Recordar a Alejandro García Caturla genera sensaciones encontradas, difíciles de manejar. Dotado de una inteligencia superior y una precocidad absoluta, condensó en sus 34 años de vida, vivencias solo al alcance de los genios.

Aquel hombre, más propio del renacimiento, hacia todo a la carrera, pero no por ser un hombre ansioso o impulsivo, sino porque pareciese que cualquier ámbito que le llamase la atención estaba al alcance de su intelecto.

No es de extrañar entonces que se graduase como abogado en la Universidad de La Habana en apenas 3 años. Serían las leyes su oficio de hijo aplicado y padre de familia. Mas el duende de su alma, el nervio y fulgor de su espíritu, solo encontraba acomodo en la música, esa que desde pequeño dominó con afán perfeccionista e inusitada ambición.

Baste como muestra de lo anterior que aprendió a tocar el violín con una profesionalidad de orfebre, al punto de ganarse un puesto entre los segundos violines de la Orquesta Sinfónica de La Habana que dirigía el maestro Gonzalo Roig.

Este temprano éxito podía suponer para otros una satisfacción inmediata, pero para Alejandro García Caturla, que se había desplazado a La Habana(1923) a estudiar Derecho y a pulir su técnica musical con el profesor Pedro Sanjuan, el viaje recién comenzaba, aunque no llegaría nunca a dedicarse a la música con carácter exclusivo pese a escribir obras para piano, danzas, danzones, música para cine teatro, ballet, música sinfónica, banda, coro, conjunto instrumental, voz y piano, y versiones para orquesta.

piano

Pese a su talento como intérprete dejó paulatinamente de tocar música para crearla. Su vida acelerada no permitía distracciones, aprender el entramado de los instrumentos no servía más que para, con el oficio de un cirujano, poder desmembrar sus acordes armónicos y ajustarlos a la tormenta remediana que brotaba de su interior. Ese era el influjo que le impulsó a dominar con suficiencia resolutiva cuánto instrumento(7) se propuso.

Alejandro García Caturla, hijo ilustre de la Villa de Remedios

El revólver bramó arrítmico, impertinente, como alarido unimembranófono que desgarró la apacible tarde remediana. Aún no eran las 6 y media cuando el plomo atravesó la fina membrana de carne del joven Juez Municipal Alejandro García Caturla. El cuerpo quedó tendido, ensangrentado, a merced de las miradas histéricas de los aterrados vecinos que respondieron al sonido de los disparos con la curiosidad que envuelve el alma de los cubanos.

La ciudad entera enlutó, era el joven juez Alejandro García Caturla queridísimo en la ciudad y alrededores. Su padre Silvino García llevaba tiempo ejerciendo como jurista y tenía una reputación y respetabilidad bien cimentadas. El hijo pródigo no hizo más que expandir el buen nombre del padre letrado, pero con ese aliento de inusitado empuje, hizo más, expandió el nombre de la Villa de Remedios, y más aún, la propia sonoridad de las legendarias parrandas por toda Europa.

De su carácter como hombre recio de ley hablan el intento de asesinato recibido en Palma Soriano -intentó acabar con el juego ilícito y regular las jornadas laborales- del que salió indemne cuando el plomo erró el blanco, mas aquella advertencia en vez de asustar al joven juez reforzó su inclemente concepto de justicia. Así se le vio litigar en Ranchuelos con la fábrica Trinidad y Hermanos que tenía un largo historial de desmanes laborales.

Pero dicen los viejos aquello de nadie es profeta en su tierra, y con García Caturla aquel adagio se cumplió. En la otrora Villa de Remedios la mano armada de la justicia, los militares, no veían con buen ojo al juez García Caturla que ya había procesado a un guardia de la prisión por torturas a un reo.

alejandro garcia caturla hoy

Sería otro guardia, José Aldabé, quien acusado de violencia física (según algunas fuentes hacia su esposa) el que cercenaría el talento del compositor. El asesino estaba pendiente de ser procesado por el magistrado García Caturla por dichos cargos de violencia y envalentonado por los comentarios perniciosos que circulaban entre las fuerzas del (des)orden en la ciudad sobre el magistrado, decidió atentar contra el físico de el hijo ilustre de Remedios.

Día de Reyes en La Habana Landaluze

No se debe desconocer la presencia en Remedios de gran población con raíces africanas, ni debe olvidarse el colorido de las parrandas remedianas, todo esto impregnó el espíritu como compositor de Alejandro García Caturla.

Revolucionario como era amó a la música con el mismo espíritu con que amó carnalmente y desafió a aquella sociedad clasista casándose con una mujer de raza negra, desoyendo los reproches de la época.

Si bien el talento musical de García Caturla era reconocido en el congestionado ambiente sinfónico nacional, este reconocimiento no era extensible a las clases populares, se entiende así que ante su muerte se llorase más al probo jurista, padre de once hijos, de servicial sentido de la justicia desde su puesto de juez, más que como el enorme compositor que pertenecía a los creadores más selectos nacidos en la mayor de las Antillas.

