La mayoría de los transeúntes que cruzan la calle Paseo, entre Línea y Calzada, observan asombrados la gran estatua ecuestre de bronce, sobre hermoso pedestal de mármol ocre, enclavada en ese cuadrante del amplio boulevard capitalino. 

Alejandro Rodríguez
Monumento al Mayor General Alejandro Rodríguez. Foto Lucía Sanz Araujo, radiorebelde.cu

La mayoría se pregunta quién sería ese mambí al que dedicaran un monumento solo comparable a los de Antonio Maceo, Máximo Gómez, o Calixto García. Los curiosos que se acercan a leer las tarjas que lo circundan por sus cuatro lados constatarán que se trata de un homenaje al Mayor General Alejandro Rodríguez Velazco, Jefe del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador y primer alcalde electo por votación popular en La Habana, tras el fin de la colonia; pero las dudas quedarán.

Los que quieran profundizar en el conocimiento de tan excelsa figura del mambisado, tendrán difícil tarea. En la historia oficial que se enseña en las aulas pocos profesores saben de él, y apenas aparece en los manuales al uso. 

Las socorridas enciclopedias digitales, como Wikipedia y ECURED, le reservan cortas entradas1. No obstante, los que busquen sus imágenes en internet comprobarán que en la única foto que se tomara el Generalísimo Máximo Gómez con la alta oficialidad del Ejército Libertador, Alejandro aparece como el segundo a su derecha. 

Alejandro Rodríguez
Máximo Gómez con su Estado Mayor. A su derecha: Mayores Generales Francisco Carrillo y Alejandro Rodríguez, a su izquierda Grals. Rafael Rodríguez y Bernabé Boza: 1899. Foto de Conner.

¿Tan cerca estaba del exigente General en Jefe? ¿Por qué hoy se habla tan poco de él? 

Analicemos su vida y obra de manera sucinta, pero íntegra. Alejandro Rodríguez Velazco, nació en la ciudad de Sancti Spiritus, Las Villas, parte entonces del Departamento Occidental, el 19 de noviembre de 1852. 

Hijo de una familia acomodada de terratenientes ganaderos, se educó en colegios locales, con maestros distinguidos como Honorato del Castillo Cancio. 

Dieciséis años tenía cuando se alzó en armas, el seis de febrero de 1869, en Banao, Sancti Spiritus.  Seis mil patriotas villareños partieron ese día a la manigua honrando, en una docena de alzamientos, el compromiso contraído con Céspedes y Agramonte. El adolescente formó parte del grupo más numeroso de espirituanos, como ayudante del caudillo Marcos García Castro. 

Poco tiempo después, pasó a las órdenes directas de su maestro Honorato, líder de la revolución en Sancti Spíritus y jefe de la división local, quien lo tomó como abanderado. Muerto Honorato, se subordinó al Coronel Diego Dorado, y tomó parte en los numerosos combates que aquel jefe de la caballería espirituana libraría en la victoriosa campaña de 1870. 

Junto a su maestro de armas, Serafín Sánchez, acompañaba a Dorado en el momento de su caída en combate, el 15 de enero de 1871, en el sangriento combate de Las Varas. 

En el año terrible de 1871, cuando con diecinueve años ya ostentaba los grados de Capitán, Alejandro fue hecho prisionero por los españoles. Condenado a muerte por insurrecto, gracias a su corta edad y la influencia de su familia la sentencia le fue conmutada por el destierro perpetuo a México, de donde pasó a los Estados Unidos. 

Establecido en New York, se dedicó con Manuel de Quesada a la preparación de expediciones que nunca se concretaron, por lo que no pudo retornar a Cuba Libre.

En 1879 se incorporó al Comité Revolucionario Cubano de Nueva York que coordinaba los preparativos de la Guerra Chiquita, bajo las órdenes del Mayor Gral Calixto García Íñiguez, recién llegado de la prisión española. 

En cumplimiento de una misión encomendada por este jefe realizó un viaje a La Habana como su comisionado. Durante estas labores entabla amistad con el joven proscripto José Martí, recién llegado a New York tras escapar de su segundo destierro a España, quien fue nombrado, primero Vocal, y luego Vice–Presidente del Comité Revolucionario. 

Fracasada la gesta, ambos jóvenes exiliados –casi contemporáneos– se radicaron en la ciudad de Nueva York, donde compartieron amistades comunes, como Néstor Ponce de León, la afición por la literatura y el amor por sus esposas camagüeyanas: Carmen Zayas Bazán, de Martí y Eva Adán, de Rodríguez. 

