Juan Bautista Antonelli (Giovanni Battista Antonelli) forma parte de la increíble saga familiar oriunda de Gatteo (Emilia-Romaña) que legó a las Indias Occidentales, y en particular a la Isla de Cuba y a su capital, La Habana, algunos de los más ambiciosos proyectos de ingeniería de los siglos XVI y XVII.

Aquella distinguida familia estuvo conformada por el mencionado Bautista Antonelli (1547-1616) conocido como «el joven» pues compartía nombre y oficio con su hermano mayor y su único hijo.

Los Antonellis

El primero en dedicarse a la ingeniería al servicio de la corona española sería Juan Bautista Antonelli (Giovanni Battista Antonelli ¿1527-1588?). A diferencia de su hermano y sobrino este nunca cruzó hacia tierras del Nuevo Mundo realizando casi toda su obra entre la península ibérica, el norte de África y la península itálica.

La obra de el primer Bautista Antonelli al servicio de Felipe II tuvo dos grandes épocas. La primera comprendida entre los años 1568 y 1580 estuvo dedicada casi en exclusiva a obras defensivas de carácter militar. La segunda etapa, de trascendencia también para La Habana, permitió al ingeniero estudiar los sistemas pluviales de España y la navegación de sus ríos. A esta labor de investigación hidráulica dedicó los últimos años de su vida 1580-1588.

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Plano firmado por Bautista Antonelli

Entre este ingeniero y su hermano menor, conocido por los historiadores simplemente como Bautista Antonelli, se interponían 20 años -algunas fuentes deslizan que incluso podía ser su hijo pero esto no parecen ser más que meras especulaciones- por lo que siendo apenas un adolescente en su Gatteo natal el hombre que trazó los planos del Castillo de los Tres Reyes del Morro pudo emigrar y ponerse al servicio de su hermano que contaba con excelentes conexiones en la corte del Rey Felipe II.

Vespesiano Gonzaga y las influencias de la escuela italiana

La mayoría de las fuentes ubican a Bautista Antonelli en España alrededor de 1569, recibiendo educación directa de otro gran humanista y proyectista del período como fue Vespasiano Gonzaga Colonna, íntimo amigo del rey Felipe II y de Juan Bautista Antonelli, quien fungió como duque de Sabbioneta y virrey de Valencia.

Vespasiano Gonzaga
Vespasiano Gonzaga

El joven Bautista Antonelli tuvo la oportunidad de empaparse de primera mano con las características constructivas más avanzadas de la época que estaban poniendo en práctica estos ingenieros en las obras que realizaban en las zonas de Valencia, Cartagena de Levante, Peñíscola, Alicante y en los puntos estratégicos de Mazalquivir y Oran en la costa africana. Permaneció trabajando junto a Gonzaga Colonna hasta el año 1578 en que este regresó a Sabbioneta.

Es indudable que los conocimientos de un experto en el arte militar como era el Virrey de Valencia impregnaron las obras posteriores de los Antonelli, que empezaron a formar parte del exclusivo club de los ingenieros de confianza de Felipe II.

Algunos historiadores consideran que los diseños aplicados por Bautista Antonelli en América en varias fortificaciones abaluartadas de planta irregular provienen directamente de la influencia que sobre él ejerció Vespasiano Gonzaga, un maestro de esta técnica propia de la escuela italiana.

Bautista Antonelli, arquitecto militar del Caribe

En el año 1580 se encuentran en Lisboa los hermanos Juan Bautista Antonelli y Bautista Antonelli «el joven» junto a su sobrino -y también ingeniero- Cristóbal de Roda Antonelli al frente de las maniobras logísticas indispensables para asegurar el recién conquistado Reino de Portugal por las tropas de Felipe II.

En aquel momento, y ante la importancia que tomaba el descubrimiento por parte de Fernando de Magallanes del famoso estrecho que permitía conectar los Océanos Pacífico y Atlántico, el Rey de España encomienda a Bautista Antonelli la construcción de dos fuertes, a cada lado del estrecho, con una cadena que cerrase el paso a los enemigos de la corona española.

Aquel proyecto no llegó a consumarse pues la nave en la cual viajaba el ingeniero militar encalló en las costas de Brasil perdiéndose gran parte de los instrumentos necesarios para dicha obra. Alrededor de esta travesía, llena de penalidades, circularon varios rumores que la hacían destinada al fracaso antes de zarpar.

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El castillo de el Morro

El caso es que Bautista Antonelli regresó a España por sus propios medios y en un estado de depresión que hace que se le pierda la pista entre los años 1583 y 1586, salvo para señalar que en 1585 nace su hijo Juan Bautista Antonelli «el mozo» fruto de la unión con María de Torres.

Pero los Antonelli tenían varias vidas, y aún más amistades poderosas, gracias al apoyo de Juan de Ibarra, secretario de la corte, se le encomendó un proyecto que renovó su ánimo. Está designación real de embarcarle en los proyectos defensivos del Nuevo Mundo, posibilitó el reconocimiento histórico que hoy conserva su nombre.

El italiano, un Ingeniero Real

El 15 de febrero de 1586 la Real Cédula de Felipe II nombra a Bautista Antonelli como su ingeniero “...para que vaya a examinar las costas y puntos de América donde convenga levantar fuertes y castillos…” se produce entonces el largo peregrinar del ingeniero por los territorios españoles del Nuevo Mundo.