Alejo Carpentier escribe sobre las obras de García Caturla en París

Uno de los grandes amigos de Alejandro García Caturla sería un joven Alejo Carpentier (colaboraron juntos en la pieza Manita sobre el suelo. El compositor musical, además, se inspiró en versos de Alejo para sus Dos Poemas Cubanos, y en su novela E-Cué-Yambao, para varias de sus composiciones), quien desde 1928 estaba radicado en París. A esta ciudad llegó el joven remediano en 1929 en compañía de Pedro Sanjuan y otros artistas cubanos.

En la capital cultural de aquella Europa fueron representadas algunas de sus obras del período, en París encontró García Caturla un recibimiento acogedor como atestiguan las siguientes crónicas de Carpentier. Además de recibir clases de la notable profesora Nadia Boulanger, quien sorprendida por el talento del joven aprendiz lo trató como un contertulio para intercambiar y nutrirse de las raíces profundamente afrocubanas que ya se evidenciaban en su obra.

En la Revista Carteles (10 de abril de 1932) Carpentier describe la presentación «de la obra Tres danzas cubanas en la Sala Pleyel, al frente de los músicos de la Orquesta Sinfónica de París estaba Nicolás Slonimsky. ¡Número final de un programa en que había tomado parte el ilustre Béla Bartók, gloria de la escuela húngara!».

En otra de sus crónicas el periodista describe la presencia cubana en el segundo festival de música sinfónica de Slonimsky en París «nuestra Isla estuvo representada por el remediano Alejandro García Caturla y por Pedro Sanjuán«… En la misma crónica continúa describiendo el fenomenal espectáculo brindado por la representación cubana.

«Momentos más tarde, en el mismo programa, se escuchaban los primeros compases del Bembé de Alejandro García Caturla —partitura de la que soy, en cierta manera, el promotor, ya que fue escrita a petición mía para ser ejecutada en los Concerts Gaillard, hace dos años.

¡Rara suerte la de este Bembé! Debe creerse que su título, alusivo a una danza afrocubana prohibida por la policía, le ha traído ventura mágica: en Boston, en Nueva York, en La Habana, en París, la crítica se ha cuadrado a su paso, como las ondas bíblicas ante las huestes santas.

Alejandro García Caturla

A pesar de que su construcción presenta algunas imperfecciones, a pesar de que su orquestación es, por momentos, algo recargada, esta obra sorprende a todos los públicos por su lozanía, su movimiento rítmico, la ironía arrabalera de algunos de sus motivos centrales. . .

Puedo afirmar que durante la audición en los conciertos de Slonimsky, el gran Arthur Honegger escuchó esta partitura con visible sorpresa. El crítico y compositor Arthur Hoeré la declaró sencillamente épatante (término de slang parisiense que significa algo como nuestro: ¡fenómeno!) . . . En su artículo alusivo a los dos festivales, Émile Vuillermoz nos dice acerca de Bembé: “Hay mucho vigor eficiente en esta producción de Alejandro García Caturla. Reina en ella una vida frenética, que se apodera de nosotros y anula nuestras resistencias.”

de pie

Paul Le Flem, reconocido compositor y crítico literario de la época escribe:

«Bembé, de García Caturla, nos revela una riquísima naturaleza. Este cubano se abandona a la corriente que lo impulsa, y se preocupa poco de oponerle una barrera. Una vez abiertas las compuertas, no se cerrarán tan pronto. Podría reprocharse a este joven músico una facilidad que nos aturde y que sin duda lo aturde también a él. Pero concedámosle la mayor confianza posible. El exceso de riqueza no es un defecto, y el tiempo se encargará de poner disciplina en su temperamento.

El musicólogo cubano-francés (futuro premio Cervantes) termina haciendo una defensa a ultranza del talento de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla en la crónica aparecida en Carteles el 12 de julio de 1931 que reproducimos a continuación.

«¿Me será permitido hacer una confidencia?. . . He escrito pocos artículos con tanto placer como éste. Un doble triunfo de Roldán y de Caturla, en París, en menos de una semana, me satisface tanto como el más personal de los éxitos. (Sanjuán no necesitaba tanto como ellos de esta acogida: él sabe que tiene los ases en la mano.)»

«En épocas en que la música cubana estaba regida por pontífices reumáticos, cuyas orquestaciones apócrifas (¿cuántos secretos no se habrá llevado a la tumba mi pobre amigo Andreu?), cartitas de Vincent d’Indy, lágrimas, crepúsculos, acentos puccinianos, séptimas voces en el sexteto de Lucía, corazones cortados en dos por una edición del Parsifal, prosas agarbanzadas, artículos dictados por esposos de bailarinas incaicas, eran exhibidos como muestras de una suerte de misión divina, destinada a orientar nuestro arte sonoro, confié siempre en que la energía, el afán de trabajo, la es¬ tética juvenil de Roldán y de García Caturla habría de llevarlos, en pocos años, a los sitiales máximos de la producción vernácula». . .

«Hoy la crítica europea ha dado la razón a mis previsiones. Las frases de un Vuillermoz y de un Paul Le Flem resultan afirmaciones de rara fuerza. Al lado de ellas, las reticencias de los críticos locales se ven desposeídas de todo poder destructor».

«De Roldán y García Caturla, podré decir lo que decía un joven crítico parisiense de dos compositores a quienes siempre había apoyado con entusiasmo: «en la carrera de automóviles aposté sobre dos marcas: las dos me hicieron ganar» .