El espirituano laboró como librero en lo de Néstor Ponce hasta que volvió a Cuba, en 1885, con el pretexto de ayudar a su suegro a levantar la finca ganadera familiar en el Camagüey. Realmente, venía como laborante, encargado por Gómez de crear condiciones para la ejecución en la región del conocido plan de san Pedro Sula que fracasaría un año después.

En agosto de 1893 y octubre de 1894, Alejandro marcha a New York al reencuentro con el ahora Delegado del PRC, José Martí, enviado por un grupo de patriotas que no consideraban al Camagüey listo para lanzarse a la lucha. 

En carta al Generalísimo, Martí califica a Alejandro de antiguo conocido mío2, contándole cómo lo fustigó por lo que consideró sus opiniones erradas, según otros informes falsamente optimistas que poseía. De Alejandro se conoce una extensa carta a José Martí, fechada en Camagüey, en mayo de 1893, que prueba su amistad de larga data.

Según Máximo Gómez, en septiembre de 1894, Alejandro viajó a Montecristi, a entrevistarse con él: 

“[…] comisionado por el Camagüey, a informar del estado de aquella comarca, mal preparada para la revolución, pues aunque algunos de los primeros hombres del 68 están dispuestos a prestar todo su apoyo, pero mucho del elemento acaudalado no lo está y no solamente deja de estarlo, sino que lo rechaza y condena.” 

[El Viejo le responde firme:] 

“Esta situación no cambiará,- porque ningún rico entrará nunca en la revolución y es necesario forzar la situación, precipitar el suceso.”4

Tras el fracaso de La Fernandina, la historia daría la razón a las opiniones de Alejandro y el Camagüey no se alzaría hasta la llegada de Gómez al territorio. 

La guerra del 95

En la Guerra de Independencia, Alejandro se alzó el diez de junio de 1895 al frente de un grupo de patriotas en su finca San Nicolás, cerca de Florida, Camagüey. 

Al siguiente día, ya con 87 hombres bajo su mando, se sumó al Mayor General Máximo Gómez que iniciaba su famosa Campaña Circular alrededor de puerto Príncipe. El 24 de ese mes, el Generalísimo lo nombró jefe del regimiento de caballería Agramonte con grado de Teniente Coronel. El nueve de agosto Alejandro atacó y quemó el fuerte El Ramblazo, cerca de Chambas y, en diciembre, participó en varias acciones combativas en apoyo al contingente invasor dirigido por Maceo que cruzaba el territorio camagüeyano. 

Tras regresar de la Invasión, el General en jefe encuentra en Las Villas un apoyo inesperado de Alejandro, que sería vital para iniciar su famosa Campaña de La Reforma. Diría Gómez en su Diario de Operaciones: 

Desesperado, sin elementos de que disponer, me corro hacia la jurisdicción de Sancti Spírítus en donde me persigue tenazmente el enemigo, pero allí, procedente del Camagüey se me incorpora el General Alejandro Rodríguez que me trae 10.000 tiros […] Con esos 10.000 tiros que me trajo el General Rodríguez, que el entusiasmo popular hizo subir de 50 a 100 mil, pude dar cara de modo firme al enemigo y se restableció bastante el espíritu de la guerra en aquella parte. Para Cienfuegos que lo tuvimos huérfano, ya contaba con el prestigioso General Alejandro Rodríguez5. (Nótese que Gómez lo trata ya de general, cuando aún no era coronel)

El 21 de abril de 1896 fue ascendido a coronel y el once de mayo, recibió el mando de la Brigada de Cienfuegos. Poco después, lo sería de la división local. Por sus éxitos en Cienfuegos durante ese año, el Generalísimo lo nombró Brigadier y le confió, en enero de 1897, el mando de una de las unidades más importantes del Ejército Libertador: la Segunda División del Quinto Cuerpo, el que peleaba en La Habana. 

La campaña en La Habana

El 3 de febrero, Alejandro recibe el mando de la división de manos de su coterráneo, el brigadier Adolfo del Castillo y Sánchez

Adolfo del Castillo
Mayor General Adolfo del Castillo

Pronto, ambos jóvenes, unidos por su origen yayabero y su condición de oficiales crecidos en la nueva guerra, formarían una pareja formidable que impulsaría la guerra en La Habana. 

