No puede escribirse la historia de la música cubana y de la cultura cubana en general sin tomar en consideración lo que para ellas representó Celia Cruz; porque hasta aquellos que reniegan de la Reina por lo que políticamente representó, deben reconocer que fue grande, muy grande.

Celia Cruz, cuyo nombre real era Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso, nació el 21 de octubre de 1925 en la barriada de Santo Suárez en La Habana. Hija de un fogonero de ferrocarril y una ama de casa, comenzó a cantar para arrullar en la cuna a sus hermanos más pequeños. Fue entonces que comenzó a soñar con ser actriz, una aspiración que su padre no veía con buenos ojos, pues el quería que fuer maestra, una profesión más «respetable» y segura desde el punto de vista económico.

Por intentar complacer a su padre comenzó a estudiar magisterio, pero abandonó la carrera casi al final para ingresar al Conservatorio Nacional de Música. Mientras, participaba en programas de radio para aficionados y cantaba en orquestas como Gloria Matancera y Sonora Caracas.

Celia Cruz, la «mulata de fuego»

Su primera gran oportunidad se la ofreció en 1948 el promotor Roderico Neyra «Rodney», quien la integró como cantante al grupo de las Mulatas de Fuego. Con Rodney realizó Celia Cruz giras por México y Venezuela y regresó a La Habana como una gran estrella que fue demandada por las estaciones de radio para amenizar con su voz los más populares programas de entonces.

Rafael Sotolongo la propuso entonces para que sustituyera a la cantante Myrta Silva en la «Sonora Matancera» de Rogelio Martínez, que era a comienzos de la década de 1950 la orquesta con más rating de Cuba. En su primer ensayo con la Sonora, Celia conoció a Pedro Knight, segundo trompetista de la agrupación quien se convertiría en su esposo.

Una muy joven Celia Cruz en la Sonora Matancera
Una muy joven Celia Cruz en la Sonora Matancera

La Sonora Matancera representó el salto definitivo en la carrera de Celia Cruz. Su «Cao cao maní picao» y su «Burundanga» la catapultaron a Nueva York donde recogió su primer disco de oro. Corría el año 1957 y ya la cantante se había ganado varios apodos y algunos epítetos que le acompañarían por el resto de su vida como la «Reina de la Rumba».

En un inicio, como la casi totalidad de los artistas cubanos, Celia Cruz vivió su luna de miel con la Revolución Cubana de Fidel Castro. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a mostrarse inconforme con el rumbo autoritario que iba tomando el nuevo Gobierno y la influencia de los comunistas dentro del mismo.

Por esa razón, aprovechó un viaje de la Sonora Matancera a México en junio de 1960 y decidió no regresar a Cuba hasta que se produjera un cambio en su Gobierno, con el que ya se sentía completamente enfrentada. Lo que debió ser un distanciamiento temporal terminó por ser definitivo y Celia Cruz moriría más de 40 años después sin volver a pisar su tierra natal.

Permaneció un año en México y luego se radicó definitivamente en Estados Unidos, donde con el paso de los años terminaría por convertirse en uno de los íconos del exilio cubano.

Tras dejar la Sonora Matancera en 1965 junto a su esposo y representante Pedro Knight, Celia Cruz comenzó su carrera como solista junto a Tito Puente, con el que llegaría a grabar ocho discos.

A diferencia de otros artistas cubanos del exilio, cuya estrella se apagó cuando abandonaron Cuba, la de Celia Cruz no dejó nunca de brillar con más fuerza, convirtiéndose en una estrella de talla mundial y una las artistas de origen latino más cotizadas.

Azucar forever

Su asociación con el exclusivo sello disquero FANIA llevó a Celia Cruz hasta el Carnegie Hall de Nueva York en el que interpretó «Gracia Divina», considerada su primera canción salsera y que la convirtió en una de las divas de ese nuevo género musical que arrasaría a nivel mundial.

FANIA vería en la cubana un filón de oro que explotó de forma beneficiosa para ambas partes y que brilló como nunca cuando, en 1973, Celia formó parte del elenco del legendario «FANIA all Star» que se presentó y grabó un disco en vivo en el Yankee Stadium.

Su asociación con FANIA – con la que llegó Celia Cruz a presentarse durante el boom de la música salsa hasta en un escenario tan exótico como el Congo Zaire – terminó cuando el género salsero comenzó a languidecer.

Celia Cruz ganaría su primer Premio Granmy en el año 1989 por el disco «Ritmo en el Corazón»; y tras la creación de los Granmys Latinos ganaría de forma consecutiva durante los años 2000, 2001 y 2002.

Show woman 100 %, Celia Cruz se hizo célebre, además de por lo poderosa que era sobre el escenario, por sus extravagantes looks y por su legendario grito de «¡Azúcar!» que, cual un grito de guerra, solía utilizar en cada una de sus presentaciones.

En más de una vez contó el origen de esa expresión:

Se encontraba Celia Cruz cenando en un restaurante de Miami y pidió un café para después del postre. El mesero, un joven cubano, le preguntó que si lo quería con azúcar a lo que la diva le respondió:

Chico, tú eres cubano y sabes que el café de nosotros es muy amargo. ¡Con azúcar, viejo! ¡Con azúcar!»

Celia Cruz «La vida es un carnaval»