en España y, la ahora Condesa de Merlín, que apenas tenía 20 años, se vio obligada a abandonar España junto con su familia y trasladarse a Francia, a la corte del nuevo rey Luis XVIII, residiendo la pareja en una gran casa de la calle de Bondy, en París.

En París le sorprendieron los 100 días de Napoleón Bonaparte. Como cortesana vivió intensamente las últimas jornadas del emperador de los franceses y fue testigo de su caída definitiva y su exilio a la remota isla de Santa Elena.

Una mecenas cubana en París

Sus inquietudes hacia las artes y su holgada posición económica convirtieron a la Condesa de Merlín en una mecenas de la Ciudad de La Luz.

En sus salones parisinos se dieron cita la crema y nata de la aristocracia francesa, junto a los más reconocidos artistas e intelectuales de Europa. Así, la Condesa de Merlín fue la amable anfitriona de George Sand, Lizst, María Malibrand, Honoré de Balzac, Federico Chopin, Giaochino Rossino, entre otros muchos.

En sus famosas tertulias parisinas, la condesa hacia gala de su hermosa voz de soprano y compartía con los mejores escritores del momento, fragmentos de sus propias obras. Acerca de su voz se cuenta en el libro «Cuba Musical» -editado en 1929- que la excelsa cantante de Ópera María Malibran exclamó emocionada al concluir con la condesa un duetto:

¡Condesa, como recordáis el estilo de mi padre! ¡Que bien nos entendemos!

Lógico, el padre era el tenor y compositor español Manuel García, quien fue maestro de canto de la Condesa de Merlín.

Viaje a La Habana_Condesa de Merlín

Luego de treinta y ocho años de ausencias regresó a La Habana el 10 de junio de 1840, en esta ciudad estuvo hasta el 23 de julio en que partió para no regresar nunca más. El Viaje a La Habana de la Condesa de Merlín está considerado como un clásico del género de viajeros.

Lo que en cualquier otro lugar hubiese sido visto como un atrevimiento intolerable por parte de una mujer, era causa de admiración en la Francia liberal de la primera mitad del siglo XIX.

La Condesa de Merlín escribió toda su obra en francés con una prosa fina y llena de ornamentos que alcanzó altos vuelos en sus relatos de viaje (en especial la descripción que hiciera de su Habana natal en 1840).

Esta obra está considerada como una de las más exquisitas y acabadas del género de viajeros, muy popular en el siglo XIX, consta de 36 cartas dirigidas por la condesa a personajes muy influyentes de la época, en la que hace una descripción detallada del Nuevo Mundo y de su ciudad natal en particular.

Considerada como una de las fundadoras de la literatura cubana, la Condesa de Merlín, que fue por igual criolla, española y francesa y que paseó su glamour e inteligencia por varias cortes europeas, murió en París el 31 de marzo de 1852, a la edad de 63 años, pocos meses antes de que otro Napoleón erigiera en Francia un segundo Imperio.

Entre sus obras más destacadas, que recomendamos mucho leer se cuentan:

  • Mis doce primeros años e historia de Sor Inés (1838)
  • Los esclavos en las colonias españolas (1841)
  • Viaje a La Habana (1842)