Tras un primer viaje de exploración regresó a España con algunos proyectos para fortificar los puertos de Santa Marta, Cartagena, Nombre de Dios, Puerto Bello, Río Chagres, Panamá, Santo Domingo, Puerto Rico y La Habana. Dichos planes recibieron la aprobación de Tiburcio Spanochi, ingeniero mayor del Rey.

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Castillo del Morro, visto de frente

Partieron hacia el Nuevo Mundo en 1589 Bautista Antonelli y el maese de campo Juan de Tejeda. El gobierno de este último en La Habana significó que por primera vez los cargos de Capitán General y Alcaide de La Fuerza quedaban unificados -rompiendo así con una larga confrontación entre ambas jerarquías-.

Bajo el mando de este maestre de campo y caballero de la orden de Santiago recibió el nombramiento de ciudad La Habana (1592), hecho que remarca la importancia urbanística y geopolítica que alcanzaría para la corona en los siglos siguientes la otrora Villa de San Cristóbal.

Las obras claves en La Habana del ingeniero Bautista Antonelli fueron el Castillo de los Tres Reyes del Morro (más información aquí), el Castillo de La Punta (más información aquí) y la terminación de la Zanja Real, obra hidráulica fundamental para el crecimiento de la ciudad que inició el maestro Calona en 1566, y que finalizó Bautista Antonelli alrededor del año 1592.

Para concluir el proyecto de la Zanja Real hizo construir una represa y varias obras hidráulicas en la zona de el Husillo. Valiéndose de los conocimientos adquiridos de los estudios del Río Tajo realizados por su hermano Juan Bautista Antonelli entre 1580-1586 y de los cuales había tomado parte.

Sería esta obra la única que vería concluida antes de partir en 1594 a Nombre de Dios, con la misión de mover a esta ciudad hacia la actual Portobello. Los honorarios de la Zanja Real no llegaron a las manos de Bautista Antonelli, pese a que en 1593 «el agua entraba en la ciudad con el torrente del tamaño de un toro».

Portobello
Litografía que muestra el golfo de Portobello en 1740, algunas de las construcciones militares fueron obra de Bautista Antonelli

Sería su hijo Juan Bautista Antonelli el que cobraría parte de esta deuda en 1639 cuando llegó a La Habana para construir los torreones de la Chorrera y Cojímar.

El final del viaje

Tuvo grandes confrontaciones a lo largo de su vida Bautista Antonelli con los Capitanes Generales de la Isla de Cuba. Comenzó aquellas porfías con Tejeda pero se acrecentaron con Juan Maldonado Barnuevo que llegó a La Habana en 1593. En esta ciudad ejercía como mano derecha del ingeniero militar Bautista Antonelli su sobrino, Cristóbal de Roda Antonelli -con el cual fueron aún más tensas las relaciones de Maldonado cuando este sustituyó a su tío cómo ingeniero mayor de la ciudad-.

Los problemas tomaron el camino de no retorno entre Maldonado y Bautista Antonelli con la destitución de Roda como veedor de obras. En su lugar Maldonado nombró a Juan de Eguiluz. En palabras de Bautista Antonelli «criado suyo, el cual es mozo y de poca experiencia que en su vida ha visto obra».

Desde entonces se produjo un tenso cruce de difamaciones y acusaciones entre uno y otro, llegando el tema a las Cortes. El Rey aumentó el sueldo al ingeniero y le dio una casa antes de trasladarlo a otras misiones.

Maldonado retomó sus acusaciones contra Antonelli en agosto de 1595 cuando, al sobrevenir un huracán, informó a la Corona que el castillo de La Punta se había derrumbado «sin dejar… señal de muralla ni
terraplenes». A sus ojos, este desastre no hacía más que probar la incompetencia del ingeniero y «tanta flaqueza y falsedad» en la ejecución de sus obras.

La explicación de Antonelli era más simple: para que las gallinas del alcaide de la Punta no se extraviasen, se taparon los desagües. El agua estancada había aumentado el peso de las murallas, que no pudieron resistir el embate del viento y las olas. En real cédula del 19 de noviembre de 1595, el Rey le escribía ratificándole su
confianza.

Tomado de OPUS HABANA NO.6-Firmado por la historiadora Tamara Blanes Martín y la filóloga Sandra Valdés

Al alejarse lejos de la boca del antiguo Puerto de Carenas observó el desarrollo de los dos colmillos defensivos que dejaba a medio construir y debió sentirse orgulloso. Dejaba en La Habana su nombre armado en piedra, aún hoy permanecen visibles sus proyectos defensivos, y el Castillo del Morro, defendido heroicamente por don Luis de Velasco del ataque inglés (toda la historia aquí), demostró ser una obra militar competente y fiable.

Se encontraba de vuelta en España en 1599 donde sirvió al Rey durante la toma de Larache, Marruecos, y en la fortificación de la plaza tomada. Antes de fallecer en Madrid, un 11 de febrero de 1616, dejó su herencia a la orden de los Carmelitas Descalzos en cuya iglesia (hoy en día Iglesia de San Ermenegildo) descansan sus restos mortales.

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Vista de la toma del Castillo del Morro por tropas inglesas en 1762

Pocos años antes había vuelto a pisar tierra americana, sería en el año 1604, pero no pasó por el puerto de La Habana, dice el poeta Joaquín Sabina que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, quizás eso pensó Bautista Antonelli, no sabremos nunca sus pensamientos pero sí sabemos que a esta ciudad legó dos de las joyas arquitectónicas del período colonial cubano y el precario acueducto que fue el único de la ciudad hasta la construcción del acueducto de Fernando VII en el siglo XIX.