Broselianda Hernández era una fuerza de la naturaleza, de esas que se imponen, aunque su papel sea pequeño. Puede, incluso, que haya sido la actriz de carácter más inteligente y fuerte de su generación. Pese a las añoranzas de la abuela médico, Brose solo podía ser actriz, por aquello del destino, la metafísica y lo referativo del arte.

Porque Broselianda nació y creció entre actores, escritores y teatristas. Su madre, Ileana Boudet, fue una destacada ensayista, escritora e historiadora, su padre, Rolen Hernández era actor, miembro del emblemático Grupo de los 12, fundado por Vicente Revuelta. Por si eso fuera poco, tuvo luego a Rine Leal como padrastro y figura paterna.

Sobre esto dijo Broselianda Hernández a Amaury Pérez en una entrevista:

(…) ya estaban separados mi madre y él, pero a través de mi papá yo sí vi mucho el teatro desde dentro, iba mucho a las funciones. Y aparece Rine como figura fuerte paterna, porque bueno, me tocó, o sea, fue pareja de mi madre y estoy muy orgullosa de él. Rine para mí fue un padre, un padre lindo, el que te enseña a comer, cómo se come en un restaurante, modales, matemáticas, cuentos. Un hombre de una cultura súper vasta, maravilloso.

Cubadebate

Pese a crecer en el teatro, Broselianda Hernández nunca creyó que sería una buena actriz, sus propios profesores en el Instituto Superior de Arte la consideraban una “polilla” que seguramente sería teatróloga, y casi nunca le daban un 5 como calificación:

Siempre me quise cambiar de carrera, hasta el segundo año decía: Yo voy a ser la peor actriz del mundo y todo el tiempo renegando de mi profesión o sea, ¿por qué voy a ser actriz, qué es esto? Esto no es para mí… yo nunca voy a ser actriz. Ese conflicto lo tuve años.

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Broselianda Hernández

Tal vez por eso Broselianda Hernández fue ese monstruo de las tablas, porque nunca dejó de asumir un personaje con miedo, con el terror de no estar a la altura… y porque aún siendo aplaudida y reconocida, siempre llevó dentro aquella formación intelectual que de niña recibió, por lo que jamás interpretaba un personaje que no asimilara intelectualmente. Ella tenía que calarlo, meterse en su piel a un nivel subconsciente, dejar su “YO” para volverse “la otra”. 

Este proceso la agotaba, y mientras más fuerte fuera el papel más le costaba luego el regreso, como aquella vez que confesó en el Teatro Terry -a los seis meses de haber terminado el rodaje-, que aún no podía desprenderse de Leonor Pérez.

Broselianda Hernández no entendía de papel chiquito

Como muchos espectadores yo también veía, muchas veces, alguna película o algo en la televisión por el solo hecho de que salía Broselianda Hernández.

Es algo que no puedo explicar, y que se ubica a un nivel inconsciente, sabías que si salía ella, aunque el papel fuera pequeño podía redefinirlo todo, y si no lo veías podías perderte algunos de los mejores momentos de la actuación cubana de todas las épocas. Enfrentarse al “qué hará Broselianda” no emociona igual al “mira que bueno lo que hizo Broselianda”, como la brutal golpiza que le propina a la hija en Doble Juego, o aquella pequeña escena con el gran Felito Lahera en Barrio Cuba de Humberto Solás, la cara descompuesta de Leonor Pérez buscando a su hijo bajo las balas…

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Broselianda Hernández junto al director de cine Fernando Pérez

No entendía de papel pequeño, ganó premios importantes apareciendo solo cinco minutos, estudiaba durante días para una escena, porque Broselianda Hernández, actriz de carácter, temió siempre al ridículo de la mediocridad.

Uno de sus sellos era la voz, podías recocerla con los ojos cerrados, pero ese tono peculiar, ese timbre único que tenía lo volvió un arma, lo dominó, por la sencilla razón de que decía que a veces se escuchaba y no se soportaba. Solía decir que una amiga suya, que también tenía la voz grave -y en este punto siempre imitaba el tono de aquella- la ayudaba en eso, su amiga se llama Isabel, y al igual que Broselianda iluminó una época.

El teatro esa plaza preferida

Broselianda Hernández estudio actuación en el ISA, y pese a su paso por la gran y la pequeña pantalla, las tablas siempre fueron su pasión. En ellas debutó a lo grande, dando guerra al graduarse para no irse a trabajar a la Isla de la Juventud, no fue, peleó, se quedó, hizo un casting, lo ganó, el papel: Ofelia, lo demás, historia.

broselianda el ojo del canario

En el programa “Con dos que se quieran…” Amaury Pérez le hace unas preguntas cuya respuesta encierra el secreto de la personalidad escénica de Brose: ¿Cómo te desprendes de esos personajes en tu casa cuando llegas? ¿Normalmente qué pasa cuando tú llegas del teatro, llegas 11-12 de la noche después de una función? ¿Cómo ese personaje se va para volver a engancharlo al día siguiente?

Bueno, Amaury, eso es tétrico. Déjame decirte que yo pensaba que eso era un mito y yo hice un personaje en Bacantes, Ágabe, que era… lo tuve que dejar. Porque era un personaje que removía todo, todo mi ser y salía en un carro todo el tiempo el personaje… Me levantaba de madrugada y era el personaje, el personaje y llegar con toda esa carga de dos horas de función. Además tenía una carga física fuerte; esa descarga de adrenalina, pérdida de peso. Incluso se habla que los actores de teatro pierden peso, no sé si también los del cine, pero supongo que también. Y es muy difícil, llegó un momento en que mi hija en un momento me dijo: ¿Sabes lo que dijo Marlon Brando un día en una entrevista? Que los actores no debían tener hijos. Me dejó así. Y yo dije: quizás, pero no sé por qué me lo dijo, todavía estoy por preguntárselo, pero es bien difícil. Lo que pasa es que hay que lograrlo, ¿sabes?, porque sin salud mental un actor tampoco es nada.

Broselianda Hernández no murió en el mar de Miami, aquel lluvioso 18 de noviembre de 2020, es en realidad otro de sus papeles, encontrada en las aguas como Ofelia, ella aún está, en Freda, en Yerma, como Escipión en Calígula, o convenciendo a Fernando Pérez, con aquel: No te puedo ayudar, porque yo no soy tu amiga, ¡Yo soy Leonor Pérez!