Cuando en 1935 es nombrado Emilio Roig de Leuchsenrig, como Historiador de la ciudad de La Habana, una de sus primeras tarea consistió en redactar un informe que versara sobre la regulación de los nombres de las calles de La Habana.

¿Por qué había que regular los nombres de las calles de La Habana?

La situación se había salido de control, desde el propio año 1899, una serie de decisiones habían creado un panorama donde llegaron a existir calles de La Habana con el mismo nombre, otras con nombre, apellidos y hasta cargos, algunas incluso de personalidades extranjeras que tenían una importancia relativa. Y, por encima de todo esto estaba el pueblo, que las seguía llamando como antes.

Vaya, que para ser cartero en ese entonces había que tener paciencia y hasta puede que un libro de 200 páginas que tuviese los muchos nombres de las calles de La Habana.

El inicio de todo

El reordenamiento urbano comenzó en 1928, cuando el Alcalde de La Habana, Miguel Mariano Gómez decidió que había que ponerle fin al asunto de los nombres de las calles de La Habana.

Nombró para ello a la Comisión de Historia del Municipio, la cual estaba integrada por reputadas personalidades de la sociedad.

Según Emilio Roig, que formó parte de ella:

Durante varios meses laboramos intensamente hasta dar cima a nuestros trabajos en un extenso y documentado Informe.

El informe fue remitido por Miguel Mariano a la Cámara Municipal para que fuese convertido en ley, pero ya se estaban moviendo los hilos de «La Prórroga de Poderes«, por lo que el informe quedó ahí, y luego… pues desapareció el Municipio, sustituido por el Distrito Central. 

Calles de La Habana

No se volvería a hablar del asunto de la calles de La Habana hasta 1935, cuando el Alcalde Guillermo Belt comisiona para ello al Historiador de la Ciudad:

Y al efecto, aprovechando la labor ya realizada en 1928 por la «Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo«, redactamos, en nuestro carácter de Historiador de la Ciudad de La Habana, un Informe, que mereció, no sólo la aprobación del Sr. Alcalde, sino también la de asociaciones de tanta significación e importancia en nuestra capital como los Amigos de la Ciudad, el Centro de la Propiedad Urbana, el Club Rotario, el Automóvil Club, la Asociación Nacional de Propietarios y la Sociedad Colombista.

Emilio Roig de Leuchsenrig

El informe presentado, por la Comisión que el Historiador de la Ciudad de La Habana creó al respecto, redactado a manera de decreto se centró no solo en ordenar la situación, si no en evitar que se volviese a descontrolar con el crecimiento esperado de la capital.

El mismo incluía:


1o. Que tiene carácter y fuerza de ley, y, por lo tanto, sólo puede ser modificado o derogado por el Congreso.

2o. Que en él se han incluído las Bases Generales que nosotros redactamos en nuestro Informe y mediante las cuales se regula, ahora y para el futuro, la denominación de las calles habaneras.

3o. Que lo esencial de esas Bases, hoy ley de la República, es:

  • Se conservará o restituirá el nombre antiguo, tradicional y popular, siempre que no hiera el sentimiento patriótico cubano.
  • Se suprimirá todo nombre antiguo que hiera el sentimiento patriótico cubano.
  • Ninguna calle llevará el nombre de persona que se encuentre viva.
  • No se dará a calle alguna el nombre de persona que tenga menos de 10 años de fallecida.
  • Se conservará en los barrios de El Vedado, Medina, Carmelo y sus ampliaciones, el sistema de números y letras, que desde su fundación se ha usado para denominar sus calles.
  • No podrá dejarse al capricho de los dueños de los repartos que de aquí en adelante sean urbanizados, la denominación de las calles, sino que éstos deben ser sometidos al estudio y resolución de una comisión especial que al efecto se creará por la Alcaldía y en la que estarán representadas las corporaciones y asociaciones con intereses vitales en el Término Municipal.
  • Se simplificarán los nombres extensos y complicados que ostentan algunas de dichas calles a fin de hacerlos más fácilmente utilizables por el público, logrando que con ello adquieran rápida y permanente popularidad.

4o. Que igualmente se establece que los nombres definitivos que ahora se dan a las 104 calles cuya denominación había sido cambiada de 1899 a 1933, y a la calle de Ricla, siempre conocida por el de la Muralla, no podrán ser alterados sino únicamente mediante una ley del Congreso.

5o. Que los nombres de patriotas revolucionarios de nuestras luchas emancipadoras que ha habido necesidad de quitar de las calles antiguas de La Habana, han sido trasladados a calles innominadas del reparto Ensanche de El Vedado, llamado a convertirse en plazo breve en uno de los lugares más hermosos de la capital, ya que constituye el centro de la Grande Habana del futuro.


Los únicos cambios, introducidos por el Consejo de Secretarios, son muy curiosos, pues como se verá proponen mantener un serie de nombres que el pueblo jamás utilizó:

No se han restituido los nombres antiguos a las calles de Correa, Estrella y O’Reilly, sino que se les han conservado sus nombres modernos respectivos de Avenida del Presidente Gómez, Enrique Barnet y Presidente Zayas; a la calle de Infanta no se le ha dado el nombre definitivo que nosotros propusimos de Calixto García, sino se le ha conservado el moderno de Avenida del Presidente Menocal.

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