La admiración entre ambos era recíproca, como demuestra esta opinión de Adolfo sobre Alejandro: 

“Hace más de un mes que está al frente de la provincia el ciudadano general Alejandro Rodríguez, paisano mío. Reúne todas las dotes que necesita un buen jefe. Todos sus subalternos le prestamos obediencia y cariño y nos prometemos grandes resultados de su buena dirección6.”

Es de destacar que, el 3 de abril de 1897, en un gesto de humanismo que realzaba la imagen de los rebeldes cubanos ante el mundo, los generales Alejandro y Adolfo entregaron al ejército español, en Pozo Redondo, numerosos heridos y prisioneros hechos al enemigo en el cruento combate del 28 de marzo, donde estuvieron luchando al arma blanca durante tres horas contra 1500 plazas de los combativos regimientos españoles de caballería “Pizarro” y “Villaviciosa”, formados por valientes húsares que, ni daban, ni pedían tregua a los centauros mambises.

El segundo semestre de 1897 fue particularmente difícil para los mambises en La Habana, los efectos terribles de la reconcentración y la Guerra a muerte convirtieron el conflicto en un drama sin igual en los anales americanos. 

En estas condiciones, la bravura de ambos caudillos brillaba más que nunca, como prueban estos comentarios de Alejandro a su esposa Eva Adán, sobre el desigual combate de Miraflores. En él, con solo un puñado de hombres de las escoltas, tuvo que enfrentar una vez más a los regimientos Pizarro y Villaviciosa. Dice Alejandro: 

“[…] Castillo se batió como un héroe: me mataron el caballo. El enemigo lo teníamos casi siempre a 12 varas. Se aprovecharon todos los accidentes del terreno para rechazarnos; pero éramos tan pocos! […] y mi paisanito Castillo, allí en el puesto de honor, el último de la fila, magnífico, soberbio, hermoso ante la muerte, que parecía nos tenía ya en sus garras7.”

Durante su campaña de 1897 en La Habana, Alejandro libró los combates de Ramonales, San Joaquín, Rancho Viejo, Cayajabos, San Lorenzo, Hoyo Colorado, Jiquiabo, La Esperanza, Vista Hermosa, Catalina de Güines, El Carmen, Regalado, Caraballo, Miraflores, El Cristal, El Cajío, Güira de Melena y Flor de Mayo, entre otros8.

Sin dejar de ejercer el mando de la división, Rodríguez se desempeñó como jefe interino del Quinto Cuerpo, bajo las órdenes del Mayor General Mayía Rodríguez, jefe del Departamento Occidental. Por ello, el 21 de diciembre de 1897, fue ascendido con honores a General de División. 

Terminadas las hostilidades, el 17 de agosto de 1898 entregó el mando de ese cuerpo al Mayor General matancero Mario García Menocal –favorito del Consejo de Gobierno−, y regresó a Las Villas donde terminó la guerra con la categoría de jefe excedente en el Estado Mayor del Ejército Libertador establecido por Gómez en el central Narcisa, Yaguajay. 

Al lado del Generalísimo entró a La Habana, el 24 de febrero de 1899. En el Índice alfabético del E.L. aparece ya con el grado de mayor general. 

Durante la Primera Ocupación, en los meses de abril y mayo de 1899, integró la Comisión Consultiva que creó Gómez para gestionar el licenciamiento del Ejército Libertador. En diciembre de ese año fue nombrado subtesorero del gobierno interventor militar norteamericano. 

La República, Alejandro Rodríguez primer alcalde de La Habana

En las primeras elecciones libres efectuadas en Cuba, el 16 de junio de 1900, Alejandro fue elegido alcalde de La Habana por la inmensa mayoría del voto popular. Tomó posesión del cargo el 1 de julio y renunció el cinco de abril de 1901 para ocupar la jefatura del Cuerpo de la Guardia Rural de la Isla, con el grado de brigadier general. 

Fue escogido como delegado a la asamblea constituyente que aprobó la primera carta magna de la República, el 14 de febrero de 1901. 

Durante el primer gobierno republicano, el de Tomás Estrada Palma, el general Rodríguez Velasco participó en la fundación del Ejército Nacional y fue su primer jefe. Como tal, le correspondió reprimir a los liberales alzados en agosto de 1906 contra el repudiado continuismo a la brava del presidente Tomás Estrada Palma. 

El 14 de septiembre de 1906 tuvo el triste rol de encabezar las fuerzas gubernamentales que fueron derrotadas en el fratricida combate del Wajay por los insurrectos liberales encabezados por el general Enrique Loynaz del Castillo. 

