El Malecón de La Habana, que se extiende como un enorme sofá de hormigón frente al mar a lo largo de ocho kilómetros, se construyó en varias etapas entre los años 1901 y 1959.

A la altura del Morro o el Capitolio, el Malecón constituye un símbolo que identifica a la ciudad, porque no se concebiría La Habana sin enorme muro del Golfo.

Los tramos del Malecón

La hermosa y amplia avenida frente al mar comenzó a ser construida durante la primera ocupación norteamericana. El primer tramo en concluirse fue el que se extendía desde la explanada de la Punta hasta la antigua caleta de San Lázaro frente a la Beneficencia.

De inmediato los habaneros lo bautizaron como Malecón (y así se ha quedado hasta nuestros días), aunque oficialmente, la calle sería nombrada Avenida del Golfo el 12 de junio de 1902; nombre que sería variado por sendos acuerdos del Ayuntamiento de La Habana: primero al de Avenida del General Antonio Maceo, el 2 de diciembre de 1908 y luego al de Avenida de Antonio Maceo tomado el 6 de diciembre de 1909.

A consecuencia del acelerado proceso de urbanización que vivió La Habana en las tres primeras décadas del siglo XX el Malecón fue prolongado en ambos sentidos, por lo que en 1928 la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo recomendó a la alcaldía nombrar los nuevos tramos y renombrar el primero construido como «Malecón de Maceo«.

Propuso entonces la mencionada Comisión que el tramo comprendido entre el Castillo de la Punta y la Capitanía del Puerto se nombrara Malecón de Céspedes, en honor a Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de las luchas por la independencia de Cuba y el tramo que se extiende desde el monumento a Maceo hasta el monumento al Maine, Malecón de Washington, en homenaje al primer presidente de los Estados Unidos.


Malecón de Céspedes La Habana

En 1936, un año después de haberse tomado esta foto, el historiador Emilio Roig de Leuchsenring recomendó y consiguió que el Ayuntamiento de La Habana nombrara al tramo comprendido entre el Castillo de la Punta y la Capitanía del Puerto como «Malecón de Céspedes».

Todo el terreno que se observa en la foto había sido ganado una década antes al mar con el objetivo de prolongar el paseo marítimo, pues la antigua línea costera se encontraba casi en el frente mismo de los edificios de la calle Cuba.


A partir de ese último punto y hasta la calle G se denominaría Malecón de Pi y Margall en tributo de recordación al político español, uno de los pocos que en la metrópoli defendió el derecho de Cuba a ser libre durante los años de la Guerra de Independencia.

Por último, el tramo final de la avenida, desde la calle G hasta el río Almendares se llamaría Malecón de Aguilera, merecidísimo homenaje al primer vicepresidente de la República en Armas, Francisco Vicente Aguilera, quien sacrificó toda su inmensa fortuna a la causa de la independencia de Cuba.

El hecho de que, ocho años después, durante la alcaldía de Guillermo Belt, cuando a propuesta del historiador Emilio Roig de Leuchsenring se restablecieron los nombres tradicionales de las calles habaneras, se recomendó implentar la propuesta de 1928 de la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo, prueba que, al menos en el momento de esta producirse no fue tomada en cuenta y el Malecón fue, sin afeites de ninguna clase sólo «el Malecón».

Sí sería aceptada y se convertiría en ley en 1936 con la firma del presidente provisional José Agripino Barnet y Vinageras. Sin embargo, a diferencia de la propuesta que recomendaba llamar a los tramos como Malecón de Céspedes, Malecón de Maceo, etc; en la ley se decidió que si bien se mantendrían los nombres de los personajes históricos propuestos, en vez de «Malecón» serían antecedidos por el término de «Avenida».

Quedarían entonces (y hasta el día de hoy) los tramos del Malecón, partiendo desde la Capitanía del Puerto denominados de la siguiente forma: Avenida de Céspedes – Avenida de Maceo – Avenida de Washington y Avenida de Pi y Margall – Avenida de Aguilera.