Respecto a su ejecutoria en ese conflicto, hace algún tiempo se propaló la tesis de su responsabilidad en el asesinato del general Quintín Banderas9. Las versiones de tal muerte fueron varias y muchos de los testimonios de participantes en el hecho publicados en la prensa. Según la más aceptada, al ser capturado en armas Quintín solicita ser fusilado, pero el jefe del escuadrón de la Guardia Rural que lo apresa, el teniente Ignacio Delgado, ordena matarlo en el acto. Los soldados le hacen cuatro disparos a quemarropa y luego lo machetean. 

No hay evidencia alguna de que la orden fuera dada por el presidente Estrada y/o Alejandro, y menos aún que este la ejecutara. Esas acciones como funcionario y militar de alto rango en los gobiernos interventor y de Estrada Palma han hecho blanco a Alejandro Rodríguez de ataques injustos, ajenos al contexto de la época y su filiación política moderada y conservadora, no liberal. 

En el plano personal, mantendría estrechas relaciones de amistad con Carmen Zayas–Bazán, viuda de Martí, y auspiciaría la continuación de la carrera militar de su hijo José Martí Zayas–Bazán, quien alcanzaría, como su padre, el grado de Mayor General. 

A comienzos de 1909, Alejandro Rodríguez Velasco se licenció de la vida militar y política. Murió en La Habana, el 27 de febrero de 1915.

El hermoso monumento a su memoria como primer alcalde de La Habana fue erigido por suscripción popular en 1918. Es obra del escultor italiano Giovanni Nicolini y sobresale por su plataforma de tres niveles y la inusual concepción y tratamiento de las esculturas y tarjas que lo integran.  Aún no se sabe donde fue ejecutado.

Alejandro Rodríguez Velasco fue uno de los generales más combativos de la guerra del 95. Su popularidad entre los habaneros no se debía a ninguna prebenda recibida de Máximo Gómez o Estrada Palma, sino al respeto y lealtad que le profesaban el mambisado y la población de esa región. Este sitial lo obtuvo gracias al liderazgo militar y político de que gozaba, desde 1897, en la región habanera, el escenario donde más intensamente se combatió en toda la Isla durante la Guerra de Independencia. 

Notas

1- La Wikipedia dice de su monumento en una nota: «Desproporcionada estatua, en comparación con su hoja de servicios donde no abundan los combates» (sic). ¿Los autores habrán leído el resumen de su hoja de servicios que aparece en el Índice alfabético de las bajas y efectivos del Ejército Libertador, redactado por Calixto García, o su entrada en el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar Cubana, tomo I? ¿Cómo pudo gozar de la confianza de Maceo y Gómez sin haber sido un aguerrido combatiente?

2- New York, 20 de octubre de 1894, OC, T-3, pp. 291-299. También se refiere a sus entrevistas con Alejandro en las cartas a Gómez del 29 de agosto de 1893: «El Camagüey se ha constituido; con todos los buenos dentro de la Junta, y viene en su nombre a verme Alejandro Rodríguez». OC, T2, pp 388, y el 3 de noviembre de 1894, OC, T3, PP. 335-340.

3- Luis García Pascual: «Destinatario José Martí», edit. Abril, La Habana 1999, p. 272-299.

4- Máximo Gómez. Diario de Campaña, Talleres del Centro Superior Tecnológico de Ceiba del Agua, La Habana, 1940, p. 278.

5- Gómez, Ob. Cit. pp. 355 y 444.

6- Adolfo del Castillo: «Carta a María Facenda, 15 de abril de 1897», en Gerardo Castellanos García: Adolfo del Castillo. En la paz y en la guerra, edit. Hermes, La Habana, 1922, pp. 106-107.

7- Carta a Eva Adán, 14 de octubre de 1897, Castellanos, ob. cit. 106-107.

8- Centros de Estudios Militares de la FAR: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar Cubana, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2006, Tomo I, p. 370.

9- Aparece en el artículo, de Heriberto Feraudy Espino: «Quintín Bandera: para no olvidar», Cubarte, 9 de agosto de 2018. En ningún otro texto consultado aparece tal aseveración, ni siquiera en: «Quintín Bandera. General de tres guerras» de Abelardo Padrón, La Habana, 1961, reeditado por la Editorial Letras Cubanas, 1991, única biografía conocida de Quintín.